VALÈNCIA. 1930, el presidente de los EE UU ante la recesión que vive el país e ignorando el consejo de 1208 economistas preeminentes firma la famosa ley Smoot-Hawley, que da inició al proteccionismo en Estados Unidos. En el plazo de un año 25 gobiernos más firman leyes similares. Subida de aranceles para productos del exterior y guerra comercial. El comercio mundial se frena, el mundo cae en una gran depresión y el resultado lo conocemos todos: La segunda guerra mundial. Ya lo decía Frederic Bastiat: “Cuando los bienes no cruzan las fronteras los soldados lo hacen”.
2018. Donald Trump impone aranceles a la importación de acero y aluminio en contra de todo el mundo. La UE responde subiendo los aranceles a ciertos productos de marca producidos en EE UU. ¿Qué será lo siguiente?¿Nos encaminamos hacia una guerra comercial en el mundo? ¿Entraremos en los que se ha llamado el proceso de Richardson de hostilidades comerciales recíprocas y crecientes? ¿Qué consecuencias puede tener? Evidentemente, de ser así, las consecuencias serán nefastas para el comercio mundial y para la economía, pero sobre todo para usted, para mí, para todos nosotros, que somos, siempre, los damnificados de cualquier movimiento que signifique pérdida de libertad por muy bien que se venda.
Ejemplos económicos hay muchos. El tratado comercial estadounidense para los semiconductores (US Semiconductor Trade Pact) presionó a los fabricantes japoneses para reducir la producción en chips de memoria causando una aguda escasez mundial de esos componentes. Sus precios se cuadruplicaron, las compañías de producción de bienes de consumo electrónicos en todo el mundo sufrieron gravemente y finalmente los consumidores también con mayores precios. Todo esto para defender a unos pocos que no fueron defendidos. Otro ejemplo más claro y directo. Los consumidores japoneses pagan su arroz 5 veces por encima de su precio mundial debido a las restricciones que protegen a los agricultores de su país. ¿Y aquí? Pagamos la electricidad más cara de Europa para defender a nuestra industria que acoge en su seno politicos de todo signo y condición. Y así hasta el infinito.
¿Ganadores de este tipo de medidas? Políticos, oligarcas con negocios obsoletos o que no desean mejorar, sindicatos perdidos en el pasado. Todo aquel que ve los cambios como una amenaza y no como una oportunidad. ¿Perdedores? Todos nosotros. Los ciudadanos que vemos encarecerse los bienes que deseamos y necesitamos comprar y disminuir nuestras posibilidades de interactuar con el mundo perdiendo libertad, conocimientos, posibilidades de aprendizaje y oportunidades de desarrollar nuestra vida. Lo único que estas políticas crean es mediocridad, pobreza, falta de educación e ideas y aumento del miedo a todo lo diferente.
Piénselo en términos personales. Cierre su ordenador, su ventana hacia el mundo y la información y borre todo lo diferente que hay a su alrededor. Cualquier persona de otro sitio con la que haga negocios o interactúe, todas esas personas que enriquecen su forma de ver el mundo con otra manera de ver las cosas. Compre solo productos españoles con diseño español y tecnología española. ¿Qué le queda? Ignorancia, miedo y pobreza. En realidad esto ya lo hemos vivido antes y más de una vez.
Y ¿qué prefieren ustedes: que Iberdrola sea grande o pagar menos por la luz?, ¿Que Telefónica sea grande o que el teléfono sea barato? A mi me da igual quién me venda la luz, un francés, un chino o un español, yo la quiero barata, como el hotel, como el colegio y como todo. Yo quiero y deseo mayor competencia, libertad, intercambio, poner mi mundo en cuestión, quedarme con las mejores ideas y dejar de estar extorsionado por un estado que, dejen de soñar, no somos todos y nunca lo fuimos.
Pero son muchos los que viven de crear miedo, ignorancia y fronteras. A esos les viene bien que aumenten las barreras, que no haya globalización ni comunicación, ni educación. Censuran internet, cortan las comunicaciones, desean nuestro aislamiento. Hablan de patria, de defensa de los intereses de todos, de que este o aquel nos está robando, señalan a un enemigo que les interesa para focalizar en él nuestra ira, nuestro miedo o nuestras frustraciones y se aprovechan de todo ello con una sola idea. Ellos mismos. No en vano, el mayor desarrollo del mundo siempre se ha producido en los momentos en los que ha sido posible una mayor cota de libertad, mayor movimiento de personas e intercambio intercultural, la Italia del renacimiento es un ejemplo, pero la América de los inmigrantes es otro.
Por eso Stuart Mill decía que “las barreras comerciales infieren graves daños a los países que las imponen” y Walter Block decía que “el libre comercio es la única filosofía compatible con la paz y prosperidad internacionales”. Mientras Ray Dalio en su libro Principios afirma que solo con una mente abierta que trascienda nuestros propios egos podemos ser capaces de tener éxito en lo que nos propongamos. Estoy de acuerdo con todos ellos y tremendamente en desacuerdo con este nuevo paso del señor Trump. A ver si su mandato se acaba pronto.
Lorenzo Serratosa es cofundador de Kau Markets EAFI