Este 2021 se celebra en el calendario el año Berlanga. Todas las fuerzas políticas valencianas acordaron por unanimidad honrar el Centenario del nacimiento del genial y universal director de cine valenciano. No hubo ningún pero. El inicio del curso cinematográfico berlanguiano coincide con el agravamiento de la situación de las salas de cine del Cap i Casal, que esta semana se han visto abocados en su gran mayoría a bajar la persiana cancelando toda la programación prevista. Un sector que apenas se manifiesta. Una industria que como el resto necesita urgentemente de ayudas públicas. Necesitamos salvar las pantallas y las butacas, volver a reencontrarnos próximamente con los amigos en las puertas de un cine, quién quiera con un cubo de palomitas, en mi caso las detesto.
Aún recuerdo mi primera película perdiendo la virginidad con el pase de La historia interminable en mi primera cita con una sala. Cómo también no olvido la cinta que estrenó el video VHS que adquirió mi padre, Top secret. Para los nacidos en la era digital les sonará a chino. Luís García Berlanga nunca se ha marchado de nuestras vidas. Sigue presente. Su cine es inmemorial. Universal. Bárbaro. Satírico. Pirotécnico.He de reconocer que con el guion de Tamaño natural rozó el cielo. Y sigo riendo cada vez que proyecto en mi viejo televisor Bienvenido Mr. Marshall.Si no recuerdo mal, y la memoria no me falla en unos cursos de verano celebrados en Madrid, el director norteamericano más conocido como Spike Lee afirmó que Berlanga había sido uno de los mejores de la industria del séptimo arte.
Hablar de Berlanga, es hablar del surrealismo en el cine. El valenciano supo hacer reír a carcajadas a varias generaciones de españoles con brillantes guiones. La imaginación de Berlanga no tenía límites capeando hasta la férrea censura impuesta por la dictadura militar franquista. Él afirmaba que sus películas eran Fallas. Recuerdo el fallido proyecto que le propuso el por aquel entonces alcalde de la ciudad Ricardo Pérez Casado para colaborar con el monumento municipal. No se llegó materializar. Con el paso de los ejercicios creo que una comisión fallera de Ciutat Vella hizo realidad la famosa teta de Berlanga. Otra faceta que nunca escondió ante el resto de colegas de profesión fue su pasión por el fútbol. Al igual que otro genio universal valenciano, el desaparecido Juan Genovés, Berlanga se declaraba acérrimo seguidor valencianista. En una entrevista llegó a declarar “dentro del fútbol, sí que soy patriótico valenciano”. Él vivió aquel Valencia de posguerra eléctrico, bronco y copero de la década de los cuarenta.
La grave situación sanitaria nos está obligando a pasar más horas de la cuenta en casa. Semi confinados, son tiempos para el zafarrancho, para la lectura, para la reflexión, para la práctica del deporte individual y por supuesto para sentarnos en nuestra butaca con el fin de desempolvar cintas VHS, quien conserve un video -es mi caso-, o por el contrario estoy seguro que por los cajones encontramos algún DVD precintado con sello berlanguiano. Pasarán un rato agradable, reirán y aparcarán las noticias del continuo aumento de número de infectados. Cómo ha cambiado la vida en tan pocos años, durante mi escolarización, el positivo fue símbolo de progresar adecuadamente. Hoy el negativo es seguir vivo. Que la pandemia no diezme la visibilidad del curso Berlanga, se lo merece por ser uno de los nuestros.