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VALÈNCIA. Uno de los textos más representados del mundo y una de las formaciones teatrales más reputadas del país (Premio Nacional de Teatro 2008) cruzan sus trayectorias en el estreno en la Comunitat Valenciana del montaje de Esperando a Godot por Atalaya. Del 21 al 24 de noviembre, podrá verse en Sala Russafa, con cuatro únicas funciones dentro del festival itinerante Rayuela’24 organizado por la Asociación EnCompañías, que reúne a muchas de las más veteranas de España.
El codirector de la obra, Ricardo Iniesta, avisa de que este acercamiento no tiene nada que ver con la mayoría de las puestas en escena de este icono de la vanguardia escénica del siglo XX escrito por Samuel Becket. También advierte de que el espectador no va a encontrar los elementos más característicos de la compañía andaluza: las coreografías de movimiento, los coros o las grandes escenografías. “Y, sin embargo, milagrosamente, se mantiene el espíritu de Atalaya”, admite Iniesta, quien se convenció de atreverse con este libreto después de ver una grabación de la obra dirigida por el propio autor con motivo de su estreno, en 1953.
“Era un texto maravilloso, pero no me habían enganchado sus puestas en escena. Entonces me di cuenta de que otro Esperando a Godot era posible” explica el codirector de la pieza, seducido por el hiperrealismo y la poética que encierra el teatro del absurdo “cuando se aleja de lo gratuito, cuando se contextualiza y no trata de estar constantemente retando al espectador”. Un proyecto que abordó en compañía de Sario Téllez, con quien también ha trabajado como actriz y ayudante de dirección en anteriores ocasiones, dentro de la formación andaluza.
“Los dos tenemos muy interiorizado el lenguaje de Atalaya, pero cada uno le damos nuestro toque personal. Nos hemos ido alternando en el liderazgo a la hora de montar las escenas. Y ella ha aportado una energía femenina a la dirección que es maravillosa y que guarda algunas sorpresas para los espectadores”, adelanta Iniesta.
El montaje que acoge esta semana Sala Russafa supone la segunda visita de la compañía a su escenario, que ya visitó en 2014 con La Celestina. En él, la audiencia va a encontrar a los personajes míticos, Vladimir y Estragón, encarnados con un punto de ingenuidad, de humanidad y ternura que engancha. “A lo largo de la representación hay un ritmo vivo y un montón de anzuelos que van pescando al público para llevarle consigo a través del mar de palabras que puede parecer el texto”, comenta el codirector de la pieza.
Unos diálogos plagados de reflexiones que apuntan a la esencia del ser humano y que se van hilando mientras los intérpretes realizan acciones ágiles y sencillas, que dan dinamismo a las escenas. Para Iniesta, la modernidad de Becket en su momento no le impidió escribir un clásico, en el sentido de que esta obra sigue siendo vigente hoy día, que puede serlo en cualquier momento, espacio y lugar porque plantea cuestiones universales.
Es bien conocida la trama de Esperando a Godot, que transcurre mientras dos vagabundos hacen tiempo, charlan, discuten, juegan, se desafían… a la espera de un tercer personaje. Una pareja que podría remitir a iconos como Buster Keaton o el Gordo y el Flaco (en su versión menos ingenua). Y que en ocasiones interactúa con el despiadado Pozzo, de maneras fascistoides, acompañado por Lucky, a quien esclaviza.
Los codirectores opinan que aspectos de los personajes están en todas las personas, por lo que han buscado la humanización y complicidad con el público en una puesta en escena donde brillan los intérpretes M.Asensio, J.Arenal, M.Reyes y A.Casado.
Los cuatro suman más de un siglo de experiencia dentro de la compañía y son una buena representación del nivel artístico que Atalaya imprime a sus montajes. En esta ocasión, la estética recuerda a viñetas de El Roto y las tonalidades entroncan con cuadros de Magrite. Además, en la escenografía destacan montañas de zapatos. Descoloridos, desparejados, huérfanos… se amontonan como una alusión a la muerte, a todos los que quizá pasaron por la misma espera a Godot, antes que los protagonistas. Una idea que surgió tras la visita de Iniesta a Auschwitz, donde quedó conmocionado por una sala en la que se mostraba el calzado de los prisioneros que, antes de ser gaseados, eran obligados a desvestirse.
Este tipo de simbolismo contrasta con la casi ingenuidad de la pareja protagonista, en un trabajado equilibro de tragedia y comedia que consigue, además de imprimir un carácter propio al montaje de una pieza tan conocida, “que el espectador salga de la sala con una sonrisa, pero también con un pellizquito, con una chispa de emoción”, comenta el codirector sobre la experiencia con el público de una gira nacional que arrancó en 2022 y que ha recorrido hasta ahora 15 provincias.
Unos logros recompensados en la última edición de los ‘Premios Escenarios de Sevilla’, en los que han sido galardonados en las categorías de adaptación, dirección e interpretación. Estos reconocimientos forman parte del casi centenar que ha recibido la compañía al largo de una trayectoria en la que ha girado por 45 países y que ha visitado diferentes escenarios valencianos con sus últimos cinco espectáculos.
Con el estreno en la Comunitat Valenciana de esta propuesta, concluye la cuarta edición del festival itinerante Rayuela, ofreciendo a los espectadores de Sala Russafa la oportunidad de disfrutar de la particular apuesta estética, de la contrastada calidad escénica y de la personal visión que Atalaya realiza sobre una pieza icónica en la historia del teatro.
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