NUEVA EXPOSICIÓN PARA UNA NUEVA ETAPA

Bombas Gens busca refugio en los paisajes de Carlos Bunga

El centro artístico abre temporada expositiva entre las incógnitas sobre su futuro 

18/02/2023 - 

VALÈNCIA. Bombas Gens se reactiva. El centro cultural de la Fundació Per Amor a l’Art comienza el año, quizá el más convulso de su historia, buscando refugio, un refugio al que da forma Carlos Bunga. El artista portugués despliega en sus salas el proyecto Performar la naturaleza, la primera gran exposición antológica del artista en España, una muestra que quiere poner el foco en la producción menos conocida del creador y que se completa con distintas piezas creadas expresamente para el centro cultural. El proyecto, que llega meses después de su gran intervención en el Palacio de Cristal de Madrid, promete un viaje que nada entre los paisajes naturales y la acción humana y animal, unas arquitecturas que remiten tanto a los procesos de adaptación como a las rupturas. “La exposición reflexiona sobre las temporalidades de la naturaleza, sus refugios y sus cualidades vivas y orgánicas, por medio de una selección de obras representativas del autor que van desde los inicios de su carrera hasta la actualidad”, explicó la directora artística del centro, Sandra Guimarães, quien presentó junto al artista la muestra, que se podrá ver hasta el 15 de octubre.

La de Carlos Bunga supone la primera exposición de 2023 en el centro, el pistoletazo de salida a un programa anual anunciado hace unos días que asegura la continuidad de la acción artística de la fundación, al menos, a lo largo de este año. Y es que la muestra llega cuando todos los focos están puestos en la importante transición que se está dibujando en el museo, tras el anuncio por parte de la fundación privada y la Generalitat Valenciana de un inicio de acuerdo de colaboración. Este pasa por la donación de parte de la colección José Luis Soler Vila (anteriormente denominada colección Per Amor a l’Art) a la administración pública, cuya gestión asumiría el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM), tal y como comunicaron ambas instituciones en un reciente comunicado. Este es el pilar de un acuerdo, no en vano, todavía por definir y que deja en el aire no pocas incógnitas, entre ellas qué pasará con la sede de Bombas Gens una vez se efectúe la donación, qué piezas pasarán a formar parte de la colección pública o cómo afectará el periodo electoral al cierre del acuerdo.

Medio año después de la apertura de Earth: A Retrospective, este viernes era la primera vez que Bombas Gens inauguraba exposición desde que se desvelara el principio de acuerdo con la Generalitat, un reencuentro con público y prensa en el que, sin embargo, se quiso dejar a un lado la cuestión. Si bien la vicepresidenta de la fundación, Susana Lloret, suele ser la encargada de presentar las exposiciones, de manera excepcional cedió el testigo este viernes a la directora artística, quien, además de presentar la muestra de la que también es comisaria, se tuvo que tragar el sapo de responder a las preguntas sobre el que supone uno de los grandes movimientos culturales del curso. Las explicaciones desde el centro artístico, en cualquier caso, fueron más bien escuetas: “No me atañe, no es el momento”, expresó la directora, quien excusó la ausencia de Lloret por “motivos de agenda”. 

Con todo, Bombas Gens continúa dando oxígeno a la escena cultural valenciana, en este caso, conectándose con el que es “uno de los artistas más destacados de las últimas décadas”, expresó Guimarães. Carlos Bunga, que ha expuesto en espacios como el Museu de Serralves en Oporto o la Whitechapel Gallery de Londres, despliega en el centro privado un proyecto que pasa por distintas décadas y formatos, una fotografía amplia sobre su producción que, sin embargo, tiene un hilo conductor claro. Esa mirada a la naturaleza pasa por el aspecto más físico, arquitecturas entendidas desde el punto de vista humano y animal, a la mirada más poética, un juego que también plantea guiños con el propio hecho artístico, dando forma a pinturas que desde lejos se antojan más bien ‘clásicas’ pero que, cuando uno se aproxima, esconden materiales aparentemente impropios del arte, como vasos reutilizables, una cinta métrica o hojarasca. 

El recorrido comienza con la instalación site-specific Habitar el color, un proyecto que oculta el suelo grisáceo de la nave 3 del museo con una nueva cobertura anaranjada que transforma por completo el espacio. La obra crea un paisaje que nos remite a las imágenes desérticas de Marte o las minas rojizas de Mazarrón, una sala que se presenta desnuda más allá de su base pero que, sin embargo, acaba vestida por completo de tonos anaranjados por el propio reflejo de la base. Sobre esta cubierta, protector de zapato mediante, se puede caminar, pasear, en un ejercicio de inmersión en el universo de Bunga que, al tiempo, quiere servir como choque con la realidad que dejamos atrás, en la calle. “Está pensada para dejar el estrés fuera, tiene un componente de espacio público”, explicó el propio artista, quien subrayó que la exposición está dibujada para que el público participe. 

Esta pieza da la bienvenida a un proyecto expositivo que se despliega por cada una de las superficies del museo, obras que salpican el espacio con imponentes piezas pictóricas y, también, con pequeños detalles, casi sorpresas, que coloca para los visitantes más avispados. Así, escultura, pintura, arquitectura y dibujo crean una “coreografía” que repasa la “compleja y poética” obra del artista portugués. En este camino el artista “destruye” la disciplina de la pintura al uso y reflexiona en torno a unas arquitecturas naturales que "desde la presunción especista del ser humano, han sido siempre asumidas como vulnerables y efímeras” aunque en última instancia son "el resultado de un sofisticado ejercicio de adaptación al medio natural”.  "[Carlos Bunga] ha sido capaz de transformar el espacio a través del potencial físico y evocador de la obra", expresó la directora artística. Y en esa transformación se encuentra, precisamente, el refugio de Carlos Bunga. 

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