La directora artística del Teatro Español estrena el alegato anti bélico Troyanas en Sagunt a Escena
VALÈNCIA. Carme Portaceli es reincidente en reivindicar a las mujeres víctimas de la guerra. Este año se alzó con los premios Max a mejor espectáculo y mejor dirección de escena por Només són dones, sobre el sufrimiento padecido por miles de féminas en las prisiones españolas durante la contienda civil. Ahora estrena Troyanas, donde elimina el artículo de la obra primigenia de Eurípides Las Troyanas, para amplificar la tragedia. Así, la directora valenciana y el dramaturgo Alberto Conejero toman la crueldad de los griegos para con el pueblo vencido y la extienden y extrapolan a todas las damnificadas de conflictos de sangre y fuego. La obra estará en cartel en Sagunt a Escena los días 3 y 4 de agosto.
“En Troyanas invitamos a todas esas mujeres míticas que los ganadores se repartieron después de la Guerra de Troya como un botín, decidiendo impunemente sobre su vida y su futuro. Les pedimos que se expliquen, porque además de todo ese trato violento e injusto, también está la forma de hacerlas pasar a la historia como si ellas hubieran elegido su destino con gusto y placer, o con maldad cuando a ellos no les ha convenido lo que ellas elegían... Les queremos dar la oportunidad de que nos cuenten qué pasó de verdad y qué sintieron ellas, bajo su punto de vista y su forma de sentir. Y después de haberlas escuchado, tendremos, finalmente, la oportunidad de juzgarlas”, expone Portaceli.
Una gran te mayúscula ladeada ocupa el centro de las tablas. La escenografía, obra de Paco Azorín, es de una desnuda sencillez y se sirve de la letra para realizar proyecciones de instantáneas de luchas contemporáneas.
“Hay algunas imágenes de Alepo y de mujeres chechenas. Se ve alguna atrocidad que otra, pero de manera muy sutil –avanza Portaceli-. Hemos asistido a situaciones mucho peores mil veces en la televisión, pero ha llegado un punto en que la realidad es tan bestia, que nos hemos insensibilizado. Sin embargo, cuando asistes a esas secuencias en un escenario es cuando te impactan”.
No es la única concesión al presente. El texto original del autor de Salamina rebosa poesía en la versión de Conejero. El dramaturgo, Max 2016 al mejor autor teatral por La piedra oscura, ha integrado poemas populares de mujeres afganas, un verso de Luis Cernuda, otro de Rafael Alberti y varios de la keniata afincada en Londres Warsan Shire, inspiradora del último disco de Beyoncé, Lemonade.
“El texto de Eurípides tiene tal fuerza y es tan esencial del ser humano que no necesita prácticamente nada, pero hemos incorporado testimonios para elevar el dolor y la temperatura poética”, explica la directora del montaje.
También han añadido personajes. Sus protagonistas son Casandra, Helena, Andrómaca, Hécuba, Clitemnestra, Ifigenia, Hermione y Taltibio, el heraldo de Agamenón, interpretado en la pieza por Ernesto Alterio. Pero también aparecen Briseida y Políxena, mitos griegos que no se encuentran en el texto original de Las Troyanas.
Briseida es una viuda secuestrada por Aquiles durante la Guerra de Troya. “Me interesaba muchísimo hablar del caso de esta mujer que tiene tanto que ver con Helena –se justifica Portaceli-. Es víctima de un rol. Como a Helena, arma de destrucción masiva de la época, todo el mundo le dice que es guapa, que es bella, que tiene la culpa de todo, que es una puta y una ramera (aunque esto último siempre se lo dicen a todas). Pero Briseida, además, sufre síndrome de Estocolmo. Cuando Aquiles mata a toda su familia se la lleva Agamenón, que es una bestia parda, y es tal el horror a su lado, que ella sólo quiere volver con Aquiles, el hombre al que más ha odiado en este mundo”.
Políxena no aparece en la obra de Eurípides, pero sí tiene un papel relevante en la tragedia Hécuba, del mismo autor. Se trata de la hija pequeña de la protagonista. “Es un personaje interesante y bello, que ha decidido morir en vez de vivir en la esclavitud”, argumenta la directora.
Alberto Conejero ha destacado que el gran poeta griego clásico diera voz a los vencidos, a pesar de formar parte del bando de los vencedores. “Hay poetas, hombres y mujeres, que no siempre están dispuestos a dar la razón a los que están arriba o a los que escriben la historia, que no se quedan con la lectura tópica sin cuestionarse nada más”, aplaude la valenciana.
Como dice Hécuba, viuda de Príamo, cuando acaba la guerra, empieza algo peor, y Eurípides presta atención, precisamente, a la gente que sufre en ese trance posterior. “Y, entre ellos, a las olvidadas de los olvidados, que siempre son las mujeres”, introduce Portaceli, quien redunda: “Hoy seguimos viendo cómo las mujeres son seres de segunda categoría a las que no importa excesivamente lo que les suceda: después de cada guerra, e incluso durante la guerra y sin guerra, a las mujeres se las viola reiteradamente, se les falta al respeto, se las maltrata sin ningún respeto, sin ni siquiera temor a las leyes que prohíben la violencia... No pasa nada, sus problemas, sus sufrimientos siempre quedan en la cola, siempre hay problemas más importantes: los niños, el hambre, los refugiados...”
Tras sendas experiencias en Només són dones y Troyanas, ha refrendado su idea de que la violencia no es intrínsecamente femenina. Entre otras pruebas de ello, cita las manifestaciones conjuntas de palestinas e israelíes en pro de la paz, “mientras los hombres se están pegando como locos”.
Carme repite con Aitana Sánchez-Gijón tras colaborar juntas en el montaje para el Centro Dramático Nacional de La rosa tatuada, de Tennessee Williams, en 2016. En esta ocasión, la intérprete da vida a la desgarrada Hécuba.
“Es una todoterreno, una tipa inteligente sensible… una mujer que tiene un bicho en el alma para ser actriz. Le dices cualquier cosa y patapam, allá vamos”, alaba la directora, que desde hace dos temporadas se ha hecho cargo de la dirección artística del Teatro Español.
En este cargo también tiene como caballo de batalla poner el foco sobre las mujeres. La creadora acordó que el Teatro que dirige firmase una “Carta de la Temporada Igualdad Mujer/Hombre en las Artes Escénicas”, iniciativa de la Asociación Clásicas y Modernas, para lograr la equidad profesional en el sector.
Hay que decir en su favor, que antes de ese compromiso, su primera temporada de cinco meses ya era paritaria. “Me sale natural –esgrime-. No me lo tengo que plantear. Sólo hay que mirarlas. Eso me recuerda una maravillosa frase de la actriz María Jesús Valdés: “Los hombres no es que no nos quieran, es que no nos ven”.