VALÈNCIA. Lo que ahora muchos llaman scrapbook es un objeto más viejo que el tebeo, un término que se ha popularizado en el mundo de las manualidades para hablar de álbumes personalizados, con fotografías o recortes, y que es, precisamente, eso mismo: un álbum, un buen puñado de páginas en blanco en el que se van acumulando los recuerdos de una vida. Pero no todos los componen los tickets de una cena de San Valentín en la Tagliatella o una foto aguantando la torre de Pisa, a través de algunos de ellos también podemos componer una parte de la Historia del Arte. De entre los que integran este segundo grupo, el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) custodia desde hace tres décadas un volumen bien especial, un álbum que cuenta desde un punto de vista único quién fue el artista valenciano Manolo Gil y que ahora –y por primera vez- puede ser visto por los visitantes del museo.
Confeccionado por su esposa, la también artista Jacinta Gil, el álbum se compone de más de doscientas páginas que documentan minuciosamente la trayectoria de Manolo Gil, un objeto que fue donado al museo en la década de los noventa, junto con un nutrido fondo de más de trescientas obras, y que ha sido el germen para confeccionar la exposición que abre esta semana sus puertas. El título va al grano: Manolo Gil. Álbum. Comisariada por Joan Ramón Escrivà, la muestra se presentó al público este miércoles junto a la secretaria autonómica de Cultura, Pilar Tébar, y la directora adjunta del IVAM, Sonia Martínez, quien destacó la importancia de poner en valor la obra de un artista “insuficientemente conocido”, en un año, además, en el que se cumple el centenario de su nacimiento.

“Era un artista de un potencial inmenso, un hombre que en un contexto muy difícil, el de la posguerra, trató de innovar”, relató Escrivà durante la presentación del proyecto. Una buena parte de este álbum se despliega en la sala de exposición, que presenta, junto a distintas pinturas, una selección de dibujos, documentos o recortes de prensa que recorren su trayectoria, una suerte de biografía que se cuenta tanto en tercera persona como en primera, también a través de algunas de las muchas entrevistas que le hicieron. Algunas de ellas muy reveladoras, como la realizada por Ignacio M. Muñoz en el año 1952, en la que el artista da buena cuenta de cómo se relataba a él mismo.
“-¿Cómo juzgas la pintura de Manuel Gil?
Al oír esta pregunta se sonríe y duda un momento antes de contestar.
-En una pregunta difícil de contestar. Si quiero ser humilde, debo mentir, y si digo la verdad parecerá que soy un engreído. Mi pintura no es, en absoluto, espontánea, ni mucho menos hecho sin ton ni son, sino que es una pintura razonada y consciente, que se ciñe estrictamente a las necesidades que yo considero que le son propias y por acto voluntario”
El IVAM rinde así homenaje a un artista “culto y viajado, amigo de grandes artistas como Manolo Millares o críticos como Vicente Aguilera Cerní, cuya prematura muerte a los treinta y dos años vino a truncar un prometedor futuro como renovador del arte español”. El recorrido, planteado como una “línea del tiempo” a partir de los materiales reunidos por Jacinta Gil en el álbum, nos desvela a un artista que, como él mismo explicaba, entendía el arte como un “continuo riesgo”, una conciencia que marca su trayectoria, breve por su prematura muerte pero clave para entender la escena artística española del siglo XX. Precisamente, Manolo Gil fue uno de los impulsores de Grupo Z, uno de los primeros colectivos de arte de vanguardia creados en la España de la posguerra, o, más adelante, Grupo Parpalló, una impronta que también dejó dos grandes murales en València, ubicados en el Ateneo Mercantil.
Su periodo formativo en Roma, París y Londres también es clave para entender una carrera que, con todo, dejó muchos flecos por atar, entre ellos el Laboratorio de formas, una ambiciosa investigación puramente abstracta a través de una serie de reflexiones teóricas, pinturas y collages que quedó interrumpida por su muerte en 1957. Lo hecho y lo que quedó por hacer se abren hueco en un recorrido en el que es clave la figura de Jacinta Gil no solo por su labor a la hora de recopilar y presentar su legado, sino también como parte de la pintura del artista, que la retrata en distintas ocasiones.

Las identidades de Pinazo
En esta semana en la que el IVAM cumple 36 años desde su apertura, el museo lo celebra, además, con una doble inauguración, pues no solo abre sus puertas la exposición en torno a Manolo Gil. El centro también presenta el proyecto Retratos (o si yo fuera), una propuesta que pone en diálogo la obra de Ignacio Pinazo y de la compañía de artes escénicas Societat Doctor Alonso. En este caso no trata en sí mismo de un nuevo proyecto, al menos no en su totalidad, sino que el IVAM ha invitado a distintos creadores a intervenir la muestra Pinazo: identidades, unos diálogos a los que más adelante se sumará la investigadora Sofía Alemán o el valenciano Manuel Bellver.
La compañía Societat Doctor Alonso rompe el hielo instalando en la sala Retratos (o si yo fuera), un proyecto que realizaron en 2008 que indaga sobre la idea de identidad, una serie de vídeos en los que la bailarina Sofía Asencio adopta las identidades de distintas personas reales, desde una profesora de inglés de Praga a una ama de casa del Líbano, un trabajo de investigación que se confronta ahora con los retratos que un siglo atrás firmó Pinazo y, también, con la manera en la que entendemos la propia idea de identidad. “Cuando Ignacio Pinazo pintaba la idea de identidad era más fija, más estable, mientras que ahora estamos en un momento de identidad más flexible, una identidad modificable y que evoluciona”, relata Asencio.
