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crítica

Benjamin Bernheim exhibe su canto de impacto eléctrico en Les Arts

22/02/2022 - 

VALÈNCIA. ¡Qué suerte para el aficionado poder contar en el Reina Sofía con el tenor de moda, y uno de los de mayor futuro del panorama internacional!  Benjamin Bernheim demostró ayer domingo por qué a sus 37 años está cantando en los mejores teatros del mundo Rigoletto, Traviata, Fausto, L’elisir, Manon, Bohème, y Romeo y Julieta. Lástima que aquí no cantara nada de todo esto, su verdadera especialidad. La sala, más vacía que nunca, se explica fácil. Uno de los tenores más aclamados del mundo, dueño de un instrumento extraordinario, que maneja con elegancia y maestría, requiere ser visto y escuchado en lo suyo. 

Como otras veces, Les Arts es capaz de acercar a destacadísimas estrellas de la ópera… para cantar lied, provocando con ello el descontento general, por su incapacidad de crear el atractivo encuentro. Más números rojos para la caja, y otra histórica oportunidad perdida. En cualquier caso fue un gran disfrute para los amantes del canto que buscan la belleza de ese arte, y es que, escuchar a Bernheim, cante lo que cante, es un privilegio. 

El top del mundo

Benjamin Bernheim es tenor lírico valiente, de voz franca, exquisita musicalidad, y que practica un canto sabio y cuidadoso de gran personalidad. Destaca especialmente por sus inigualables características en la franja media alta, a partir del pasaje, -y antes del agudo-, donde la liberación del sonido es grandiosa, y donde se convierte en el top del mundo. 

Ahí despliega una voz robusta de volumen generoso y buen tronco, extraordinario squillo de verdadero impacto superlativo, de timbre más que brillante, eléctrico, plateado, y de belleza metálica, que deja a quien le escucha con la boca abierta y el ánimo encendido. Esas notas estratosféricas son oro puro, brutales, como lo eran las del gran Plácido Domingo joven, de similares timbre, brillo, emisión y colocación.

Foto: MIGUEL LORENZO.

En el resto de registros no sucede el milagro, y sus graves son escasos, pero su perfecta colocación cubierta, le permite desarrollar un canto controlado, entregado, libre, de fácil emisión e impecable proyección a la máscara, sin la ayuda de los resonadores de cabeza. Benjamin Bernheim dibuja la música con su canto lleno de color y expresión, recreándose en la utilización de las dinámicas en la búsqueda del contraste, pasando del fortísimo a las notas piano con un juego que enriquece su arte. 

Estuvo acompañado al piano por la directora de orquesta canadiense Carrie-Ann Matheson, de técnica tan sólida como la del francés. Aportó su gran musicalidad y seguridad en su labor de apoyo comprometido al joven tenor. Destacó más su opulenta inspiración en los pasajes de fuerza que en los más delicados, pero demostró ser una enorme profesional, y por qué es tan requerida por tantos. 

El lied expresivo de Bernheim es un canto sutil y directo, perfecto para las melancólicas y mágicas canciones de Ernest Chausson de su Poème de l’amour et de la mer, cercanas al modo operístico más que el lied intimista. Con texto de Bouchor sobre las fases del amor en la vida, demostró el tenor sus maravillosas dotes expresivas y su asombroso poder electrizante en la desgarradora La fleur de eaux, dicha con rotundidad, y con la plenitud y limpieza de su voz llena de colores. 

En la tan cromática La mort de l’amour, dejó el francés en segundo término la debida dulzura en sus espectaculares crescendos, al sacrificarla por el uso de su emisión impactante focalizada en los resonadores frontales.

Cuatro bellísimas canciones de Johannes Brahms seleccionó el tenor para entrar en el más clásico estilo del líder romántico alemán. De conmovedores textos líricos repletos de amor a la naturaleza, fueron resueltas con gusto y acierto por ambos músicos. Bernheim deambuló de arbusto en arbusto en el Die Mainacht gracias al poeta Hölty, pero también de frase en frase en el mejor de los legatos, siguiendo una línea inquebrantable de canto verdaderamente elocuente. ¡Qué lección de homogeneidad en el color en Auf dem Kirchhofe!

Terminó el recital con tres canciones de Henri Duparc y texto de Baudelaire, de extrema sensibilidad, que pianista y cantante supieron hacer deliciosas. Bernheim, -siempre con dicción admirable-, cantó L’invitation au voyage con voz luminosa y segura. Con Phidylé recorrió los senderos de flor de forma apasionada, y bien firme en la emisión se mostró en la evocadora La vie antérieure con la que volvió a acariciar con su particular festival de colores.

También sé cantar ópera

Foto: MIGUEL LORENZO.

De inicio se anunció el concierto de lieder con una guinda en forma de aria de ópera. Exactamente el Kuda Kuda de Eugenio Oneguin de Chaikovski. Esa extravagancia quizá respondía al interés del tenor en demostrar cuál es su especialidad; algo así como “un momento, no se vayan todavía: también sé cantar ópera”. Y así fue. Con el aria de Lensky se inició la parte de mayor disfrute. Para el público, y para él. 

La interpretó desde el interior, en expresión del inmenso dolor del personaje, envolviendo las notas en una homogeneidad de color excelsa, y volviendo a regalar su tremenda y singular fuente vocal robusta de impacto, su construcción magistral de las frases, y ejercitando las dinámicas hacia el piano de manera ejemplar. 

Pero ahí no acabó. Cantante y pianista quisieron responder a los aplausos que iban creciendo. “Una más”, dijeron: Madama Butterfly. Benjamin Bernheim entonó en francés la despedida de Pinkerton del último acto de manera plena, brillante, espléndida, no exenta de sutilezas, y con ese especial timbre penetrante y sobrecogedor, que al propio Puccini le habría emocionado. 

Pero ahí no acabó. Los aplausos habían crecido. “Una más”: Morgen, pieza clave de Strauss, que el tenor aprovechó para regalar más gusto y sencillez, y más transiciones al pianísimo en puro deleite.

Pero ahí no acabó. Había llegado el clímax. “Una más”, de nuevo anunciaron en complicidad ambos intérpretes: Pourquoi me réveiller, aria de Wherter de Massenet, con la que el tenor, de nuevo hizo soñar a los asistentes, con su voz fresca, su firmeza, y su interpretación llena de efusión y de ritmos controlados.

No sé si llegará el francés a ser un especialista en esto del lied. Es muy probable. Pero de lo que no cabe duda es que Benjamin Bernheim es ya una realidad de excepción en el mundo del canto, por las excepcionales cualidades de su voz, y por la elegancia de su música expresiva. Tiene aspecto de príncipe y toda la vida por delante. Su simpatía está a la altura de sus posibilidades en un reino donde los grandes, como él, brillan para hacer felices a los aficionados.


FICHA TÉCNICA

Palau de Les Arts Reina Sofía. 20/02/2022

Recital lied

Obras de Chausson, Brahms, y Duparc

Tenor, Benjamin Bernheim 

Pianista, Carrie-Ann Matheson

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