reflexionando en frío / OPINIÓN

Carlos Mazón engrosa el absentismo laboral

12/11/2024 - 

En el PP saben que, si Carlos Mazón dimite, Vox no va a apoyar a un tercero en discordia y aprovechará la disyuntiva para forzar la celebración de elecciones autonómicas anticipadas. Los de Feijóo, aunque su líder no vea tan nítido como cuando llevaba gafas, saben también que de convocarse elecciones el PP correría el riesgo de sufrir una implosión por los hundimientos de la Dana. En Génova quieren evitar ese batacazo y han añadido un clavo adicional al de la poltrona de Carlos Mazón, una que parecía que estaba siendo movida por alguien de los suyos, pero un aliado inesperado le susurro al oído al líder del PP cuál pepito grillo que una renuncia del president de la Generalitat beneficiaba a la izquierda. Me preocupa que hasta las responsabilidades políticas en un caso como este también se calibren electoralmente. Es una falta de respeto a las víctimas, unas, que aún calientes, todavía no han recibido una clemencia de nuestros dirigentes. 

En cualquier otro país habría habido ya dimisiones de los responsables. Hace unos meses una colaboradora despechada filtró información privilegiada del gobierno de Giorgia Meloni y el amante bandido, el ministro de cultura, dimitió ipso facto. Aquí llevamos cientos de muertos propiciados por la negligencia de unos gobernantes incompetentes dejadores de funciones y nadie se mueve. Nos hemos enterado no sólo de que el líder del Consell no está capacitado para el cargo que ostenta sino también que forma parte de la estadística de los españoles que se ausentan de su trabajo. Mientras había ya gente muerta, él disfrutaba de una comilona con larga sobremesa. El otro día alguien, justificando al president, me decía que había que comer, que no era tan grave. Estamos de acuerdo en cuanto a lo de la necesidad fisiológica, lo grave es que ese almuerzo se alargara a incluso después del inicio del gabinete de crisis. Puedo entender que el señor Mazón no quisiera cancelar la cita (soy el primero que no termina de acostumbrarse a la rutina levantina de posponer reuniones media hora antes de empezarlas), el problema es que no sólo fue una comida, sino que se recrearon hasta horas después como si fuese una quedada dominical. Tiene un pase que hubiesen compartido mesa y mantel, lo gordo viene en la recreación de ese tiempo cuando desde hacía ya rato había más agua en Paiporta que en las botellas del restaurante en el que estaban.

Se equivoca Mazón no dimitiendo y yerra el Partido Popular secundando esa huelga a la japonesa perezosa del Consell. Huida hacia delante, que como se vio en la entrevista a Salomé Pradas, no va a hacer más que empeore la imagen de la derecha. Simplemente porque pocos tienen el nivel en el gobierno valenciano para ocupar el cargo que ostentan. El permanecer en el puesto con la que ha caído, y nunca mejor dicho, es una imprudencia, una irresponsabilidad electoral envenenada. No estamos más que viviendo la constatación de aquello que dijo la semana pasada Javier Gomá en Alicante Plaza que nuestros gobernantes no saben gestionar y que están únicamente facultados para ganar elecciones. Por eso, cuando ocurre algo que rompe la monotonía sistémica y una Dana se lleva la pelota que se pasan izquierda y derecha cada cierto tiempo, se quedan descolocados, sin saber cómo reaccionar. Nuestros dirigentes están muy cómodos en el estado de bienestar, uno cada vez más diezmado por su falta de reformas, pero que resiste mínimamente. Esas circunstancias socialdemócratas que han creado un Estado cronificado hacen que el sistema funcione gracias a los generadores heredados de cuando teníamos buenos gobernantes. Lo único que tienen que hacer nuestros políticos es no liarla, modificar un impuesto arriba o abajo, retocar una ley más o menos y disfrutar de su imperio caído. A veces, furtivamente, llega una catástrofe como la Dana o el Covid y nuestros líderes no tienen capacidad de reacción; se les queda grande, a ellos les habían dicho que lo único que tenían que hacer era sonreír y recitar el ideario frente a las cámaras.

Llevan tanto tiempo sonriendo que ya no saben cómo se llora o se empatiza con las víctimas. Quizá si se fueran a su casa volverían a ser humanos.