Todos los 'players' importantes del entorno innovador deben repensar el modelo y el planteamiento hacia lo cualitativo, lo excelente y lo duradero
VALÈNCIA. Aumentan los signos de desaceleración del capital riesgo, mientras el festival de los unicornios cae en picado y desciende la inversión en startups en un contexto marcado por la incertidumbre y la mala situación en bolsa del sector tecnológico .
A nivel mundial el año pasado hubo aproximadamente 520 empresas que adquirieron el estatus de unicornio. Esto significa que estaban valoradas en al menos 1.000 millones de dólares. Este dato era casi cinco veces superior al de 2020, que con 108 había sido el mejor de la historia. Un número que sirve para hacerse una idea de cómo el capital ha corrido a raudales en entornos tecnológicos 'dopando' proyectos y 'start-ups' con continuas rondas de financiación. Esta 'tech rave' no paraba.
En la bolsa, las 'big tech' no dejaban de subir como la espuma, aprovechando la resaca postcovid. El arranque de este 2022 también fue prometedor pero a pesar de la amenaza parece que el 'gran resacón' ha hecho acto de presencia. Sin embargo, considero que hay un dato que nunca se pone encima de la mesa y al final es con lo que se come todos los meses: ¿Cuál es el salario medio de estos emprendedores y sus empleados aparentemente muy cualificados? Pues en España está por debajo de los 1.500 euros de media al mes... y es algo que denota que algo no va bien.
La volatilidad de los mercados -alimentada por un entorno macroeconómico inestable- ha presionado a la baja a las 'start-ups' más valiosas. Todo ello obligando a que las valoraciones se reduzcan y alejando a los inversores de las grandes rondas de inversión sobre todo de última fase. Parece que nos estamos estampando con la realidad de un mundo idílico de hubs, ecosistemas tecnológicos y 'start-ups' con muy pocos casos de éxito que hasta la fecha tapaban todo lo que había. O mejor dicho: todo lo que no había detrás.
En España, la falta de gigantes tecnológicos es preocupante. Tenemos un ecosistema (manido palabro) eternamente joven, desordenado, multiplicado y con muchas piezas del puzzle que no cumplen su función. Tenemos una locura meramente cuantitativa, competimos entre regiones e incluso ciudades a ver quien genera más 'start-ups' y lugares (hubs) donde dar una limosna para ubicarlas, creando un metaverso de microemprendimientos con un ratio de éxito ínfimo.
Y todo esto aderezado con un cada vez más nutrido grupo de 'tertulianos' y 'filósofos' del emprendimiento y la innovación que hacen palmas a toda nueva iniciativa que nace en estos ecosistemas sin nutrientes. El sistema no funciona, o en el mejor de los casos de forma muy muy lenta.
Sigo sin entender quién paga la fiesta. Y sobre todo si este es el ejemplo que queremos 'vender' a las generaciones futuras porque lo de ser CEO, founder y cofounder -siempre con la camisa por fuera- suena muy bien pero en la mayoría de los casos los trabajadores de estas empresas son mileuristas hasta que el proyecto fracasa, que suele ser en el 90% de los casos. ¿Y luego qué? Decimos que no hay que penalizar el fracaso, que en España no sabemos de esto, que los inversores no están especializados y otras mil excusas para en definitiva sostener con alfileres un llamado 'ecosistema innovador' basado en proyectos sin tamaño, sin desarrollo, sin mercado, sin equipo y sin financiación .
Nuestro país necesita un ecosistema tecnológico capaz de cambiar el sistema productivo de forma sustancial y de emplear a millones de trabajadores. Este reto requiere una estrategia de país con grandes inversiones, paciencia, apuestas honestas y una implicación de los actores (Estado, academia, industria y financiadores) sólida y duradera. Estamos llenando el país de espacios regionales donde dar cabida a todo lo que se llame 'start-up', desnaturalizando por completo el concepto y escondiendo tras ese anglicismo cualquier ocurrencia, que en muchos casos ni tan siquiera es innovadora como vehículo para jugar a la lotería financiera a base de vender tickets y rondas.
Los grandes industriales -como los grandes patrimonios- inyectan sus migajas en este tipo de iniciativas con una intención cuasi patriótica. Sin embargo, la mayoría de ellos suelen hacer su grandes apuestas bastante lejos de estos micro entornos regionales.
Creo que todos 'players' importantes del entorno innovador deben repensar el modelo y el planteamiento hacia lo cualitativo, lo excelente y lo duradero, y no crear cientos de iniciativas pequeñas, aisladas, inconexas y buscando pequeños logros fraccionarios que distan mucho de crear precisamente ecosistemas.
Ignacio González Ochoa es socio director de AVD Consultores