VALENCIA. Bongos Atómicos fue un grupo valenciano de los años ochenta del cual formé parte de una manera bastante sui géneris. En realidad, el grupo en sí fue una experiencia bastante sui géneris. Aquí algunas pinceladas de su historia, ascensión y caída.
Acabo de visionar otra vez el vídeo del que voy hablar más adelante y sigo sin saber si la cara de Jesús Hermida al terminar la actuación es una más en su inagotable catálogo expresivo o una que en el fondo quería decir “iros al infierno”. Es muy posible que se tratara de eso. Los Bongos Atómicos acababan de actuar en su programa de las mañanas en TVE. Uno de esos magazines matutinos que abarcaban horas y horas de parrilla, con segmentos dedicadas a contentar al público mayormente femenino que ejercía como audiencia. Era un universo en sí mismo y allí cabía de todo, desde recetas hasta gimnasia para jubilados. Creo que incluso llegaba a emitirse la serie Dinastía, y también había hueco para actuaciones en playback. La que estaba prevista para ese día había fallado y nos metieron a nosotros.
Los Bongos Atómicos fue un grupo que existió en Valencia a mediados de la década de 1980. Su origen fue producto de una obsesión. Durante el servicio militar en Pontevedra escuché una y otra vez unas grabaciones de Rafa Villalba que me parecieron únicas. No pertenecían a ningún género, eran algo ajeno a casi todo, al punk, a la nueva ola, al postpunk. Había una especie de funk en miniatura que se llamaba Chiquetere que me parecía magistral. Volví de la mili empeñado en hacer algo con Rafa; cosas de la juventud porque carezco de cualquier aptitud para tocar un instrumento o cantar. Yo con la música lo único que sé hacer es reconocerla, valorarla, difundirla, ponerle alguna letra si se tercia.
En aquellos tiempos, la idea de que un no músico podía formar parte de un grupo musical era estrambótica pero viable. Y como mi entusiasmo por la música de mi tocayo era bastante, al final, al final, a base de hablar y hablar e intercambiar ideas y discos en las noches en las que Rafa pinchaba en Brillante, fue tomando forma la idea de un grupo o un colectivo musical. Al principio se llamaba El Discreto Encanto y llegó a haber una presentación en la primavera de 1985, en la primera macrofiesta que celebró Jorge Albi en Barraca para celebrar su programa La conjura de las danzas. En la susodicha fiesta compartimos cartel con Juana La Loca, Comité Cisne y los alicantinos Muzak. Hubo un par de actuaciones más con el nombre de Discreto Encanto.
Desde un principio, el grupo estuvo compuesto, además de por Rafa, por Alberto Tarín, guitarra virtuoso que, como él, venía de tocar en un grupo llamado Segunda Sección. También estaba Rosa Elena Sanjuán, pareja entonces de Villalba y exuberante camarera en Brillante. Tiempo después fichamos a Begoña Kanekalón, que había estado en un grupo teatro extremo (es decir, en plan La Fura del Baus) de la ciudad llamado Putre Plastics. No sé muy bien en qué momento -fue en 1986- el grupo pasó a llamarse Bongos Atómicos –como una canción de Lydia Lunch-, ya compuesto por ellos cuatro y mi presencia entre las sombras haciendo un poco de todo.
El grupo nunca actuaba, de hecho siempre fue más un concepto que un grupo. De entrada ensayar no era fácil, más que nada porque había que escribir canciones. Rafa tenía grabado un instrumental muy bonito, en la onda musical que a él y a mí os gustaba, que él llamaba la de las ballenas. A Diego Manrique le gustaba lo que hacía Rafa y escogió la de las ballenas para que fuese sintonía de su programa Solo para ellas en Radio 3. Que alguien tan admirado como Diego escogiera esa cancón nos hizo sentir que estábamos en el buen camino. Pero el tema estrella seguía siendo Chiquetere, estaba claro que allí había un éxito. Grabamos una versión nueva de la canción en los estudios Tabalet (y nos autocensuramos, para evitar problemas, en la parte que decía “y si me estoy haciendo frente al espejo una raya”) y nos presentamos a un concurso de maquetas convocado por la casa Roland y Rockdelux. No me preguntéis porqué, pero ganamos el concurso y fuimos a recoger el premio a Montjuich, en un viaje en coche memorable que dio mucho de sí gracias al humor de mi tocayo, especialista en sacarle punta a todo.
