VALÈNCIA. Cuando alguien tiene la inquietud de poner en marcha proyectos en serie le pasa lo que al empresario Fran Baena. Y es que al vender su joya de la corona, The Black Turtle, ya no hay transición ni descanso que valga. Esta misma semana se daba a conocer la adquisición por parte del grupo Atitlan de la cadena de hamburgueserías impulsada por el valenciano, que ahora centrará toda su atención en el segundo de sus proyectos en activo: Bastard Coffee & Kitchen.
Baena puso en marcha The Black Turtle en el año 2014 con un primer local en la Plaza Xúquer. Un modelo que acabó por convertirse en la primera franquicia de hamburgueserías 'made in Valencia'. Un total de nueve restaurantes repartidos por la Comunitat Valencia -seis en Valencia, uno en Xátiva, uno en Sagunto y otro en Alicante- de los que solo dos eran propios. "Empecé trabajando en una empresa familiar en la que hacíamos packaging para interproveedores de Mercadona. Con 25 años me fui a Estados Unidos, porque siempre me había gustado el mundo de las franquicias", explica.
Con estudios en Marketing, se fue a las Américas para trabajar en franquicias del sur de Tennessee. Tras intentar traer a España un modelo que no funcionó, pasó a trabajar en una empresa inglesa dedicada al modelo. Sin embargo, sus 33 años le hicieron dar un paso al frente: o seguir trabajando por cuenta ajena para siempre o intentar poner en marcha un nuevo negocio. Fue entonces cuando nació el primer The Black Turtle en plena zona universitaria. "Esperamos ocho meses hasta abrir en Ruzafa, donde decidimos instalarnos al lado del número uno entonces, Mediterránea de Hamburguesas", reconoce.
Tras dos casos de éxito decidieron lanzarse a las franquicias con un primer local en Alameda. "Desde el primer momento en el que creamos el concepto, como estaba acostumbrado a trabajar con las grandes marcas americanas, lo hicimos con la intención de poder replicarlo y en algún momento venderlo", explica. "Se trata de no enamorarte de la marca, sino de cortar y pegar con cariño". Entre la puesta en marcha de la primera franquicia y la segunda dejaron pasar un lapso de varios meses para ver si realmente el modelo funcionaba. "Antes de seguir franquiciando queríamos ver números y no engañar a nadie".
En este impás, se dieron cuenta de que en el entorno de la Plaza Xúquer -donde también tenían oficinas- al tener reuniones con los proveedores solo había bares. "Con mi mujer, que es tan culpable de esto como yo, siempre veíamos conceptos que nos encantaban y pensamos que faltaba algo en la zona para tomarte un café o para hacer un brunch, porque que no había nada del estilo", apunta Baena. De ahí surgió Bastard, una segunda línea de restauración que asegura que no será franquiciable.
Se trata de un local con decoración industrial y grandes ventanales cuya estética se sale del circuito del barrio. Un local con aires neoyorquinos abierto durante todo el día en el que su reclamo es la repostería, los desayunos y las tartas de varios pisos, pero en el que hay opciones para cualquier comida. "Todo se hace en el local, se cocina en lugar de montar y de 8 a 12 de la noche vamos cambiando la carta. Tenemos tres pasteleros a tiempo completo haciendo los dulces", explica.
Tras el éxito del primero y de abrir un segundo Bastard en Marqués de Sotelo, su intención es continuar puliendo el concepto y abrir un local o dos más. A partir de ahí, todo vale. Y es que su ambición es seguir creando nuevos espacios con ambientes diferentes. "No queremos repetir siempre el mismo modelo. "Si nos apetece hacer una tasca o un italiano lo haremos, pero con tranquilidad y siendo siempre propio”. Habrá que esperar hasta próximo aviso.