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La encrucijada / OPINIÓN

Avelino Corma, un sabio valenciano

11/07/2023 - 

Avelino Corma ha obtenido un nuevo reconocimiento, en esta ocasión como “Inventor Europeo del Año”, un galardón concedido por la Oficina Europea de Patentes que acredita los cerca de 200 instrumentos de propiedad industrial en los que ha intervenido el investigador valenciano como inventor o coinventor. El profesor Corma, inspirador y durante largo tiempo director del Instituto de Tecnología Química, -centro mixto del CSIC y la Universitat Politécnica de València-, nos recuerda, con esta noticia, su camino: el empedrado por el premio Príncipe de Asturias, el Premio Jaume I de Nuevas Tecnologías y una larga sucesión de decenas de honores, tanto españoles como internacionales, que ha cosechado durante más de cuarenta años de dedicación profesional.

Afirma el profesor Corma que “el secreto de la investigación es la curiosidad, la perseverancia y el trabajo duro”. No cabe la menor duda de que tales cualidades le han acompañado a lo largo de su vida. Una curiosidad que ya se hacía notar cuando acompañaba a su padre al campo y le sometía a extensos interrogatorios en aquel Moncofa de su infancia. Un trabajo duro que sólo puede sustentarse sobre una personalidad en la que la llamada del laboratorio se disfruta más o tanto como la del ocio. También el profesor Ernest Lluch afirmaba que, cuando se trabaja en algo que gusta, se obtienen las mismas sensaciones que cuando se desembarca en actividades propiamente lúdicas. 

Con todo, la curiosidad, la perseverancia y el esfuerzo no explican plenamente el éxito de este científico que, sin duda alguna, es uno de los más prestigiosos de España y un referente internacional de primera línea en el mundo de la química. El profesor Corma ha sembrado, desde el Instituto de Tecnología Química (ITQ), un semillero de vocaciones científicas que, ahora y en el futuro, abrirán nuevas sendas de desarrollo al sistema de innovación de la Comunitat Valenciana. Un maestro y un buscador de oportunidades para la nueva inteligencia, en esta Comunitat nuestra todavía reacia a resetearse y situar el talento, como mínimo, a la misma altura que los recursos gratuitamente proporcionados por la naturaleza. 

Un maestro que se ha desempeñado como servidor público. Que hubiese podido escoger la vía de la actividad privada y obtener fortuna de ella. Sin embargo, ha preferido ese carril de las decisiones personales que llevan a trabajar por el conjunto de los ciudadanos y hacerlo, además, desde su propia tierra. Con el mérito añadido de reinvertir en el ITQ importantes regalías de las patentes registradas para estimular su crecimiento y ampliar sus objetivos. Un proceder personal que resalta esa pasión de ser útil a los demás sin colocar el propio interés como único norte de la vida. Una forma de ser y actuar  no siempre apreciada ni siquiera bien entendida en nuestra tierra por quienes confunden el engaño y la picardía con la inteligencia e identifican el ir de listos con el colmo de la agudeza.

Este profesor de investigación del CSIC es el mismo que, desde su creación, ha invertido sus capacidades en la Agència Valenciana de Innovación. Una Agència discreta ante los medios de comunicación pero que, tras los centenares de proyectos que tiene aprobados, podría proporcionar muchas historias de éxito merecedoras del interés público. Una Agència que, con el liderazgo y desprendida colaboración del profesor Corma, ha delimitado las necesidades innovadoras de la economía valenciana (incluido su sector público) que pueden obtener respuesta empleando los centros valencianos de I+D+i. Una estrategia articuladora de empresa e investigación que coincide  con la aplicada en los países que van a la cabecera  de la productividad y el bienestar. Un ejemplo de colaboración público-privada perfectamente identificada y canalizada que permite solucionar problemas concretos y abrir expectativas inéditas a las empresas y a las administraciones públicas, al tiempo que se amplían las oportunidades profesionales de los jóvenes investigadores. 

Sólo ese tipo de disposición a trabajar por el interés general, desde una posición activa y responsable,  debería ser causa suficiente para elevar el reconocimiento del profesor Avelino Corma, más allá de los circuitos oficiales y de la proximidad profesional o geográfica. Una consideración pública que gane nuevos enteros con la actual implicación del ITQ en la descarbonización y su papel como agente de la eficiencia medioambiental, como combatiente indesmayable del cambio climático. Más de una lección de sentido común, ética ciudadana y solidaridad intergeneracional podría proporcionar el profesor Corma a los negacionistas.

Y, aunque nunca lo reconocerá desde la suma de su modestia, prudencia y conocimiento de las preferencias académicas, permitan que exprese mi esperanza de que algún día Avelino Corma sea nuestro primer Nobel valenciano. Seguro que, de producirse, algunos poderes saldrán de su actual letargo y asumirán la importancia de la investigación, la innovación y el conocimiento como motores de las ambiciones valencianas. Porque, a la larga, el prestigio que aportan las personas es un prestigio sin caducidad para los territorios.

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