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el muro / OPINIÓN

Así funciona la memoria

Foto: EVA MÁÑEZ

La memoria falla pero la desmemoria conduce al olvido. No podemos permitir que olvidemos con tanta rapidez a quienes tanto hicieron por nosotros

14/07/2019 - 

La muerte tiene lectores. Vende. Pero no se trata de hacerlo a cualquier precio o por cumplir. Me lo explicaron frente a una de mis primeras necrológicas. Eran otros tiempos, cuando sabías, conocías o querías descubrir y hasta habías intimidado lo suficiente para atreverte sin complejos a narrar emociones o contar situaciones. Ahora la Wiquipedia dirige y ordena, miente y condena. Convierte y hasta manipula identidades que se transforman en creíbles desde el puro desconocimiento. Asistimos a un decadente proceso informativo en el que todo vale cuando se trata de rellenar, pero no de evaluar.

En los últimos días se han muertos dos grandes: Arturo Fernández -no me vengan con el rollo de que era un tipo de derechas sin reconocer que era un gran actor como otros tantos de derechas- y Joan Cardells, un tipo próximo, progresista, un gran artista que nunca quiso serlo sin más o al menos airearlo desde su propia intimidad salvo por el trabajo en sí y la austeridad en el uso de sus materiales reflejo de su propia personalidad y carácter.

De Arturo Fernández he leído grandes textos de aquellos que lo han visto lo han seguido y reconocían su profesionalidad e identidad. Firmas de muy   izquierdas también, por supuesto, porque aquí todo lo fiamos a una identidad política, como si Shakespeare, Romero de Torres o Caravaggio fueran unos benditos; o Fuster, Casp o Estellés,  clérigos pero nunca genios por esa condición ideológica que nos diferencia o eclipsa por el calor.

Esto de la muerte es un derecho, pero sobre todo una putada. Pero ya está bien de enterrar por condición y género por esta nueva ley de neo modernos que desconocen casi todo y se guían por su propio desconocimiento o la Wiquipedia. Leer el tweet del conseller Marzá para despedir a Cardells es como para bajar la persiana. Dijo algo así como que nos dejaba una persona del arte de nuestro país con obras en los principales museos internacionales y del país. Un referente que nos había hecho disfrutar y reflexionar con sus piezas, En fin, una despedida de gran profundidad y análisis.

Lo más preocupante de las despedidas que he leído es que muy pocas han hablado de su obra e identidad. Sólo de hechos que suele ser lo de menos. Son otros los que han querido interpretar lo que nunca supieron. Es fin, si el IVAM tiene tantas obras del Equipo Realidad o el San Pio V está en reconocimiento perpetuo porque era un académico de Bellas Artes, más bien outsider de ese magma que hace tiempo corroe la institución por interés particular.

No sé porqué no han hablado de sus grafitos, de su ausencia, de su rebeldía, su distanciamiento social, de su irrupción temperamental y brillante en el primer Carmen, su afinidad y complicidad con Casimiro Gandía, Carmen Calvo, Amparo Carbonell, Martín Quinto…sus silencios o hasta de su ironía y sutileza personal, de estar al margen por enfado con ese mundo artístico y político que no le gustaba, O de aquella resistencia política a través del arte de Estampa Popular...

O desde su misma distancia con el Equipo Realidad, o su distanciamiento de Jordi Ballester, ahora que ha sido reconvertido desde nuestra instituciones y medios a Jorge. Pero he echado de menos una visión crítica o teórica y hasta personal. Lo que ya no se lleva

Esta sociedad está terminando desde la proximidad con una memoria generacional. Nada vale ya nada. Apenas reconocemos valores Solo nos fiamos de la Wiquipedia. Y si ella dice que eran geniales o nulos, repetiremos la fórmula a través de mensajes de corta y pega.

Desde su casa de la calle Sagunto, desde su propia austeridad y silencio, Cardells, nos describió una manera de ser ante el arte, aunque el arte sea un gesto de rebeldía más bien poco reconocido en el que muchos sólo piensan en brillar o aparecer, pero no en dejar o crear desde la sinceridad. Gestos de elegancia desde el dibujo y sobre un papel austero de cualquier tamaño. El soporte no era lo interesante, más bien sólo el medio.

No tuvo la suerte del mundo. La que merecía como otros muchos menos mediáticos. Esta sociedad es así de reducida mientras todavía la simplificamos más hasta diseñar un nuevo paradigma del todo es perfecto, pero no me interesa el pasado. Para eso está la Wiquipedia. Está Valencia es lo que somos, una falsa verdad que olvida con rapidez y ni siquiera anota.

Siempre me gustaron sus riñas, sus claroscuros de grafito y sus chaquetas y pantalones de fibrocemento.

Pero esperaba que me adentraran aún más en otras cuestiones. Pero es el corta y pega. Se ha perdido el análisis. Sólo preocupa la enumeración. Pero ya no analizar la síntesis de Morandi, el camino, el sentido de la verdad, la sinceridad política y la valentía en los peores momentos. Eso se nos queda para exposiciones institucionales de gran frivolidad.

Nos quedamos sin otro. Algún día nos daremos cuenta de lo que mucho que se nos queda por el camino y lo que apenas se nos va quedando. Cada día valoramos aún menos. Y no sabemos nada de las personas ni su sentido existencial. Salvo si la Wikipedia orienta.

Lo peor es que aún muchos no han entendió nada de resistencia y menos de supervivencia. Y todavía menos aún de lucha política y perseverancia o denuncia social desde el arte, esa lucha de la que alardean otros a base de gestos, propaganda, leyes y hasta consellerias inservibles convertidas actualmente  en meras agencias de colocación y superficialidad. Qué lástima despedir por tweet a una generación  que abrió puertas, motivó ilusiones y despertó conciencias.

Se nos está olvidando despedir a los grandes como merecen. O a los íntegros. Y eso que la muerte aún vende.

Seguro que cualquier día nuestras dignas instituciones le organizan algún homenaje para llenar de palabras huecas su despedida. Y, de paso, fotografiarse. Es nuestro momento político y cultural. Ambición y despreocupación. Es lo que hay, lo que se lleva.

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