MADRID (EP). El mayor 'hedge fund' mundial Bridgewater ha subido su apuesta en corto por encima del 0,5% sobre las acciones de BBVA y Banco Santander por primera vez desde finales de 2018, en un escenario en el que ambas entidades han perdido en torno a un 30% de su capitalización en lo que va de año. En concreto, Bridgewater ha elevado el nivel de presión sobre BBVA y Banco Santander al 0,67%, respectivamente, según consta en los registros de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).
La operación se llevó a cabo el pasado lunes, una jornada en la que ambos bancos se desplomaron más de un 10% en bolsa, en línea con el Ibex 35 y el resto de valores, ante el temor de los efectos que la expansión del coronavirus tendrá sobre la economía.
En el caso de Banco Sabadell, Citadel Europe ha sido el bajista que de nuevo ha irrumpido en su capital, tras tomar un 0,52% de la entidad. El banco presidido por Josep Oliu vale actualmente en Bolsa casi la mitad de lo que capitalizaba a principios de año.
Desde el 1 de enero de 2019, la CNMV decidió dejar de publicar el indicador agregado de posiciones cortas netas anonimizadas con el objetivo de homologar la metodología de medición a la del resto de supervisores europeos y evitar así posibles distorsiones. Además, hasta ese momento se publicaban todas las posiciones cortas que superaban el 0,2% del capital, si bien desde entonces el supervisor estableció que los movimientos bajistas solo se publicarían cuando alcanzaran el umbral del 0,5%, que no había sido sobrepasado por ningún fondo hasta ahora.
La toma de posiciones cortas es una operativa bursátil que utilizan los inversores cuando prevén que el mercado va a bajar o está sujeto a mucha volatilidad. En líneas generales, consiste en pedir prestadas acciones de una entidad a cambio de un alquiler con la intención de venderlas y posteriormente recomprarlas más baratas. En agosto de 2011, en el marco de la crisis financiera, la CNMV prohibió la toma de posiciones cortas sobre valores del sector financiero con objeto de atajar la extrema volatilidad que atravesaban los mercados. Este veto se extendió hasta febrero de 2012.