Luis Eduardo Aute conmemora sus 50 años en la música con una gira antológica que pasará por el Palau de la Música de Valencia el próximo 7 de mayo
VALENCIA. “Espero lo mejor”, responde cristalino Luis Eduardo Aute al otro lado de la línea a la primera pregunta de la entrevista. El 7 de mayo estará en el Palau de la Música de Valencia como parte de ‘La Gira Luna’, un tour polisémicamente “antológico”, como a él le gusta definirlo, con el que está celebrando sus 50 años haciendo canciones. En el concierto, precedido por la proyección de Vincent Y El Giraluna, un mediometraje de animación a partir de sus dibujos (“Vincent como Van Gogh, no Vicent”, matiza para la ocasión), se darán cita, una detrás de otra, todas esas canciones que perlan el transcurrir del último medio siglo español. No estarán todas “porque no caben”, pero sí tres decenas de temas que seleccionaron sus amigos por él: “son más de 400 y no me sentía capaz”.
Es imposible no recordar ‘Pasaba Por Aquí’, analogía mediante, mientras Aute, un hombre cuya serenidad preclara le permite sostener cinco décadas de huella musical sin perder una partícula de elegancia, trata de alejarse, una vez más, del foco. “Yo mismo da igual”, espeta entre poesía, Dylan, Cohen, escepticismo y honestidad. A sus 72 años, el cantante, pintor, poeta e incluso director de cine sigue acorralado por el eterno enigma del “bicho humano”, que le mantiene sumido, por fortuna para todos, en “el caos más absoluto”. Así lo explica, entre guiños amables a una tierra que no le es nada ajena (“si me hablas de tú te lo agradeceré: parla’m de tu!”) mientras ya cocina en alguna de sus dimensiones su próximo disco para finales de año: “seguramente un disco doble, porque son muchas canciones nuevas”.
¿Qué espera del concierto en el Palau de la Música el 7 de mayo?
Espero lo mejor. Espero que la gente disfrute del concierto. Es un concierto muy especial, han pasado 50 años desde que grabé el primer disco y será una selección de las canciones más significativas que he escrito a lo largo de todo este tiempo. De modo que, en ese sentido, va a ser un concierto antológico.
Si no tengo mal entendido, tu madre era hija de valencianos…
¡De valenciana! De Sagunt. Se llamaba Amparo…
Como la mía.
¡Que ellas nos amparen!
En este sentido, ¿siente algún tipo de vinculación especial con Valencia?
Le tengo mucho afecto a Valencia. Mi abuela valenciana, cuando vivíamos aquí en Madrid, siempre que podía se escapaba a Valencia, se quedaba allí unos días y me llevaba con ella, y me siento muy en mi casa allí. Además, los primeros conciertos que di solo (los primerísimos, que fueron en el año 78) fueron también en Valencia, en un lugar que creo que ya no existe que se llamaba Hipopótamos. Y por muchas otras razones, como mi gran pasión por la pintura de Sorolla… Por el país, que me gusta mucho. Me siento muy en mi casa allí.
Los conciertos de la Gira Luna, como conmemoración de los 50 años de su primer disco, son recitales largos, con más de 30 canciones seleccionadas entre todo su repertorio. ¿Cómo las ha elegido? ¿Cambian en cada concierto?
Son más o menos fijas. Yo no fui capaz de hacer la selección porque son muchas canciones, son más de 400 y no me sentía capaz; así que pedí a unos amigos que hicieran sus listas con sus canciones preferidas, y de cada una de ellas salían más de 40 canciones. Tuve que hacer un criba, y luego otra criba, y se han quedado 33 o 34 canciones. Algunas son muy conocidas, otras menos conocidas, pero son las que consideraban que, de alguna forma, eran canciones especiales o que marcaron un antes y un después.
En cierto modo, este aniversario y esta gira están planteados como un obsequio al público fiel de Aute que siempre quiere escuchar determinadas canciones, ¿no?
Sí. Es un obsequio en el sentido de que, evidentemente, siempre me piden las canciones que conocen. Que me pasa a mí también; cuando voy a algún concierto que me gusta quiero escuchar las canciones que ya conozco y lo entiendo muy bien. En este caso van a estar, no todas porque no caben, pero sí un montón de canciones de las que quieren escuchar.
Si dices que a ti te pasa… ¿Entiendes esta inclinación que tenemos todos como espectadores a querer escuchar siempre las mismas canciones?
Yo creo que es normal. Las canciones nuevas, al no conocerse, no son tan tuyas, y las que has escuchado varias veces forman parte de tu acerbo, y es lógico. A mí me pasa también; yo quiero escuchar lo que ya conozco, y me hago más reticente a las nuevas, al menos hasta que lo hago varias veces y acabo haciéndolas mías.
