VALÈNCIA A TOTA VIROLLA

Batucada en la calle Colón: qué debe sonar en una manifestación

Una protesta dentro de la protesta. Los estragos de la festivización de las marchas. Cuando una manifestación se convierte en tardeo

1/07/2023 - 

VALÈNCIA. En apenas una semana de diferencia, la calle Colón, como arteria de la geografía de la protesta, recibió dos manifestaciones consecutivas: la que marchaba contra la ampliación del Puerto de València y la que se congregaba en la celebración del Orgullo Gay. Una vez caducado el señuelo del metaverso (el gobierno de Navarra acumuló un total de 30 usuarios en su primer mes de plataforma oficial), las personas siguen protestando en la plaza pública. 

Mientras que del Orgullo se daba por supuesto su despliegue festivo, en cambio en la marcha contra la ampliación del Puerto se dio una protesta dentro de la protesta: la metamanifa en contra del jolgorio musical que la acompañó en algunos tramos. “Vinc de la manifestació contra l'ampliació del port de València. Estic fart que a cada manifestació que muntem des de l'esquerra es faça festa”, escribió el usuario Hèctor Peralta 

Más allá del caso concreto, se abría un melón imprescindible: a qué suenan las protestas. Al igual que en el código de vestimenta, ¿debe regir un código de conducta musical en una marcha? Encadena con un duda de carácter mayor: ¿para protestar hay que aparentar cabreo?, ¿se puede estar cabreado sin necesidad de marchar en silencio? 

La batucatización de la expresión pública añadía ruido y descolocaba a muchos de los manifestantes. Se supone que quien protesta contra la extensión portuaria debe estar enfadado y por tanto no admite ninguna deriva festiva. ¿Pero es incompatible con marchar al paso de una playlist manifestante? 

La diferencia con lo que ocurrió siete días después, en el Orgullo Gay, tenía que ver con la previsibilidad. Tras décadas de marcha, el Orgullo evidencia que protestar y celebrar en ocasiones es lo mismo, aunque uno de los gritos más habituales estos días ha sido el de “no es una fiesta, es una protesta”. Los policías que, en el 69, entraron en el bar de Greenwich Village, prendieron la luz para señalar a quienes ya de por sí estaban señalados, condenados a la oscuridad. Esa misma luz, reapropiada, ha sido la que ha venido alumbrando el movimiento de emancipación: es festivo porque la fiesta es lo que esos policías tacharon como inconcebible, grotesco y por tanto irrealizable. Danzar es una manera de derrocar lo inamovible, de representar a quienes no pueden hacerlo.

Si la manifestación contra la ampliación portuaria debía conllevar uno u otro ritmo, es difícil de acordar por el escaso historial de las marchas. Pero su posicionamiento la sitúa en el terreno de la conservación, y por tanto de una resistencia activa que conjuga mal con los pasos de la batucada. 

El investigador experto en arqueología, Tono Vizcaíno, se zambulló en el registro sonoro de la protesta para el proyecto ‘Indústria’ (en el IVAM). En él se escuchaban algunas locuciones de Radio Alcoy, sobre las manifestaciones de los años 70, donde el sonido, escasamente musical, se reducía a cánticos musicados. En su investigación, a partir de manifestaciones obreras en Sagunt o la Vall d’Uixò, encontraron consignas llevadas a la música hechas tonadilla. 


En el contexto de las fábricas, trabajadores -y sobre todo trabajadoras, remarca Vizcaíno- tomaban canciones conocidas que escuchaban por la radio y les cambiaban la letra ácidamente para denunciar sus condiciones de trabajo. Sin noticias, en cualquier caso, de unas batucadas heredadas de las celebraciones deportivas, al calor del Barça de Guardiola y Ronaldinho. Y claro, una rúa no es un acto de protesta. La delgada línea entre la queja y el despiporre.

La marcha contra la ampliación del Puerto culminó con las actuaciones de Los Chikos del Maíz, Maluks y Xavi Sarrià, con un corte esencialmente reivindicativo. En cambio, muchos de los sonidos durante la protesta, tenían que ver con los sonidos ambientales. Algunos testimonios lo justificaban como una forma de atraer a un público perezoso para quienes ‘con fiesta, la manifa entra’. Un argumento que conecta de manera imprevista con el líder de NNGG del PP en Madrid, Ignacio Dancausa, y las ventajas nocturnas de la militancia.

El problema no es el acompañamiento musical, sino el tipo de convivencia sonora: si en lugar de reivindicar, la música convierte la protesta en un tardeo o en una sala de espera del dentista. Estamos a punto de asistir a manifestantes reclamando su particular vagón del silencio: el tramo aislado de batucada. Por el derecho al descanso de quien protesta. 

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