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hedonista / los clásicos

Carlo D’anna sabe que la vida es solo una

La existencia de Carlo d’Anna es mucho más que la pizza de los lunes, pero esa pizza, justo ese día en el que la hostelería descansa, es una de las marcas de sus tres décadas de devoción por la hostelería

| 13/04/2022 | 4 min, 21 seg

VALÈNCIA.- Promete que esta vez es de verdad, que de lo dicho sobre la jubilación va a ir al hecho. Carlo d’Anna sonríe al visualizarse jubilado, sin que por ello vaya a dejar que su Trattoria napoletana da Carlo, en el 79 de la calle Manuel Candela, caiga en manos de cualquiera. 

«Esta vez es de verdad. El año pasado no puede jubilarme porque no me daba la edad por el ERTE del coronavirus. Este año sí, ahora es seguro. Salvo que pase algo, no sé, con la guerra. Nunca se puede decir nunca. Viene un cambio generacional. Llegará gente joven de mi país. Yo les enseñaré al principio. Estarán un tiempo de prueba. Lo tengo todo enfocado, es la edad, ya toca. Son treinta y tres años que estoy aquí y la vida es solo una. Quiero dedicarle tiempo a mis hijos, a mi nieto». Por gente de su país Carlo se refiere, por supuesto, a Italia.

Carlo D’Anna (Nápoles, 1956) y su mujer, Adela Crispino (Nápoles, 1959), se enamoraron de esta región a base de veranear y compartir con su familia. «Había un familiar mío. Vino mi hermano, que estableció un negocio aquí. Me invitó a veranear en el Puig, y estuve dos meses; antes no era como ahora, que te repartes las vacaciones durante todo el año, teníamos los dos meses, enteros». El Campeonato Mundial de fútbol de 1982 fue el primero de los muchos aterrizajes que la familia realizó en Manises.  

En 1987 se asentaron en la Pobla de Farnals. Abrieron una tienda de ropa vaquera, Indiana Café, en un centro comercial. «En 1990 nos trasladamos a Port Saplaya. Me gustó de València que era como Nápoles, el clima es maravilloso, y eso estoy hablando de una València que no es como ahora, que era horrorosa. Actualmente València es de las cuatro mejores ciudades del mundo, una pequeña Roma, pero antes no era nada así». 

Carlo señala con el dedo las avenidas cercanas a su trattoria. «Hasta mitad camino todo era huerta. Cuando hacía la pizza, los padres de una compañera de mi hija, que eran agricultores, me daban flores de calabacines. Les daba una pizza y me daban doce kilos de flores. Aquí no hay cultura de comer la flor, las tiran o las venden a precio de oro en el mercado». «Mira, a aquel semáforo le llamábamos el semáforo de la vergüenza, en Cardenal Benlloch. Había prostitución, todo era feo. Cuando venían familiares a visitarme, esquivaba las playas de la provincia, que eran una basura, e iba hasta Calpe, Altea… ahora no me creo cómo hemos cambiado. La ciudad no es una metrópolis, como Madrid o Barcelona, pero tienes la tranquilidad. Si quieres ir al centro vas andando; en veinte años ha hecho la ciudad un cambio total, de la pasta blanda que quería la gente para comer a la pasta al dente de ahora». 

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Cambió la ciudad y cambió Carlo

El 10 de octubre de 1992 el matrimonio inauguró Pizza Blitz, negocio que sería el embrión de la trattoria actual, cuyo nombre se fecha en el año 2000. «En estos años ha pasado de todo; empezamos con comida para llevar en el año 92, entonces solo estábamos nosotros y un local en Yecla 33, que aún sigue. No estaba la gente acostumbrada a la comida para llevar, al poco cambiamos a la trattoria. No valía la pena el anterior negocio, no estaba instaurado el concepto de comida para llevar. Se llamaba pizzería Blitz, pizza para llevar, pero aquí no había costumbre».

Dicho de otro modo, una trattoria es una casa de comidas en la que se percibe todo aquello gastronómicamente relacionado con el hogar. Esta en concreto, la de Carlo, está especializada en cocina napolitana. «Cuando aún trabajaba en moda, al llegar a casa hacíamos guisos y nos intercambiábamos platos con las vecinas. “Qué bien huele’’, decían las vecinas. También, “¿por qué no te abres un restaurante?’’. En el año de la crisis montamos Pizza Blitz gracias a los vecinos. Yo no había ido a cursos ni nada, siempre y simplemente practicamos nuestra cocina auténtica. Lo sencillo, lo clásico». 

«Me conozco toda España por trabajar de vendedor de ropa. Vas probando y vas acostumbrando al paladar. En mi infancia también viajé y probé mucho, porque mi padre era representante, viví en París, aprendí el sabor de la nouvelle cuisine». 

* Lea el artículo íntegramente en el número 90 (abril 2022) de la revista Plaza

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