¿No cansa entonces tocar siempre las mismas canciones?
Bueno, en realidad no porque llevaba tres discos ya de canciones nuevas, y he estado haciendo giras presentando esas canciones. Evidentemente también he tenido que cantar canciones de otros tiempos, por diferentes motivos; pero no me cansa, porque además cambio los arreglos, cambio cosas… De todas formas, cuando hay una canción así, que de repente la canto sin enterarme demasiado, la aparco y la dejo de lado hasta que la vuelvo a recuperar. Las canciones que canto las canto porque me apetece hacerlo.
Cuando has dicho que cambias los arreglos… ¿Tanto como Dylan?
(risas) No, porque esas versiones de Dylan hasta que no vas por la mitad de la canción no te enteras de cuál es. No tanto. Hay ligeros cambios, pero no tanto.
Haciendo una pequeña digresión para hablar de Dylan y Aute… Él dijo una vez que se consideraba poeta primero y músico después. En tu caso, con tantas disciplinas artísticas, esto debe de ser más complicado, ¿no?
No me considero ni pintor, ni poeta, ni músico, ni cantante. Me considero simplemente un curioso de esos lenguajes, de esos vehículos de comunicación, y lo he hecho toda mi vida además: soy incapaz de distinguir un medio de otro. Se trata de expresar emociones, reflexiones… cualquier cosa que pase por la imaginación. Evidentemente, en cada medio intento hacerlo lo mejor que sé. Por contestarte: me considero más pintor porque fue lo que empecé a hacer desde muy pequeño, empecé a pintar en serio a los 9 o 10 años, y la primera exposición individual la hice con 16; y he hecho muchas exposiciones, por ejemplo la exposición antológica que hice en la Fundación Chirivella Soriano hace algunos años. Así que, ya que me lo preguntas, me considero más pintor, pero no porque pinte soy pintor; me gusta pintar, me gusta escribir poemas, me gusta hacer canciones… Soy un curioso de esos lenguajes.
Entonces…
¡Soy un indisciplinado de las disciplinas! No me gusta la palabra disciplina en un proceso creativo.
Entonces, ¿sientes que, como dijiste una vez de Leonard Cohen, eres un poeta y escribes canciones por accidente?
Lo primero que conocí de Cohen fue su poesía, y después sus canciones. En ese sentido, creo que es más poeta que músico, aunque tiene una personalidad muy fuerte como músico.
Yo creo que se trata de alcanzar la dimensión poética en cualquier medio. La poesía es un concepto; pueden haber poemas que no sean poéticos. Intento alcanzar esa categoría en cualquier partitura, en una canción, en un poema, en unas fotos que haga o en una película. Rozar ese otro lado del espejo que se supone que es donde reside eso que llamamos poesía y yo no sé muy bien qué es; se parece más a la magia, o a sentir una especie de vértigo como si te quitaran el suelo de debajo de los pies… Eso es lo que yo considero que es el concepto de poesía, y es lo que intento tocar en cualquier lenguaje que utilice.
Igual que las relaciones humanas: o son relaciones prosaicas o son relaciones poéticas. Incluso la relación amorosa puede ser simplemente aeróbic de genitales, o tener una relación que intente trascender la realidad que se está viviendo. Eso es la poesía.
Para terminar la digresión… ¿Cuál ha sido la influencia real de Dylan en Aute?
Realmente, influencia en cuanto a estilo no creo que haya mucha, pero sí me provocó la idea de escribir canciones cuando escuché su primer disco. Pensé “bueno, si este tipo, con esa voz terrible y con esos textos medio surrealistas, muy largos, y unas canciones muy simples, con muy pocos acordes, es capaz de hacer estas canciones, yo también”. Sus canciones me estimularon para agarrar una guitarra y ponerme a componer, pero no creo que haya coincidencias en cuanto a estilos; sí en cuanto a la literatura de sus textos, ahí tal vez más, aunque creo que me siento más coincidente con Cohen que con Dylan en cuanto a textos.
Si no tienes ningún tipo de disciplina a la hora de imponerte qué lenguaje artístico utilizar en cada momento, ¿cómo lo manejas en tu día a día?
Trabajo en el caos más absoluto. No tengo ni idea de lo que voy a hacer cuando me levanto por la mañana; depende de algo que haya leído en el periódico, algo que me haya sucedido el día anterior o de una pesadilla que haya tenido, o simplemente de una imagen que se me haya cruzado por medio. Siempre hay una idea que está dando vueltas por ahí arriba, que está intentando encontrar su formato; a veces encuentro el formato, y a veces no. No hay disciplina ninguna: me levanto por la mañana y no tengo ni puta idea de qué es lo que va a ocurrir.
¿Hay contaminación entre todas ellas? ¿Es la poesía?
