Desde la constitución de la Cámara Baja el pasado 17 de agosto, el Congreso sólo ha tenido cinco días de Pleno, dos para la reforma del Reglamento para permitir el uso de las lenguas cooficiales en el Congreso, y tres para la fallida investidura del líder de PP, Alberto Núñez Feijóo.
La sesión en la que se tramitó la reforma reglamentaria fue la primera en la que los diputados que así lo quisieran ya podían expresarse en euskera, catalán o gallego y el resto podía a su vez hacer uso de los pinganillos con la correspondiente traducción simultánea. El contenido de la proposición de ley en sí y el estreno de esta nueva práctica generó no pocos momentos de tensión, con los de 33 diputados de Vox abandonando el hemiciclo y dejando los cascos en el escaño de Pedro Sánchez.
Más crispación se vivió durante los días en los que se celebró el Pleno de investidura de Núñez Feijóo, singularmente cuando, para sorpresa de todos, fue el exalcalde de Valladolid y diputado del PSOE Óscar Puente, y no el líder, Pedro Sánchez, el que salió a la tribuna de oradores para debatir con el candidato 'popular'.
Insultos a Sánchez en el último pleno
En ese momento, los diputados del PP comenzaron a gritar "cobarde" al presidente del Gobierno en funciones, por su rechazo a intervenir en el debate, lo que obligó a la presidenta de la Cámara, a intervenir para pedir calma y "respeto". "Esto no es un patio de colegio", llegó a comentar Armengol, quien ya dijo entonces que no iba a permitir "ningún insulto" ni ninguna falta de respeto más.
Pero 48 horas después la presidenta tuvo que dar un paso más y ordenó la retirada del Diario de Sesiones de insultos de ERC a los policías, tachándolos de "piolines" y de Vox contra Sánchez, llamándole "el presidente más corrupto" de la democracia.
"Preocupada" por estos episodios en sólo cinco días, Armengol ha visto conveniente iniciar una ronda de contactos con los distintos portavoces parlamentarios con el fin de pedir su colaboración para evitar una escalada de tensión en esta recién estrenada legislatura, según confirmaron fuentes parlamentarias.
Prácticamente todos los presidentes del Congreso han tratado de una u otra forma de rebajar la crispación en las sesiones plenarias en distintas legislaturas cuando se han debatido asuntos gruesos o cuando crecía la tensión entre grupos políticos antagónicos, pero en muchas ocasiones las llamadas de atención no han surtido el efecto deseado.