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crítica

Carsen presenta un esencial 'Orfeo ed Euridice' en Les Arts

5/03/2024 - 

VALÈNCIA. La mitología ha sido siempre fuente de inspiración para artistas de todas las ramas y todas las épocas. Y también, -¿como no?-, para literatos en su misión libretista, y para músicos dedicados a la composición operística. Desde Caccini, Peri y Monteverdi en los albores del XVII, más de 400 son las óperas dedicadas al hijo de Apolo y cantautor Orfeo, que enamoraba a todos, -incluso a los dioses-, con su fina sensibilidad en el arte canoro que practicaba acompañándose con su cítara de 9 cuerdas.

Y esta, Orfeo ed Euridice, el original vienés de 1762 de Gluck y Calzabigi, símbolo del cambio llamado “reforma”, es sin duda una de las que más interés histórico tiene. Músico y libretista trabajaron juntos en Viena, y luego en París, en la búsqueda de la reforma del melodrama de la época en la que el alemán estaba inmerso, en salto desde el estresante, caprichoso, y manierista barroco, hacia el más austero y ponderado neoclasicismo. Son ellos, -por tanto-, protagonistas del cambio histórico que el género lírico operó.

Esencialmente contentos salieron ayer los afortunados aficionados que acudieron al Reina Sofía. Y no sólo por haber hecho algo suyo ese paso histórico, sino porque realmente el espectáculo es de alto nivel en su esencia musical y literaria, y en su parte interpretativa. Y más aún: porque la producción, regida en la escena por Robert Carsen, en trasposición temporal, presenta una pieza de extraordinaria elegancia y belleza plástica, en adecuación a la obra.

Demasiados directores de escena han pasado por Les Arts que se sirven de la ópera, en pleno subidón de inopia de ideas, y que hacen de su trabajo un elogio de su ego, en fatuo paralelismo a la obra. Pocos hay como el sabio director canadiense, quien ayer demostró con su idea, que viene a servir y a aportar a la ópera: a hacerla mejor, más comprensiva, más directa, y bien conectada con la música, el texto, y el drama.

La pura esencia    

Foto: Miguel Lorenzo y Mikel Ponce.

Si con Orfeo ed Euridice y su reforma, Gluck introdujo la nueva era de la simplificación del lioso barroco, en consonancia, Robert Carsen propone una lectura moderna minimalista que lleva por el camino de la reducción a la misma esencia de la obra. Gluck prescinde de las tramas enrevesadas y los virtuosismos vocales, para centrarse en el drama limpio y fluido. Llamó a su obra azzione teatrale per música, y Carsen, en fino ejercicio de destilación, en su producción se queda sólo con lo que considera que son los elementos fundamentales del libreto, y la música. O sea, con la esencia de la obra.

En este Orfeo ed Euridice todo pasa muy rápido. La azione transcurre vivaz, y Carsen asume el reto, para fijar con su propuesta en las retinas del espectador el ajuste dramático del devenir de la obra. La desnuda y enlutada escenografía es tan simple como árida y estilosa. Enormemente efectiva se apoya en una iluminación plana de colores pálidos adecuados para cada momento, en magistral e inteligente ejercicio de contraluz para las siluetas de inspiración griega.

El enfoque concreto de luz directa a los encorbatados protagonistas subraya la potencia requerida del desarrollo dramático, de la mano de los planos sonoros procedentes del foso o del inframundo. Pero nada superfluo que pueda suponer una distorsión, como dice Joaquín Guzmán en la web de Las Arts en su magnífico el comentario. Sin ornamentos para impresionar. Menos es más.

La simplicidad y la claridad de la música pretendida por el autor no merma la profundidad dramática de la obra. Esa es, precisamente, una de las claves de esta obra maestra de Gluck, a la que en esta ocasión, vienen a servir Carsen, y el otro gran triunfador de la tarde: el contratenor Carlo Vistoli, en su omnipresente papel de Orfeo, protagonista indiscutible.

Foto: Miguel Lorenzo y Mikel Ponce.

Implicación y sentimientos

A falta de los virtuosismos en partitura, dedicó todo su arsenal de cualidades artísticas a la transmisión de sentimientos, para demostrar que la música y el amor pueden a la propia muerte. El italiano es contratenor de voz oscura, y no por ello de especiales graves. Dispone de un color tan árido como terso, y de un cuerpo tan compacto como versátil. Con esas cualidades, gran musicalidad, buen volumen en el centro, y riqueza de armónicos, construyó un Orfeo tan brillante en lo musical como en lo dramático.

Dibujó el aria más famosa de la ópera, ‘Che farò senza' Euridice?’, con dolor abrumador, tan bien interpretado como el resto de momentos, para integrarla inteligentemente en el desarrollo de la obra. Siempre con espíritu e implicación, entregado en la escena, y arremangado desde el segundo acto, desarrolló un trabajo pulcro y de enorme honestidad profesional en fogoso deseo, para conmover a los dioses, y también al público de Les Arts.

Francesca Aspromonte y Elena Galitskaya, sopranos de diferente color vocal, fueron acertadas colaboradoras como la enamorada Eurídice y la diosa Amor respectivamente. La italiana destacó por su canto expresivo de frases ligadas, de dicción marcada, y timbre luminoso. Y la segunda, por sus dotes teatrales, su canto ligero y fresco de buena musicalidad y por su voz de buen brillo y color. Ambas participaron en la fiesta de los sentimientos sobre la escena.

También el coro destacó como el cuarto personaje que introdujo Gluck. Magnífico en empaste, profundidad, volumen y afinación, lució una presencia escénica ajustada a la medida, para resaltar la propuesta de Carsen. Pero es que esto ya no sorprende a nadie. Suficiente con que se sepa valorar. Un diez para los de Francesc Perales en el ‘Vieni a regni del riposo’ que fueron muy aplaudidos al fin de la sesión.

Al frente de todo estuvo Gianluca Capuano, especialista en música historicista, llevando a la bien equilibrada y dimensionada Orquesta de la Comunitat Valenciana con sapiencia, e integrando al conjunto en el discurso dramático de la obra en la justa versatilidad del estilo. Desde el momento de la vertiginosa obertura, jugó el director italiano con diferentes tiempos y dinámicas, y ajustó la orquesta a las texturas de la época, logrando refinados momentos de la muy detallada y rica partitura del alemán.

Muchos aciertos y mucha música en Les Arts. Pero también ausencias. Las hubo en la danza para furias y espectros en esta idea escénica, que habla de la sobriedad no interrumpida; y el programa de mano, que dice mucho al respecto del nivel de la dirección del teatro, y su falta de atención y cariño a los espectadores con la nueva política, claramente equivocada.

Y es que a veces no conviene mirar atrás. Pero a veces sí. Por lo menos para aprender de los aciertos.


FICHA TÉCNICA

Palau de Les Arts Reina Sofía, 3 marzo 2024

Ópera ORFEO ED EURIDICE

Música, Christoph Willibald Gluck

Libreto, Ranieri de’ Calzabigi

Dirección musical, Gianluca Capuano

Dirección escénica, Robert Carsen

Escenografía y vestuario, Tobias Hoheisel

Iluminación, Carsen/Van Praet

Orquesta de la Comunitat Valenciana

Coro de la Generalitat Valenciana, director Francesc Perales

Orfeo Carlo Vistoli

  Euríidice Francesca Aspromonte

Amore Elena Galitskaya

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