VALÈNCIA. Una escena habitual en las películas bélicas se produce cuando un oficial pide voluntarios entre su tropa para tomar un nido de ametralladoras o un búnker notablemente fortificado. Sorprendentemente, suelen salir al paso valientes que alzan la mano decididos a tales misiones suicidas sin que nadie sepa muy bien por qué. Una situación que a menudo puede trasladarse, salvando las distancias, a la actividad política. Aunque en este caso, y dado que la vida real no es el cine, no suelen amontonarse los soldados dispuestos a inmolarse.
Obviamente, la reciente declaración de Ricardo Costa en el juicio de Gürtel sobre la presunta financiación ilegal del PPCV ha dejado gravemente tocada a la formación que lidera Isabel Bonig. Más aún cuando las fuerzas del Botánico -PSPV, Compromís y Podem- vienen mostrando su disposición a sacar el máximo rédito posible de la crisis de los populares.
Así, la misión política a la que ningún parlamentario del PPCV le apetecía presentarse voluntario este miércoles era la defensa de la posición de este grupo respecto a la petición de Compromís, a raíz de las declaraciones de Costa, para solicitar al ex presidente de la Generalitat Francisco Camps que renuncie como miembro del Consell Jurídic Consultiu (CJC) "por haber incurrido en actos y comportamientos que no se corresponden con la necesaria dignidad de la institución".
Tras discusiones internas en el grupo, los populares decidieron abstenerse, mientras el resto de fuerzas votó a favor la iniciativa. Ahora bien, solo quedaba, una vez trazado el plan, encontrar al 'voluntario' que saliera a defender la posición del partido ante la oleada informativa de las últimas horas.
Con este escenario, la dirección del grupo liderado por Bonig decidió que este sería el cometido perfecto para la exconsellera y portavoz adjunta María José Catalá. Cabe recordar que, en su momento, la también exalcaldesa de Torrent sonó para liderar el PPCV tras la derrota de Alberto Fabra en 2015: desde entonces, y pese a que Bonig en ciertos momentos le ha dado cancha, sigue existiendo cierto clima de desconfianza por parte de la líder hacia la destacada dirigente. De hecho, el encargo no pasó desapercibido para algún que otro diputado, que precisamente hacía hincapié en que una intervención con alto riesgo de desgaste hubiera recaído justamente en Catalá.
No obstante, la elección no resultó ni mucho menos desacertada. La soldado, en este caso oficial con rango a considerar, cumplió la misión y salió de alguna forma airosa -o todo lo airosa que se puede salir frente a cuatro grupos en contra- del envite planteado.
En este sentido, Catalá consideró un comportamiento "no digno" solicitar la dimisión sin que Camps esté ni siquiera procesado en Gürtel. "¿Quién de ustedes ha sido el magistrado que ha dictado sentencia, cuando nos hemos convertido en un tribunal? ¿Quién determina la dignidad y la honorabilidad, quién es ese ser puro que determina quién es digno y honorable?", se preguntó, para sentenciar: "Queremos convertir Les Corts en un tribunal de honor que pretende enjuiciar en base a un estado de opinión".
De esta manera, la diputada del PP, quien reprodujo hábilmente palabras del síndic socialista, Manolo Mata, cuando el PSPV no apoyó en su día la ley de senadores que incluía la posible revocación de Rita Barberá, supo defender la posición e incluso articular contraataques relativamente certeros frente al resto de grupos, especialmente el socialista. Así pues, Catalá, evocando sus complicadas comparecencias como portavoz del Consell en la era Fabra, salió viva de la difícil misión encomendada, aunque más de uno en la bancada popular tuviera la sensación de que a la dirección actual no le hubiera importado que acabara un poco chamuscada del trance.