VALÈNCIA. Con la red de festivales a la que está acostumbrado el público valenciano, la relación artista-fan muchas veces se acaba resumiendo en el par de festivales al que acude una persona para ver al grupo que más le apetezca y escuchar sus canciones en alguna plataforma de esas que no pagan prácticamente nada por cada vez que alguien pulsa al play. Si el oficio de la música siempre ha sido o dolor o gloria, depender de canciones individuales y de festivales en detrimento de una gira ha ahondado la fragilidad del sector. ¿Solución? Tirar de la afición.
Hace un año nació la plataforma Aixeta, una especie de adaptación al modelo ‘Patreon’ a la catalana: la idea es que, en vez de hacer una campaña de micromecenazgo puntual, el perfil vaya subiendo contenido exclusivo a lo largo del tiempo y las personas que quiran se suscriban. Ya existe la plataforma análoga en la industria del porno, Onlyfans, y en Estados Unidos muchos creadores y creadoras de contenido están empezando a vivir de sus ingresos a través de la plataforma Patreon. Liz Castro es una de las fundadoras de la plataforma: “Me pareció muy interesante el hecho de que un creador o creadora pudiera recibir dinero constantemente y directamente a través de las personas que quieran apoyarles, es una oportunidad de oro para los artistas, pero buscábamos que hubiera una plataforma que no se quedará con grandes comisiones y que estuviera ligado a la cultura y a la lengua catalana”, explica a este diario.
Con la plataforma montada, de repente hay una pandemia mundial, se decreta un Estado de Alarma en España y se congela la agenda cultural durante 100 días, a los que habrá que sumar una temporada estival nada habitual sin grandes eventos. La fragilidad del sector preocupa a muchas personas trabajadoras, que dependían de todo lo que tenían previsto que sucediera y no ha lo ha hecho. “En el grupo de Whatsapp de los grupos que actuamos en el concierto del 25 d’abril de este año, además de organizarnos para ese día, empezamos a hablar y a tener un contacto más directo y hablábamos de la situación de la música durante estos meses… Y algunos llegamos a la conclusión de que era el momento de relanzar una plataforma como Aixeta haciéndonos, a la vez, nuestros perfiles”, comenta Pau Alabajos. Él es uno de los artistas que han entrado en una campaña que ha reunido a otros nombres muy conocidos de la música del arco mediterráneo como Mireia Vives i Borja Penalba, Andreu Valor, Gerard Quintana, Mazoni, Cesk Freixas, Xarim Aresté y así hasta 25 perfiles.
La idea es funcionar como “un festival permanente”, aunque las suscripciones funcionarán de manera individual: cada aficionado o aficionada pagará una cuota únicamente a los artistas que prefiera, y cada uno ha configurado sus recompensas, que pueden ir desde grabaciones de canciones exclusivas, adelantos de sus trabajos, tutoriales o un contacto mucho más directo a través de redes sociales. La mayoría de suscripciones de estos perfiles no superan los 5 o lo 10 euros, aunque muchos ofrecen varios tramos diferenciados.
La pregunta que falta responder, que responderá el tiempo en realidad, es si este modelo puede ser una alternativa a la precariedad de las relaciones en la industria musical. En Estados Unidos, Patreon ya puede contar con casos de éxitos, ahora le toca a Aixeta encontrar su hueco en el imaginario desde los territorios de lengua catalana. La plataforma no solo se dedica a la música, sino también a todo tipo de contenido, como ilustración o literatura.
Este 2020 va a suponer una lección de qué funciona y qué no en las industrias culturales cuando todo falla, cuando nada pasa. Internet, que antes era el paradigma del contenido universal y gratuito, está tendiendo a su mercantilización y ya prácticamente todos los servicios que daba se han convertido en productos.
Esto tiene un doble rasero: por una parte, horizontaliza el acceso de los creadores y creadoras al sector, que ya no dependen de que “les abran una puerta” porque se la hacen ellos mismos; por otra, la uberización de la economía crea grandes desigualdades entre aquellos proyectos que “triunfan” y otros que, por suerte, talento o marketing, no consiguen hacerse un hueco y acaban regalando el esfuerzo y el dinero a una plataforma multinacional. Estos 25 artistas de música en catalán prueban este modelo con la esperanza de que la gente que escucha se implique en hacer un sector más sostenible, del que vivir y no simplemente mal-sobrevivir.