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EL MURO / OPINIÓN

Banderas y colores

Menudo negocio están haciendo algunos con la venta de banderas cuando detrás existe una manipulación sentimental y patriótica y unos intereses políticos que, como sociedad, deberíamos exigir se solucionen sin necesidad de apelar a los colores que diferencian

15/10/2017 - 

VALÈNCIA. Somos un país de banderas, aunque no siempre a todos una la misma. Eso no sucede con otras sociedades avanzadas en las que la bandera es una y une, aunque también existan muchas más. Viajar por Estados Unidos en automóvil, por ejemplo, y cambiar de estados durante tiempo deja siempre una señal inequívoca de que allí una misma bandera identifica, pese a su diversidad cultural. Y ojo con tocarla. No sólo ves la denominada barras y estrellas en organismos oficiales, tazas de café, calendarios, platos o camisetas, por poner algunos ejemplos, sino que no hay pueblo por muy perdido que esté en uno de sus recónditos condados que te puedes cruzar de norte a sur y de este a oeste en el que no cuentes decenas de ellas a las puertas de las residencias privadas, por muy ricas o modestas que sean. No defiendo banderas. Nunca he creído mucho en ellas. Sólo reflexiono sobre su significado.

Según la RAE, bandera es una “tela comúnmente rectangular  que se asegura por uno de sus lados a un asta o a una driza  y se emplea como enseña o señal de una nación, una ciudad o una institución”. Sin más. La RAE no añade más calificativos ni pone pasiones en su descripción que es más bien aséptica. Las banderas suelen unir, pero también separan externa e internamente. Y ahora hasta identifican bandos como así nos quisieron transmitir en la Historia y nos han querido manifestar de nuevo para generar división y tensión. Hoy y ayer, en este país bandera es síntoma de diferencia. Así que estamos en plena batalla de banderas. De repente, mi finca siempre neutral en todo estos asuntos de fiestas y conmemoraciones, como la de enfrente, la contigua, la de la plaza más próxima, en los barrios, los pueblos, las aldeas e incluso en los puestos de los mercados que nos suministran fruta o pescado se han llenado de banderas con los que querer manifestar patriotismo, de uno u otro color. A su manera, se sienten y manifiestan de un bando. Hablamos del lío de Cataluña.

Esto de las banderas siempre ha sido para mí un tema intrascendente. Soy ciudadano del mundo y del país, la ciudad o la autonomía que visitó. Siempre intento comportarme como uno de ellos. Así que, no vibro con ellas. Pero en esta ocasión han servido para convencerme que una crisis de esta naturaleza puede servir también para efectuar un gran negocio. 

 

Un conocido mío, propietario de una tienda de telas, se frota las manos por el dinero que está haciendo con la venta de metros y metros de banderas, tanto nacionales como autonómicas, que a él sí le dan igual. Cada día efectúa desde hace semanas dos pedidos diarios de más metros de tela para su venta al menudeo. Se está forrando, asegura. Desaparecen a la carrera.

Me cuenta que él sólo saca un ligero porcentaje de la venta de metros de tela coloreada, pero me recuerda que quien está realmente haciendo el negocio no es la industria textil catalana, que al menos podría haber sacado algo de beneficio para su propia sociedad en caso de que la industria no hubiera terminado siendo desmantelada por culpa de la crisis, los impuestos, el precio de mano de obra, la fabricación más barata en países subdesarrollados y sobre todo las malas gestiones políticas. No, el negocio lo están efectuando principalmente en China que es quien se encarga de su fabricación y ha puesto la maquinaria a pleno rendimiento para que nadie se quede sin una de ellas. Nosotros hemos puesto el marketing. Pero no por interés comercial, sino de partidos. 

Otro amigo, en este caso dedicado a la política, me recuerda que en clave subterránea hace unos días comenzó a correr la voz -es cómo funciona en política- para que calles y manifestaciones se llenaran de banderas para contrarrestar fuerzas simbólicamente. Y allí que se fueron todos, muchos de ellos manipulados por los partidos políticos, pero sobre todo por los medios de comunicación públicos, en este caso nacionales y autonómicos, a por la suya. Así lucían las imágenes que nos repetían sin descanso a través de las pantallas y con las que al parecer se reafirmaba un sentimiento de patriotismo en ambos sentidos nunca visto, su respectivo nivel de fuerza.

Esta crisis, además de múltiples experiencias y lecturas, ha dado también otro tipo de lecciones. Una es la facilidad con que se puede manipular a la sociedad con engaños y discursos repletos de mentiras y amenazas; otra ha sido la forma en que los gobiernos manejan los medios de comunicación públicos para estafar nuestras idiosincrasias, emociones y sentimientos, bajo sus intereses, cueste lo que cueste y sin escrúpulos. También lo fácil que es maniatar la libertad de información o ajustarla a caprichos cuando se financian de los impuestos de todos los ciudadanos de un país, sin excepción de color político, raza o religión. Y lo más triste, para dividir y fragmentar ya no sólo sociedades sino familias y amigos. Y todo por una bandera.

 

Existen unos culpables que por sus intereses de partido o desmesurada ambición, inutilidad, soberbia y medianía nos han metido en esta historia difícil de reconducir sin nuevas fracturas y/o dolorosas consecuencias. Pero lo peor es que nunca lo pagarán mientras en la calle se abren cabezas, distancias y hasta abismos culturales e históricos muchos ya irreconciliables. No entiendo hablar de derechos civiles cuando se violan, incumplen y manipulan. Incluso a golpes autorizados y hasta permitidos por todos esos locos a los que se les da barra libre, como sucedió este pasado fin de semana en Valencia.

Qué bien les ha venido nuestro marketing a los chinos. Ellos siempre salen ganando. Nosotros somos en cambio los que perdemos. Y, además, pagamos la manipulación a la que nos someten aquellos a quienes parece no importarles la violencia y menos el respeto y la tolerancia de la sociedad a la que dicen con grandes discursos sentimentales se deben. Me sobran. Más aún si sólo saben envolverse unos y otros en una bandera y se agrandan desde un nivel intelectual ínfimo. En este caso la de sus propios intereses. A mí sólo me preocupa la sociedad civil. La que trabaja sin descanso para salir adelante, aguanta, tolera y todos estos joden considerándose grandes estrategas. Un problema político se arregla desde la política y nosotros debemos exigirlo sin colores añadidos. A todos.

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