VALÈNCIA. Los desastrosos resultados del PP en España y en la Comunitat Valenciana todavía colean en las sedes populares tanto en el ámbito nacional como en el autonómico. Pablo Casado sufrió un varapalo terrible al perder la friolera de 71 escaños (de 137 a 66) ante el ascenso de Ciudadanos y la irrupción de Vox, algo que conllevó varios reproches de barones territoriales al líder en el Comité Ejecutivo Nacional del viernes y la exigencia de reencontrarse con el centro político.
La situación en la Comunitat Valenciana el 28A no fue mejor para el partido de la gaviota: aunque la posibilidad de gobernar quedó cerca, Isabel Bonig no pudo contener la caída libre del partido en Les Corts, perdiendo 12 escaños (de 31 a 19), viniendo de otra dolorosa sangría en 2015 (de 55 a 31).
Un escenario perdedor de ambos líderes que, lejos de unirles en la desgracia, no ha hecho sino profundizar en las desavenencias entre las dos direcciones. Para el entorno de Bonig, la candidata a la Generalitat ha salvado la cara logrando 6.000 votos más que Casado en la Comunitat; para los afines de Casado, la presidenta regional, además de jugar a la contra del líder nacional, ha tenido cuatro años de margen para socavar sin éxito a un tripartito de izquierdas que sí ha logrado castigar Ciudadanos, que ha rozado el adelantamiento a los populares -solo un escaño de diferencia- en tierras valencianas.
Dos posiciones de partida muy alejadas que, sin embargo, no apuntan a chocar de manera inmediata. Ambas cúpulas se lamen las heridas sin el deseo -o al menos las fuerzas- para iniciar una guerra, lo cual no significa que acaben los rencores. El siguiente paso serán las elecciones municipales valencianas -también autonómicas en el resto de España-, donde tanto Casado como Bonig se enfrentarán a un nuevo examen del que extraer conclusiones y armas arrojadizas -si así lo requiere la situación- contra el enemigo casero.
Fuera de todo ello, conviene analizar el calendario. El último congreso del PPCV, en el que resultó elegida Bonig por el sistema de primarias, se celebró en marzo de 2017. Según los estatutos de la formación popular, la próxima cita orgánica debería producirse en fechas similares en 2021: ¿Momento entonces para una alternativa que descabalgue a la presidenta regional?. Queda mucho tiempo y, para ello, Casado tiene primero la tarea de mantener el liderazgo nacional del PP.
Bien es cierto que el resultado en estos comicios ha sido desastroso, pero también lo es que el presidente del partido de la gaviota no lleva siquiera un año al frente y que tomó las riendas tras una moción de censura a Mariano Rajoy por una condena por corrupción a sus siglas, además de la irrupción a su derecha de Vox precisamente -así lo justifican desde su sector- por la tibieza de anterior líder en determinadas cuestiones. En este contexto, aunque existan referentes que se muestran críticos como Alberto Núñez de Feijóo -que renunció a presentarse a las primarias- y cierta agitación de los medios de comunicación, Casado no tiene por qué abandonar su puesto ni siquiera la obligación de convocar un congreso extraordinario.
Con este escenario, todo apunta a la apertura de una 'guerra fría' en el seno del PP entre el 'sorayismo' (rajoyismo); que quiere recuperar el poder; la reaparición del PP gallego de Feijóo y la resistencia del 'casadismo'. Sin duda, Bonig y los suyos podrían estar con cualquiera de las dos primeras opciones, mientras que la tercera, la de la resistencia con el nuevo líder, no dudará en tratar de apuntillar a la presidenta regional como tarde en el congreso regional de 2021.