El premio del concurso constaba de dos partes. Una era una batería electrónica de la casa Roland que nos entregó un alto ejecutivo de la misma. El otro era grabar un disco con Twins, la discográfica que había apostado por Hombres G. No hace falta decir que el estilo de Bongos Atómicos era algo que todavía estaba por definir. A Rafa y a mí nos gustaba una música que no tenía ninguna posibilidad comercial. Nos interesaba un pop anómalo, algo experimental, cosas como Paul Haig, Creatures, Eno, Antena, Laurie Anderson, The Gist, Marc Almond, The Raincoats, eso sin contar las creciente afición de Rafa por la música negra, sobre todo funky y jamaicana. Queríamos ser un grupo de pop como B-52’s pero aquello era un batiburrillo sin mucho orden y menos concierto. A la hora de grabar el disco, Paco Martín, director de Twins, se negó a grabar Chiquetere porque no la veía comercial. Para tener un single hicimos una versión actualizada de Uska Dara, una canción turca popularizada por Eartha Kitt, intérprete por la cual yo tenía debilidad.
Grabamos un mini álbum. Bongos Atómicos salió al mercado sin pena ni gloria porque, como era de esperar, la discográfica no hizo nada por él. Quizá vieron que en realidad no había un grupo que fuese a recorrerse España, aunque tengo la sensación de que realmente nunca hubo el más mínimo interés en nada que no fuera sacar dinero de aquello. De este modo nos convertimos en la gran promesa que nunca se materializó y el disco, que fue producido por Esteban Leivas para intentar sacarle el máximo partido comercial a la idea, se convirtió en una anécdota y en eso se quedó. Solo hubo un momento de gloria mediática –en aquellos tiempos, eso se conseguía saliendo en la televisión- y fue nuestra aparición en el mentado programa del señor Hermida.
Como decía, nos encajaron en el programa porque un artista de Twins no pudo ir, y nos propusieron cubrir el hueco. Bongos Atómicos no tenía una formación al uso; además de las dos vocalistas, había un batería y un guitarra. Para cubrir el hueco en escena, decidí aparecer como bajista y le pedimos a nuestra querida amiga Luz Divina que ocupara el puesto de teclista. Y así salimos a enfrentarnos al playback, ellas vestidas con los modelos de silicona del diseñador Chaumen. Tocamos Uska Dara, para un público compuesto por niños porque nos habían colocado en el segmento infantil del programa. No sé si la cara de Hermida se debió a que descubrió demasiado tarde que la canción que estaba sonando hablaba de pasiones turcas en un intento de emular el estilo literario de Berlanga-Canut. Luz Divina advirtió a las chicas de que el cámara de aquel programa practicaba unos barridos a ras de suelo cuya finalidad era acabar enseñando la ropa interior de las chicas en el escenario. Un innovador, vamos. Luz, un personaje que merece un libro para ella sola, estuvo estupenda; viéndola moverse da la sensación de que había nacido para tocar los teclados con Prince. Lo mío fue más cómico que otra cosa. Lo primero que me dijo Manrique al verme fue: “¿Pero cómo se te ocurre tocar el bajo como si fuera una guitarra?”
Esa fue nuestra cima. Esa misma tarde dejamos de ser artistas de Twins. La discográfica nos dio la carta de libertad y supongo que dejamos de ser un grupo aunque la disolución llegara más tarde. Unos años después, Rafa y Alberto entraron a formar parte de Seguridad Social y vivieron la etapa triunfal del grupo. A finales de los noventa, Rafa grabó al fin una versión de Chiquetere. La hizo en clave de batucada, que fue un éxito de baile tal y como estaba previsto. Hace unos años descubrí que una de las canciones del disco, Tarde para amarte, había logrado una cierta popularidad en Perú. La suficiente como para ser versionada por bandas y orquestas locales.