Arquitectura y patrimonio

VALÈNCIA A TOTA VIROLLA

No lo llames Gran València, es la ciudad: el área metropolitana más allá del patio trasero inmobiliario

El cerebro urbanístico de València, Alejandro Escribano, ha abierto estos días un debate fundamental: València no da más de sí… y su entorno metropolitano es la respuesta. ¿Pero qué hay detrás de ese discurso?

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VALÈNCIA. Cada vez que Alejandro Escribano atiende en público, un revuelo acompaña su voz. Es una autoridad sin cargo, un poder alternativo -el del pensamiento urbanístico-, que le confiere el ser responsable del último Plan General de Ordenación Urbana de València, hace ya casi cuarenta años. Esta semana Escribano sacó su fusil. Y apuntó -en un acto de furor inmobiliario dispuesto por Cámara- a la necesidad de mirar fuera de los limites municipales para encontrar soluciones a la vivienda. 

Escribano sentenció las posibilidades de crecimiento del término municipal: “la ciudad tiene una limitación objetiva, por lo que hay que normalizar la vida fuera de ella”. Cuantificó en 30.000 el déficit de viviendas, y proyectó una demanda de 133.000 en 2030. “Pensar que se puede construir más en València es equivocarse. Quedan por acabar operaciones como la del Parque Central o los PAI de Benimaclet o el Grao, que en conjunto suman 8.000 viviendas y se ha acabado”, dijo también.

 

Aunque, porque es lo que toca, el foco estaba puesto en la resolución del problema más grave que tiene la ciudadanía -adultos sin poder hacer vida de adultos-, en realidad la proposición de Escribano y Cámara lleva implícita una cuestión aplazada demasiado tiempo: ¿cómo quiere crecer València?

 

  • Parada de metro en Paiporta. -

Podría decirse que es un elefante en la habitación, y que por tanto lo omitimos, si no fuera porque en realidad estamos hablando todo el tiempo de ese elefante… pero no de la habitación. Un territorio, el que envuelve València, que crece con uno de los ritmos más altos de Europa, asociado a una capacidad de atracción elevada. Como suele explicar el profesor Joan Romero, la barrera de entrada es especialmente baja: salarios reducidos, un sector terciario muy dinámico. València crece y crece, pero desde hace demasiados años València se examina como una obra acabada. 

 

De los fastos impostados de la primera década de este siglo a la búsqueda de la autoestima en la segunda, la tercera década que está por venir debe ser imperiosamente la que canalice adecuadamente un crecimiento poblacional constante, y garantice unas condiciones de vida adecuadas. Cegada València por su inseguridad atávica frente a Madrid, ha mirado entre recelo y envidia las proclamas sobre ese Madrid DF que no para de crecer, sin percatarse de que ella misma lo hacía con similar frenesí demográfico.

 

Hablan Escribano y la Cámara de una Gran València como sueño húmedo por llegar. De una ciudad que debe mirar a su alrededor para que lo que se desborda de la jarra pueda encontrar nuevos vasos. Y quizá siendo acertado el análisis peca de aquello que Josep Sorribes refería como mirada de campanari. La tentación de atender al entorno metropolitano como un patio trasero con el que resolver los problemas que tiene el término municipal de València. 

 

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La realidad, ya demasiado evidente (el elefante es más grande que la habitación), es la de 44 municipios con un millón y medio de habitantes, que a poco que se extienda comprende 80 municipios y 2 millones de personas. La Gran València ya existe y provoca cerca de 5 millones de desplazamientos cada día; prácticamente el 40% de los movimientos diarios en toda la Comunidad Valenciana se producen en esta corona. Son cerca de un millón los desplazamientos de entrada y salida de la ciudad cada jornada.

 

Siendo relevante el debate de si el problema se resuelve con más viviendas -es la tesis, a nivel español, que defiende el valenciano Jorge Galindo, en su nuevo libro, en sintonía con la vía de la abundancia del demócrata Ezra Klein-, siendo relevante resolver esa pregunta, digo, lo es a la misma escala contestar a esta otra: más viviendas… ¿cómo?, ¿para quién?

 

Oponerse frontalmente a que se construyan más viviendas porque le he escuchado a no sé quién que en España hay miles de casas vacías (obviando la saturación general en las áreas urbanas), es una aproximación tan superficial como dar por bueno que infinidad de nuevas promociones inmobiliarias harán bajar los precios, sin asumir que las coordenadas del pasado han cambiado: quienes competirían por esas viviendas no son ni tan siquiera quienes lo solían hacer. Estamos en cifras récords de compraventa, pero solo el 20% lo son para primera vivienda, hasta el 34% se compran sin hipoteca… y en el 56% que se hipoteca los hace como inversión. Hay un invitado a la fiesta que apenas deja beber a nadie. 

 

No, no puede verse el área metropolitana tan solo como una retícula de suelo disponible. No es un patio trasero, sino un espacio conjunto que debe organizarse para determinar qué quiere ser a partir de ahora. Ese ‘cómo se construye’ -relevante tal que el ‘cuánto’- sitúa en el centro al órgano metropolitano, la figura adecuada para recuperar la capacidad como guionista de la administración local. 

 

Escribano tiene razón. Si València quiere comenzar a resolver una vivienda en estado catatónico debe mirar al entorno cercano. Solo que no para dar bocados a norte y sur, sino para reformular su propia existencia. No debe ser la Gran València, porque ya lo es. Pero sí adquirir conciencia de su condición misma. Creerse, antes que únicamente construirse. A principio de año el propio Escribano decía esto en el Centre Octubre: “Si cada municipio hace su plan, sin una autoridad superior, no podrá haber la planificación metropolitana que necesita la tercera ciudad de España”. Las coordenadas han cambiado, la realidad la ha superado. 

 

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