La poesía es el intento de alcanzar esa dimensión de lo mágico, pero lo que me provoca alguna reflexión es siempre lo mismo: esta cosa que es el ser humano, con sus contradicciones, con esto de aparecer en un planeta sin haberlo pedido y tener que intentar ser feliz y no conseguirlo nunca, luego enamorarse, odiar, envejecer, morir y no saber qué pasa después. Este enigma que es el ser humano y que es todo un universo; el universo entero existe en un ser humano. Ese es el protagonista esencial de todo lo que hago. El bicho humano.
En estos 50 años, ¿tienes la sensación de haberle cantado a algo por encima del resto de cosas?
La verdad es que no tengo la sensación de cantarle a nada. El hecho de componer es interlocutar con un interlocutor, valga la redundancia, imaginario; necesito contar a alguien lo que estoy sintiendo en ese momento, lo que pienso, y entonces puedo utilizar un medio u otro. Es conversar con un interlocutor imaginario que, en este caso, será perfecto porque estará de acuerdo conmigo en todo y no se opond
En medio siglo, supongo que te habrás sentido decepcionado alguna vez con la música…
Sí, pero viene de muy antiguo. Para mí la música es una manera de comunicarme con los demás. Yo no escribo canciones para vender discos, escribo las canciones que me apetece escribir en ese momento determinado, a partir de un estado de ánimo o de cualquier idea. Nunca he estado demasiado próximo a la industria, he trabajado lo más al margen posible porque no entiendo esto de la industria; el mercado de la música no lo entiendo y he intentado evitarlo todo lo que he podido.
¿Crees que ha ido a peor desde entonces?
Bueno, no va a mejor en todo caso (risas). Cuando empecé a escribir canciones, intenté escribir las que yo no escuchaba en la radio, y ahora ocurre lo mismo. Lo que sucede es que la industria es tan potente que va orientándolo a los gustos y creando mercados, y ahí no tengo nada que ver. No me importa y no estoy muy enterado de lo que suena por ahí porque escucho la música que me apetece escuchar y no estoy atento a lo que ocurre por ahí.
Te leí una vez decir algo así como que escuchen tus canciones y que a ti te olviden. ¿Te sigue produciendo esa sensación ser el centro de atención por tus canciones, o con los años has conseguido paliarla de alguna forma?
(pausa) No sé. Si algo puede tener alguna importancia será lo que he hecho. Yo mismo da igual. No tengo ningún interés en que la gente me admire ni nada de eso; intento escribir las canciones lo mejor que sé, lo mejor que puedo, y lo que más agradezco si alguien se me acerca es cuando me dan las gracias porque alguna canción mía ayudó a salir del agujero a alguien. Eso es lo mejor que me pueden decir. Y con eso es suficiente. Con que haya podido suceder eso no habrá sido inútil todo el trabajo. Sobre mí no tengo ningún interés en que nadie admire mi persona, sí que de alguna forma agradezcan mi trabajo en el sentido de haber podido ayudar a alguien.
No sé si te apetece demasiado hablar de política, pero… Sin gobierno y con la presumible repetición de las elecciones, ¿cómo está tu escepticismo en general?
Tú mismo lo has dicho: escéptico, un poco cansado y… que ya veremos. Me preguntan muchas veces cómo veo el panorama, y digo que no lo veo, la verdad. No sé qué puede ocurrir. Me produce una cierta tristeza que estemos en esta situación de desorientación, de incertidumbre, de podredumbre, de mentira, de pocas perspectivas. Hay un poder cada vez mayor, que es el poder económico, el poder de las finanzas, sobre la política; los políticos son unos mandados de los intereses de los financieros, lo estamos viendo. Mientras eso no cambie, se harán parches aquí y allí, pero no habrá ningún cambio esencial. Así que sí, lo veo con escepticismo. Y con ganas de que las cosas cambien, aunque está difícil.
Me había reservado esta parte para el final por si no te apetecía hablar de política…
La verdad, no mucho, porque es muy aburrido. Muy mediocre, sobre todo.
Sin embargo, lo que a ti se te pregunta con normalidad es complicado preguntárselo con naturalidad a generaciones posteriores de músicos. ¿Crees que el músico debe estar implicado en este tipo de cambios y ser consciente de lo que está pasando en la calle?
Creo que, en estos tiempos, mientras uno sea honesto con su trabajo y coherente, ya es bastante. Ya es bastante. Sobre todo, que no tenga el objetivo puesto en el mercado, y poco más. Sin tener en cuenta el éxito comercial. Si todos hiciéramos nuestro trabajo con esa honestidad y con esa coherencia, con ese rigor y esa autoexigencia, las cosas cambiarían bastante. Con que cada uno haga su trabajo lo mejor que pueda y lo mejor que sepa, que sea honesto y sincero, ya es bastante.