El zumbido de un abejorro irrumpe suavemente en la monotonía de una soleada tarde de enero. Lentamente se posa sobre la ponsetia de mi balcón -reminiscencias de las recientes navidades-, buscando un hueco entre los geranios y los kalankoes que adornan la mesa de teka. Mi amigo me avisó de que llegaría hoy. No coincidimos en la ciudad y me acaba de enviar su libro por correo aéreo.
Mi amigo el coronel y yo nos vamos a cruzar en el AVE, pero en direcciones contrarias, mientras un enjambre de abejorros sigue su camino unos metros por encima de la catenaria siguiendo el curso de las vías. Sus vivos colores pugnan por rivalizar con los petirrojos, gorriones y golondrinas que sobrevuelan los raíles arrastrados por la tracción del gran pájaro ferroviario. Ahora tienen compañía.
El enjambre de abejorros es de última generación. Son capaces de seguir decisiones colectivas, captar su formación de vuelo en cada momento y recuperarse por sí mismos. Su microchip está compuesto con sensores y cámaras integrados con los autopilotos para la interpretación de las imágenes en tiempo real, y con un sistema de control de alertas que reconoce el objeto que se está grabando con la cámara y lo identifica en la pantalla del piloto para la discriminación y el seguimiento del objetivo.
Así me ha encontrado mi amigo Pedro, el coronel, cuando me avisó de que me enviaba su libro con el abejorro conectado a una SIM de datos. Desde su sofá, con el móvil en las manos y mientras terminaba de preparar su maleta, ha recorrido el espacio que media entre su casa y mi balcón, controlando en todo momento el abejorro y monitorizándolo a distancia con la red 4G, actuando a modo de radar con la red de telefonía móvil.
Desde el balcón le he saludado con la mano para darle el ok de recibido y las gracias. La cámara de vigilancia que lleva integrada le ha devuelto mi imagen de forma nítida y ampliada para captar mi sonrisa. Un beso al aire que se lleva el abejorro devuelta. Así se domina el mundo es el título de su libro, el más regalado estas Navidades. Como no voy a estar en València para su presentación, ha tenido el detalle de enviármelo con su dron.
Este RPAS funciona a propulsión con pila de combustible de alto rendimiento y autonomía en vuelo de mas de cuatro horas. El despegue y aterrizaje en vertical le ha permitido posarse sobre mi minúsculo balcón, orientado al sur, haciéndose hueco entre mis plantas y flores. Tuve que desconectar antes el inhibidor anti dron de mi móvil, con el objeto de que no se diera de bruces contra la farola de enfrente. Menos mal que me avisó de la hora exacta de su llegada… con una llamada. Los teléfonos móviles también sirven para hablar, aunque ya no nos acordemos de ello.
Pero no habría pasado nada, porque su abejorro tiene un sistema de conciencia situacional del espacio aéreo, más allá de la línea de visión, y despliega el sistema de paracaída sen 30 milisegundos. Se habría salvado de morir aplastado contra el asfalto.También está equipado con cañón láser para derribar otros drones en vuelo e incluso a un UAV-taxi “volocopter” con sistema de 8 rotores, último modelo, de los que cojo cuando no me apetece ir en tren.
Pero esta vez viajo en tren a Madrid. Mientras mi amigo Pedro Baños se cruza en mi camino, en dirección a Valencia. Voy a participar en el Congreso Civil DRON’18 para conocerlos últimos avances tecnológicos y para exponer los últimos avances legislativos. Me acompaña mi amigo Israel Quintanilla, director del Master de drones de la Universitat Politècnica de València. MUAS se llama, o más concretamente Máster en Construcción, Pilotaje y Aplicaciones de Sistemas deAeronaves No Tripuladas (UAS).
El coronel Pedro Baños Bajo me dice que “hoy el dominio se ejerce de forma diferente…, a través de la economía, la influencia mediática e incluso la psicológica”. Experto en geopolítica y geoestrategia, viene a València a presentar su libro, Así se domina el mundo. Lo siento Pedro, no podré asistir… Pero me lo cuentas por teléfono… ¡Llama!