Las bibliotecas del futuro ya no serán estanterías con libros y cómics y largos pasillos en los que reina el silencio. Serán puntos de encuentro para la comunidad, adecuados a sus necesidades, en los que el contenido será importante, pero que tendrán vida propia
VALÈNCIA.- La biblioteca del futuro es presente en países como Canadá, Dinamarca y Estados Unidos. Su objetivo es mejorar la comunidad que la rodea y, por extensión, la sociedad en general, y no lo apuesta todo al libro, sino a las personas. La innovación actual en estos espacios del saber que se remontan a más de 6.000 años de historia pasa por hacer partícipe al ciudadano en un intercambio que no solo se asienta en el tradicional concepto de aprendizaje, sino también en los de privacidad, protección, propiedad intelectual y desarrollo económico.
Del mismo modo que en el pasado impulsaron el imperio egipcio en el siglo III antes de Cristo, las matemáticas en la Arabia del siglo XIV y el paso en Europa del oscurantismo religioso al Renacimiento en la Edad Media, ahora aspiran a proveer las claves para encarar de manera compartida esta era digital y conectada.
Como apunta en su libro Ampliemos expectativas una de las principales voces de este cambio de paradigma, el profesor y director de la Escuela de Biblioteconomía y Ciencias de la Información de la Universidad de Carolina del Sur, R. David Lankes, «ya no se basan en libros y objetos, sino en el conocimiento y la comunidad. Aprovechan los avances tecnológicos para empoderar a nuestras sociedades y ayudarlas a mejorar», y sus trabajadores «son agentes radicales del cambio positivo en nuestras aulas, salas de juntas y cámaras legislativas».
En el condado de Onondanga, en el estado de Nueva York, existe una LibraryFarm donde se ha atendido el interés de los vecinos por la jardinería con la preparación de un terreno de cultivo en el que se facilitan parcelas. La iniciativa ha dado pie a charlas sobre nutrición, al estímulo del comercio de proximidad y a la puesta en marcha por parte de las girl scouts locales de un hotel de insectos para atraer a los que son necesarios para el cultivo orgánico. La Biblioteca Libre de Fayetteville (EEUU), por su parte, ha implementado un Maker Space, esto es, un espacio físico donde varios usuarios comparten recursos y aprendizajes para crear productos. Los interesados pueden servirse de una impresora en 3D, máquinas de coser, cortadoras de láser y de vinilo.
* Lea el artículo íntegramente en el número 83 (septiembre 2021) de la revista Plaza