VALÈNCIA. La ciudad de Cuzco mantiene hoy el pulso como uno de los enclaves históricos con mayor atractivo del mundo. No en vano, fue capital del Impero inca, un centro desde el que no solo se lideraba la política y cultura del Perú precolombino, sino que desde su corazón también se daba forma a algo tan líquido como es el tiempo.
Es a través del sistema de ceques, una red de líneas imaginarias que salían del templo principal del Cuzco, el Coricancha, que se conectaba con los distintos huacas, es decir, lugares sagrados. Los incas usaban estas líneas para ordenar su territorio y mantener un calendario ritual, trazando una correspondencia entre espacio y tiempo, una cuestión que ha ocupado a no pocas culturas de todo el mundo.
Ordenar y entender el pasado, presente y futuro ha sido el centro de numerosos mitos y relatos, uno de los más populares nos lleva a la mitología griega y el oráculo de Delfos, en el cual los vapores emanados de los profundo de la tierra inspiraban las visiones de futuro de Pitia.

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- Foto: JUAN GARCÍA
Y es a partir de las distintas miradas al tiempo, y con el libro The Spell of the Sensuous de David Abram como punto de partida, que Andrea Canepa ha construido Entre lo profundo y lo distante. La artista, que creció en Perú y actualmente reside en Berlín, parte la mitología clásica y las cosmovisiones latinoamericanas para dar forma a un proyecto que se entiende como un todo, una colorista instalación experimental inmersiva con la despliega en el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) su particular reflexión sobre la percepción del tiempo.
“La exposición tiene que ver con cómo el tiempo se inscribe en el paisaje […] Todo está organizado en capas: los sedimentos del suelo están en las paredes, hay esculturas que remiten a los anillos de los árboles que envuelven todo el espacio de la galería y el visitante se puede mover entre ellas”, relató Canepa durante la presentación de la exposición, en la que estuvo acompañada por la directora del IVAM, Blanca de la Torre, y la secretaria autonómica de Cultura, Marta Alonso.

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- Foto: JUAN GARCÍA
Canepa da forma a estos “espacios de confluencia simbólica donde dialogan la mitología clásica y las cosmologías indígenas andinas”, detalló De la Torre, un diseño en el que, precisamente, de capas va la cosa. La primera, pero no por ello menos importante, parte de una experiencia estética en la que los vibrantes colores y figuras geométricas marcan el ritmo de una sugerente sala que parece poblada por piezas de juguete.
El uso del color no es casual, pues detrás de esto hay una idea potente: “En el goce está lo político”. Esta fue una de las lecciones que la artista se llevó de una residencia que realizó en Puerto Rico, un mensaje que aún hoy marca su forma de hacer. "Normalmente lo académico lo serio tiene que ser en blanco y negro, elegante; yo creo que usar color es ir en contra de esta idea [...] Reivindicar las tradiciones, lo popular, es muy válido y es una forma de resistencia”.
Estos colores, plasmados en estructuras metálicas o tejidos, crean un sugerente y surrealista paisaje que funciona casi como una caverna en la que habita una serpiente “que está presente en muchísimos mitos de pueblos distintos como habitante del inframundo, donde también está nuestro pasado”. Este espacio se conecta con la segunda sala mediante una intervención que atraviesa la escalera, una pieza que da paso en el piso superior a un espacio más despejado en el que la mirada está focalizada en el futuro, un horizonte por escribir aunque sin olvidar el peso de la tradición y, en fin, el tiempo.

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- Foto: JUAN GARCÍA