Antropología Industrial  / OPINIÓN

Artificial

La inteligencia artificial (IA) se ha vuelto cada vez más presente y se está generalizando en el trabajo y la economía. Aunque, de momento, su nivel de conocimientos es limitado, se avecina una onda de choque que cambiará las costumbres y la forma de hacer las cosas

18/05/2023 - 

VALÈNCIA. En una reciente comunicación de LinkedIn, el redactor jefe de tecnología preguntaba a los lectores si ellos también tenían una inteligencia artificial hasta en su sopa, y cuánto de real creían que había detrás de las abundantes noticias sobre esta tecnología disruptiva. Y resulta que la mitad de las respuestas señalan que ya la ven trabajar a diario.

 La inteligencia artificial (IA) se ha vuelto cada vez más presente y ya no es un asunto de ciencia ficción, sino que su realidad se percibe a diario al generalizarse en el trabajo y la economía. Y, despejado el asombro de atracción de feria, lo que más revuelo está causando es el hecho de que su implantación va a ser traumática por causar despidos más numerosos de los que imaginaban sus fans, especialmente en empleos inesperados. 

A diferencia de los robots y la automatización industrial, la IA no elimina las tareas penosas a pie de fábrica, sino que impacta directamente en los más cómodos trabajos de oficina y despacho, aquellos que se pensaba que requerían una persona ideando, creando y tomando decisiones. Justamente lo que empieza a hacer la IA porque funciona 24/7, siempre obedece y resulta más barata.

Hasta ahora sus desarrollos se concentran en la creación de textos e imágenes. Su sintaxis y creatividad son sorprendentes, pero su nivel de conocimientos es limitado. Ante preguntas sobre el futuro o sobre aspectos trascendentes de la vida, cualquier horóscopo barato no responderá peor. Hoy por hoy, al menos. 

Hay que recordar que esto ya es antiguo. Hace más de cincuenta años, el profesor del MIT Joseph Weizenbaum creó un programa llamado Eliza que era capaz de conversar mediante texto como si fuera un ser humano. Eliza fue la madre de todos los chatbots que vinieron después y su creación iba dirigida a desarrollar una herramienta de tratamiento psicológico que imitara la utilizada por los psicoanalistas. Y funcionaba razonablemente bien.

La IA ahora disponible se denomina a sí misma 'modelo de lenguaje' y es incapaz de encontrar una página web, realizar el pronóstico del tiempo o encender una luz como hacen sus antecesores tecnológicos. Lo que sí hace es dibujar o conversar como si fuera una persona. Y, de hecho, responde igual o mejor que una persona. Y sin faltas de ortografía.

Algunas de sus respuestas transmiten una sensación muy especial, una mezcla de sorpresa y magia. Y ese será, quizás, el destino inmediato de la IA: servir como terapia psicológica, con la apariencia de un ser amistoso que escucha y conversa. Y que sirva a nuestras necesidades emocionales, como ocurre en la fascinante película Her.

Sospecho que su expansión no se debe a que seamos más listos sino todo lo contrario. Buscamos liberarnos del trabajo de pensar y delegar en una inteligencia externa, por pura indolencia

Mientras tanto, se avecina una onda de choque. Como en todo salto tecnológico, cambiarán las costumbres y la forma de hacer las cosas. Las empresas que le saquen partido obtendrán más rentabilidad, y el empleo —especialmente el relacionado con la creación— se transformará. 

Que sea una moda sin trascendencia, como eso del metaverso, o que cambie nuestras vidas será cosa de ver. A medio plazo los asistentes digitales actuales se fusionarán con modelos de lenguaje y generarán una nueva cotidianeidad con dispositivos inteligentes hasta en el cepillo de dientes. 

Sospecho que su expansión no se debe a que seamos más listos sino todo lo contrario. Buscamos liberarnos del trabajo de pensar y delegar en una inteligencia externa, no porque confiemos en que lo hará mejor sino por pura indolencia. No tomar decisiones alivia el estrés y evita el malestar de habernos equivocado.

No sabemos si la inteligencia artificial es más inteligente que nosotros. Sus razonamientos —por llamarlos de algún modo— son una copia de los nuestros. No es más lista, solo más rápida.Es lo que me ha dicho la IA cuando se lo he preguntado. 


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