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TRIBUNA LIBRE / OPINIÓN

Capitalismo dopado: crecimiento económico sin aumento de la productividad

11/02/2016 - 

VALENCIA. Lance Armstrong estaba convencido de que pasaría a la historia como el mejor ciclista de todos los tiempos. Tratando con condescendencia a sus rivales, actuaba tan seguro de sí mismo que incluso es posible que olvidase las trampas que hacía. Armstrong ganó siete Tours de Francia dopado. En 2012 admitió haber usado EPO, testosterona y transfusiones de sangre para mejorar el rendimiento durante su carrera ciclista. “Me dopé por arrogancia y por mi instinto insaciable de victoria”, afirmó cuando ya era demasiado tarde. Dijo que probablemente no hubiese ganado sin doparse. El 22 de octubre de 2012 la Unión Ciclista Internacional le desposeyó de sus 7 Tours de Francia. El 12 de septiembre de 2013 devolvió su medalla olímpica. El ciclismo aún está recuperándose de éste y otros casos menos notorios.

Durante el boom inmobiliario y los primeros años de las crisis, algunos empresarios se movían por los pasillos del poder, las galerías del gobierno sumergido, con una arrogancia parecida. Nos trataban a los ciudadanos con la misma condescendencia, con la misma seguridad del triunfo que ellos pensaban merecido. Envueltos en un halo de normalidad no querían pensar en las trampas que estaban haciendo. “La mejor empresa pública es la que no existe”, dijo en 2007 el ya inoperante presidente de la patronal Díaz Ferrán, experto receptor de subvenciones públicas. La contradicción bordea la náusea. Nuestro liberales, los más intervencionistas (García Reche dixit.)

Hoy en día tenemos multitud de casos con el mismo modus operandi y con las mismas consecuencias paradójicas: voces entrecortadas y ojos llorosos; dormir en el calabozo por hacer "lo que todos hacían". Una red clientelar tan extendida que parece que el destape no tendrá fin.

El coste de la corrupción asciende a miles de millones de euros cuando hablamos de meter mano a la caja, de mordidas y de contabilidades B. Pero hay una consecuencia tan grave como el hecho directo de extraer ilegalmente recursos de los ciudadanos, se trata del dopaje a las empresas.

Antes de la crisis España creció sin aumentar la productividad. La explicación tradicional al fenómeno es la hipertrofia del sector de la construcción. Es una explicación incompleta. Cuatro economistas, Josep Pijoan-Mas, Manuel García-Santana, Enrique Moral-Benito y Roberto Ramos han demostrado que en el periodo 1994-2007 la productividad no creció porque en cada sector los recursos no se asignaron a las empresas más productivas. Triunfaban empresas que no eran las mejores. Y eso era particularmente relevante en los sectores más dependientes del sector público. No es un problema limitado al sector de la construcción, afecta a las empresas de distribución eléctrica, a las de gas, a los transportes, a las consultorías, etc. Es un caso de cronysm, o capitalismo clientelar. Las empresas iban dopadas. No era importante ofrecer los mejores servicios ya que los contratos se conseguían con otros argumentos. Según esta investigación el clientelismo se ha llevado en total el 4% del PIB entre 1995 y 2007.

En otra investigación, Manuel Illueca (actual director del Instituto Valenciano de Finanzas) y Sebastián Lavezzolo demostraron un hecho complementario. En su working paper Political Lending Cycles in Government-Controlled Banks. Evidence from Corporate Debt" concluyen que los préstamos bancarios estaban condicionados por el ciclo electoral. Las cajas de ahorro, controladas políticamente, hinchaban la economía de sus regiones de influencia en periodos pre-electorales, prestando a firmas que después mostraban mayor probabilidad de caer en bancarrota. Es decir, el sistema bancario politizado prestaba a empresas que tampoco eran las más productivas. 

El sector empresarial estaba pues dopado. Directamente con la EPO del sector público, indirectamente con la testosterona de los créditos de las cajas. Muy lejos del darwinismo social que se predicaba, estos estudios demuestran las relaciones causales intrínsecas al capitalismo de amiguetes. Un crecimiento sin aumento de la productividad por el triunfo de empresas mediocres con contactos y facilidad de acceso a préstamos. Como en el ciclismo, con el dopaje hemos perdido todos.

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