Ya son casi un estilo consolidado de ejercer la política, fuera y dentro de los parlamentos. Son personajes que dinamitan consensos, que enfangan el debate, que bajo presuntas defensas del interés común revientan la unión incluso en los momentos en que más necesitamos ir todos y todas a una. Son perfiles incapaces de llegar a un acuerdo para no reventar discursos excesivamente antagonistas e ideológicos. Por sus obras los conoceréis, son los bomberos pirómanos.
Podría haber escrito este artículo hace meses, posiblemente años, pero la memoria inmediata no me deja olvidar un hecho de las últimas semanas por la incoherencia que se desprende de este. Y el veneno que alberga. Recordarán a esa periodista afín a Vox, también candidata en varias listas, que el otro día se inventó una crónica en una red social contra un restaurante en el que le pidieron el pasaporte Covid. Le indignó tanto que buscó reventar al local mediante una crítica irreal, malvada, sobre una comida que nunca ocurrió.
La traigo a colación porque es un perfecto ejemplo de cómo funcionan los bomberos pirómanos en el ámbito de la política. Mantienen un discurso en favor de los bares, de la hostelería, defendiendo su apertura incluso en momentos en los que en la Comunitat Valenciana hemos estado enterrando a 90 personas diariamente. La defensa del pequeño empresario, dirán, la libertad de tomarte una caña a cualquier momento del día… Pero cuando más cuidado tenemos que llevar para evitar desbordar de nuevo al sistema sanitario y poder afianzar la recuperación económica, esta señora demuestra una vez más que la cabra tira al monte. Antes guerra que paz.
Es una actitud que no difiere de las incoherencias ejercidas por su partido. Mientras denunciaban con ira las manifestaciones del 8M previas al confinamiento (recordarán aquellas proclamas sobre ‘akelarres de locas de odio’ o ‘feminazis esparciendo el virus’), los de Vox reclamaban el cierre del Congreso de los Diputados porque sus 52 diputados habían contraído el coronavirus en un acto multitudinario de la formación celebrado en Madrid el mismo fin de semana que cientos de mujeres y hombres gritamos por la igualdad entre unos y otras. El caso es que aquella petición de cierre del Congreso, una vez efectuada ante el cariz que tomaba la pandemia, fue recurrida ante el Tribunal Constitucional. La polémica posterior ya la conocen: quienes pedían el cierre, denunciaron el cierre. Y se les dio la razón. El bombero pirómano se encontró con la justicia incendiaria para gozo de las llamas. [Por cierto, los días posteriores al fin de semana mentado se confinaba también a los grupos de Les Corts Valencianes. ¿Por las diputadas feminazis que acudimos a las manis del 8M? No, porque el grupo entero de Vox se trajo el virus de su akelarre de marichulos].
Como los bomberos pirómanos, abundan también los vendedores de crecepelo, que prometen elixires que, contranatura, obran milagros capilares o de cualquier tipo. Son los constructores de castillos en el aire, los de no pagar impuestos que así recaudamos más. Los de las ‘revoluciones fiscales para todos’, que acaban guillotinando la aportación a las arcas públicas de los ricos y cebando las de las clases medias y populares. Me llamó mucho la atención el día que el PP de Carlos Mazón decidió sumarse a las reivindicaciones de la Plataforma per un Finançament Just. En las puertas del Congreso, justo después de hacernos la foto toda la representación de la sociedad civil valenciana que clamábamos en Madrid, las primeras palabras del líder del PP fueron en contra del Consell. Así podría continuar con demasiados ejemplos.
No se dejen engañar por estos bomberos pirómanos que te piden ejecutar medidas que ellos nunca aplicarían o que prefieren volver a suscitar antiguos debates en vez de mantener la cohesión con tal de ganar un puñado de votos. El resultado ya lo están viendo ustedes, crispación y falta de entendimiento, la antipolítica en estado puro.
Y así están las cosas. Los bárbaros a las puertas de Roma…