VALÈNCIA. Reducir el desperdicio de alimentos es una necesidad imperante y uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Lo es porque según el último estudio de la ONU (2021), cada año el 17% de los alimentos producidos en todo el mundo se desperdician. Además, la producción de estos alimentos supone el 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero, consume un 30% de la tierra destinada a cultivo y un 20% del agua dulce. Datos que se suman a otra realidad: con ese porcentaje de desperdicio alimentario se podría alimentar a más de dos mil millones de personas y se podría solventar la subalimentación a nivel global, según la FAO.
Datos que hacen replantearse el modo en el que consumismos, pero también la manera en la que discriminamos una fruta o verdura por su apariencia. Y es que, la exigencia de que los lineales de los supermercados estén repletos de productos brillantes, sin rasguños e impolutos, hace que el resto de productos que no cumplen esos cánones de ‘belleza’ se desperdicien o, en el mejor de los casos, se usen para la industria de los zumos. Con el objetivo de hacer frente a esa realidad en 2020 nació en Francia la startup Bene Bono. “Los tres fundadores (Grégoire Carlier, Sven Ripoche y Claire Laurent) se dieron cuenta de que se estaba desperdiciando una gran cantidad de producto alimentario y surgió la idea de intentar salvar estos productos a través de un modelo de suscripción”, detalla Camille Martínez, responsable de Bene Bono en España.
Un modelo que tres años después ya está instalado en cuatro ciudades francesas y tras el éxito de su llegada a Madrid y Barcelona ahora Bene Bono hace lo propio en València y alrededores. Lo hace para establecer su red y, así, ayudar al productor que tiene frutas y verduras ecológicas imperfectas y al consumidor que quiere ayudar a frenar el desperdicio alimentario. Se trata de productos 100% ecológicos y cultivados en España, por lo que ayuda a los agricultores a dar salida a esas frutas y verduras que de otro modo se convertirían en un desperdicio. Productos que como apunta Camille Martínez “suelen ser descartados por tener un calibre pequeño o grande, que tienen una forma atípica o por tener marcas o manchas en la piel”.
Así lo confirma Enric Navarro, agricultor responsable del proyecto Terra i Xufa y uno de los productores de la Comunitat Valenciana que colabora con Bene Bono desde febrero. "Los estándares de calidad en los productos ecológicos son los mismos que en los productos convencionales, por lo que también son descartados aquellos que no cumplen una serie de requisitos", comenta. En su caso, explica, los venden a empresas que transforman esos productos —conservas o zumos— pero "el precio es menor". De ahí que proyectos como Bene Bono "sean una muy buena opción para vender esos productos que no cumplen con el calibre adecuado, que no son perfectos o que tenemos un excedente porque la demanda se ha frenado". En su caso, pueden ser desde patatas, habas col romancesco, col china, boniato...
Unos productos que el cliente adquiere y que no solo está ayudando a ‘salvar’ sino que también supone un ahorro económico ya que su precio es un 30% menor que en tiendas y supermercados. Un ahorro que se debe a que el cliente está comprando un producto que se va a desperdiciar y que es adquirido por Bene Bono cada semana en función de los productos que tienen los productores y las cooperativas. Una red que en la actualidad cuenta con cuarenta productores en España que cada semana llenan con sus frutas y verduras las cajas que elabora la startup. “Al final trabajamos como un supermercado, que semanalmente recibe los productos”, ejemplifica señalando que la compañía compra cada semana lo que necesita para “evitar el desperdicio”.
El sistema de Bene Bono es muy sencillo. Cada semana los usuarios pueden elegir entre dos tamaños —el esencial, de 4,5 kg o el familiar de 9 kg— y entre una cesta variada —fruta y verdura— o específica —fruta o verdura—. Un contenido de la cesta que puede consultar todos los jueves y en el que se puede sustituir alguno de los productos —antes del sábado por la noche— y a finales de año se podrá confeccionar la cesta al gusto de cada persona. “El cliente podrá modificar el pedido según sus gustos y necesidades”, comenta Camille Martínez resaltando que será un paso importante para afianzar el sistema diseñado por la startup.
Además, existe la posibilidad de recibir la cesta en casa o ir a recogerla a los puntos físicos, que suelen ser pequeños comercios. En Valencia actualmente hay 36 puntos de recogida. "Queremos vincular a los clientes con las tiendas de barrio, las pequeñas", explica Martínez resaltando que “la suscripción es 100% flexible y el usuario puede omitir el envío en caso de que no sea necesario, ya sea porque tiene existencias o porque está de viaje”.
Según detalla Camille Martínez, en España se han encontrado con una realidad distinta a la de Francia: las personas no están tan acostumbradas a adquirir productos frescos ecológicos. “Es un producto que se daña antes porque no hay un tratamiento con químicos, y esto es algo en lo que estamos incidiendo a nuestros clientes”, comenta Martínez ensalzando el sabor de estos productos. También resaltando que España es un más un país exportador de fruta ecológica que consumidor. Y está en lo cierto pues, con datos de 2021, España cuenta con algo más de 2,6 millones de hectáreas en producción ecológica (un 10,8% de la Superficie Agraria Útil), lo que sitúa a nuestro país en los primeros lugares por superficie de agricultura ecológica. Por ello, Camille Martínez señala que “estamos haciendo una labor de acercamiento de estos productos a los hogares españoles”.
Del mismo modo opina Enric Navarro, quien además señala que la demanda ha descendido en este último año. "El 70% de nuestros productos se exportan a países de centroeuropa, pero desde la subida de la inflación hemos visto cómo han descendido las exportaciones por lo que este tipo de iniciativas son muy positivas pues ayuda a que las familias se acerquen al producto ecológico", señala. Además, explica que es un modelo de distribución que ya funciona en otros países europeos por lo que "es positivo que hayan este tipo de iniciativas para que se relance el producto ecológico".
Ahora, Bene Bono da un paso más allá y también elaboran cestas con alimentación seca (garbanzos, aceites, vinagres…), una opción que estará disponible en España a finales de año y sigue la misma esencia que las frutas y verduras: “Son productos que tienen una fecha de caducidad corta, una remesa que ha salido con una etiqueta mal o con un envasado que no es del todo correcto pero el producto se mantiene intacto, una sobreproducción…”.
Un modelo que de momento se basa en Madrid, donde reciben los productos de los agricultores y desde donde se envían tanto a la propia capital de España como a Barcelona y València. Un desplazamiento que supone un coste de emisiones, aunque “está compensado por el agua y el CO2 ahorrado al no desperdiciar un alimento producido”. Concretamente, desde su llegada a España en febrero de 2023 Bene Bono ha salvado unas 60 toneladas de fruta y verdura que se iban a desperdiciar, equivalente a un ahorro de 30 millones de litros de agua. Y, a nivel global: se han ahorrado 300.000 kilos de emisiones de CO2 y cerca de 490.000 millones de litros de agua. No obstante, para paliar esta situación la empresa tiene en mente ampliar el número de almacenes para que haya uno en cada zona en la que operen. "Llevamos muy poco en España y, por el volumen de demanda, todavía no sale a cuenta”, comenta.