En la calle Guillem de Castro hay un nuevo concepto de exposición por explorar, 11 jóvenes artistas reflexionan sobre los “puntos muertos”, la intimidad y la convivencia en el espacio privado (y ahora compartido) en una localización de lo más peculiar
VALÈNCIA. Decenas de personas se agolpan en la Calle Guillem de Castro, algunas de ellas han llegado aquí a través de las redes, otras por el boca a boca y algunos curiosos se asoman a ver qué está pasando y por qué hay tanto jaleo por el barrio. En un tercer piso sin ascensor espera la respuesta, una exposición sin nombre pero con localización, que muestra el trabajo de 11 artistas emergentes,7 de ellos valencianos: Alfredo Burguera, Gabriel Moragues, Javier Galán, Joar Remolar, Laura Cano, Leandra Delicado, Marcos Pizarro, Paula Pina y Pedro Aguilar; y 4 de ellos extranjeros: Pia Jakober, Simon Baptist, Sora Park y Thai Tai Pham. Una vez hecha la ronda de presentaciones merece la pena acercarse a ellos, para descubrir el por qué de esta curiosa exposición que se comparte en conjunto con la propia calle.
Para acceder es necesario acercarse, investigar un poco y pedir una invitación a través de Instagram (vía mensaje directo), aunque el día de la inauguración realmente las puertas no llegan a cerrarse. Un gran espacio de techos altos albergará el arte de 11 jóvenes estudiantes de bellas artes durante una semana. Quienes lo habitan, que a su vez son sus comisarios, tendrán que convivir con la obra durante este tiempo, sin tropiezos y dejando que el tiempo y el ambiente la pueda modificar al gusto y uso. Simon habita el apartamento y junto a su compañero Thai Tai cede el espacio a sus compañeros para crear esto, lo hacen bajo la premisa de trabajar las cuatro paredes que les rodean y transformarlas, a al menos así lo define Simon: “Es como subir la calle al propio hogar, jugamos con esa idea”, una idea que nace desde las aulas y se desarrolla con velocidad, se juntaron el arte con las ganas de exponer y se creó esta muestra sin título, abierta a interacciones y para todo tipo de visitantes.
Todo comienza cuando Simon plantea una idea al grupo, les propone utilizar un amplio espacio de techos altos y ventanas infinitas para albergar el arte de todos ellos. Con las prisas por exponer y el ansia de poder mostrar la obra y así dotarla de significado plantean una muestra sin título en la que disponen sus piezas. A través de estas reflexionan sobre la utilidad, el por qué del arte y el enigma de plantearse que forma parte de la vida diaria del apartamento y que se ha creado para la muestra: "¿Esa botella de vino ya estaba aquÍ?", murmura una de las visitantes. Uno de los folios que pasea entre las manos de los asistentes a la inauguración recoge esta idea a través de una frase llena de significado: “Lo siempre presente escapa a la atención y se pierde como cosa porque no puede escapar a su función de servirnos”, pequeña pausa para contemplar al entorno y ver que están en lo cierto, y así sigue este mandato: “Es necesario cuestionar el propio papel del gobernante sobre el objeto”. En este caso concreto los gobernantes son aquellos que deciden exponer, lanzarse de lleno a la idea y trabajar incansablemente durante una semana para que todo esté a punto para hacer un recorrido en condiciones.
A lo largo del apartamento situado en Guillem de Castro hay tanto cuadros, como obras en las que el visitante interactúa, como videoinstalaciones y estructuras móviles que juegan con el viento y el tránsito. Parte de la idea surge de la voluntad de incluir el hogar en la narrativa, haciendo que introducirse en la intimidad del arte resulte un juego laberíntico. Hasta las camisetas colgadas (que se mojan por la lluvia que inunda la ciudad estos días) son parte de la exposición, y hacen que el visitante se plantee qué es arte y que no. Una gran parte de las obras nacen y se desarrollan a través de elementos encontrados en la calle, desde marcos de fotos hasta pequeños objetos encontrados entre bastidores que ahora van habitando poco a poco el espacio. Entre las paredes también hay intimidades, un pasaporte cuelga de un espejo intentando definir la identidad de los que pasan enfrente de este, y que no dudan en postearlo, en una de tantas formas de reconocer el arte, tal y como lo define Joar: “Esta exposición responde a nuestra necesidad de empezar a movernos, y ver esta acogida hace que la motivación te suba”.
La idea de todo esto surge en parte desde las aulas, y más concretamente desde la asignatura de instalaciones, Paula explica que en esta comentaron la idea de compartir un espacio y habitarlo: “Conformamos un grupo muy participativo y comunicativo, surge todo a través de una conversación informal que al final se ha llevado a cabo”. Para ello los factores clave son: la confianza, la comunicación, el trabajo en equipo y una visión global de la obra como un aspecto conjunto, que convive y se relaciona con los que la rodean. Pedro aclara que esta es la forma en la que finalmente "se construyen las conversaciones visuales" que ahora son un compañero más de piso, un compañero que habitará hasta principios de abril el espacio, siendo su moneda dejarse modificar por los que lo habitan.
Marcos hace un tour informal a través de las habitaciones, explicando cada obra y la intención de su autor o autora al crearla y colocarla en el espacio, y contando las anécdotas que acompañan el proceso creativo. El ansia por exponer lo antes posible lleva a crear el espacio, y aprovechar las oportunidades para hacerse un hueco en esta convivencia artística: “Teníamos un interés en exponer lo antes posible, y como a veces resulta difícil exponer en una institución galería o museo vimos en esta nuestra oportunidad”. La "okupación" del apartamento les permite también a los artistas un tipo de libre albedrío a la hora de situar sus piezas, ya que en este lugar privado pueden controlar lo que les rodea, sin estar impuestos a normas no escritas que si que rigen las galerías u otros espacios convencionales. Al fondo a la derecha, como en casi todos los bares, se encuentra el baño y en parte otra de las salas de la exposición, los artistas se agolpan en esta para capturar el logro del trabajo bien hecho, con cuidado de no pisar el arte que les rodea.