Discurso pronunciado por Carmen Alborch el 24 de octubre de 2017 con motivo de la entrega de la Medalla de la Universitat de València. Reproducido con permiso de la familia de la escritora y política valenciana.
Si me pidieran que definiera esta ceremonia, la definiría como la ceremonia de la gratitud.
Ni siquiera podía imaginar que después de tantos años de excedencia, dedicada a otros menesteres públicos, y aunque siempre he mantenido el vínculo con mi universidad, recibiera al reincorporarme este regalo. Quería volver a la universidad para cerrar el círculo, por mi sentido de pertenencia y por ser la profesión que elegí. Aprender, enseñar, contribuir a la formación de buenos profesionales y a una ciudadanía crítica. Gracias siempre a mi queridísima familia, a mis amigas y amigos, ¡a Javier de Lucas! ¡Cuántos años!
Gracias por incorporarme a una lista integrada por personas a las que admiro sincera y profundamente, Ernest Lluch, Alfaro, Ana Lluch, Raimon, Celia Amorós, personas con las que he mantenido fuertes y diversos vínculos como también es el caso de Isabel Morant. Aunque parece que a las mujeres los honores y medallas se nos resisten, afortunadamente en los últimos tiempos se va tendiendo a compensar desequilibrios. Recordemos que hace poco más de cien años que las mujeres pudimos incorporarnos a la universidad. Aunque como sabemos, había saber y creatividad fuera de la academia.
Hoy que me siento tan bien acompañada me parece el momento adecuado para manifestar mi gratitud por los motivos que iré exponiendo. Momento adecuado para pedir perdón por los gestos, comportamientos, actitudes inapropiadas, los errores cometidos que han podido perjudicar o hacer sufrir a algunas personas.
"También aprendemos de quienes nos curan y de quienes nos acompañan. Aprender es uno de los más importantes estímulos vitales"
Y de nuevo la inseguridad como si de nuevo me fuera a examinar. No se trata de rendir cuentas, pero sí es una buena ocasión, al menos para mí, de reflexionar sobre algunos aspectos, ejes de mi propia vida, lo que realmente nos importa. Y si se me permite, una vida muy compartida por pertenecer a una generación especial, la del 68. La generación entusiasta, diría.
Se han descrito muchos símiles sobre la vida, el anciano Bobbio la comparaba con una escarpada montaña, que se va subiendo con esfuerzo, pero cuando llegas arriba respiras y contemplas el paisaje, serenamente, o un río caudaloso, difícil de atravesar, pero con el paso del tiempo sabes dónde están las ramas o las piedras donde sujetarte. Confieso que a veces me siento como si estuviera en una montaña rusa.
También tengo que confesaros una feliz coincidencia: voy a cumplir setenta años y quizás sea el momento de plantearme la edad como aventura como nos propone Betty Fridan. En cualquier caso, siento que si hay algo que celebrar es la vida misma. Es un buen momento para rebobinar y mirar hacia atrás. Estar en paz con el pasado, tener nuevas metas y proyectos, combinar la humildad y la sabiduría, procurar estar en forma para aprovechar lo más hermoso de esta época.
Gracias también a todas las personas que me han mostrado su cariño y su apoyo, en momentos difíciles, momentos en los que me he sentido más vulnerable. Aprovecho esta ocasión para agradeceros el cuidado, el buen trato. Me habéis ayudado a sonreír ante el dolor que es la forma de neutralizar su veneno. También aprendemos de quienes nos curan y de quienes nos acompañan. Aprender es uno de los más importantes estímulos vitales.
Al pensar en esta intervención reiteradamente acudían a mi mente algunas palabras que responden a las claves o ejes vitales que han ido configurando mi experiencia. Recuerdo algunas imágenes potentes y nuestra vida cotidiana vinculada estrechamente a la universidad y la política.
Em sent afortunada de pertànyer a una generació que va tenir l’oportunitat de treballar amb entusiasme, amb un fort sentit del que és públic. Vam lluitar contra la dictadura, per la democràcia, per canviar la universitat, per canviar el món.
Vaig trobar persones excel·lents, i de les nostres afinitats van sorgir amistats... moltes complicitats, vincles que en molts casos han romàs... que es van anar conformant per quantitat de converses, assemblees, aplecs, mítings... pel fet de parlar hores i hores en diversos espais. Sentíem passió per la llibertat i la vam defensar enfront de la repressió, les amenaces, les sancions, les depuracions... als tancaments, molts en aquesta laica casa, la rebel·lia, els pactes, la reivindicació de la nostra llengua. Fa 40 anys, vam inundar els carrers amb el lema llibertat, amnistia, estatut d'autonomia. Sentíem indignació, por, però també alegria per la conquesta dels drets que configuren un país democràtic, per anar superant les profundes i escandaloses desigualtats. Cada dia estic més convençuda que el profund secret de l'alegria és la resistència. Vam aprendre a treballar en equip... els processos participatius i el diàleg que practicàvem en diferents grups i àmbits, conscients de la importància de l'ensenyament públic. Volíem contribuir, tant com fóra possible, perquè l'alumnat tinguera criteri... Era i és la nostra finalitat i la nostra responsabilitat com a professorat.
"Ens semblava que estava quasi tot per fer, per descobrir... intercanviàvem coneixements i compartíem ideals"
Formàvem part de diferents moviments. Primer el moviment d'estudiants, el sindicat democràtic d'estudiants; després el moviment de PNN i per descomptat del moviment de dones... i ho fèiem compatible amb la nostra carrera universitària... es concentrava tot, l'estudi, l'activisme, fins i tot els amors. La nostra implicació va continuar en una època molt important per a la universitat. El moment de la Llei de reforma universitària, que va coincidir amb el Deganat de la Facultat de Dret. Tot ens concernia. Recorde quan vam començar a impartir les nostres primeres classes en valencià. Treballàvem i gaudíem molt. Malgrat les imperfeccions i els errors en el moment de la transició, sentíem autoestima com a país.
Ens semblava que estava quasi tot per fer, per descobrir... intercanviàvem coneixements i compartíem ideals (veig cares...). No em deixe portar per la nostàlgia. Simplement recorde moments inoblidables, de plenitud.
És bo recordar per continuar aprenent. Recordar és construir. Ens vinculava també la passió per la cultura. Hi havia pocs espais interessants i molts deserts.
I si faig una mica d’història, he de referir-me al feminisme, ja que ocupava i ocupa un lloc preferent en la meua vida. Quan una companya de classe em va deixar El segon sexe de Simone de Beauvoir, es va obrir una nova perspectiva en la meua vida, poques dones han influït en tantes dones de generacions posteriors.
Si resultava estrany en aquella època que les xiques estudiaren dret (n’érem molt poques), veure una dona damunt d'una tarima era sorprenent. Afortunadament, i com sempre amb esforç i convicció, disgustos i ràbia, les aliades van aconseguir ser respectades, tenir autoritat, encara que no sempre vam ser ben interpretades, ni vam escapar a la misogínia. Malgrat les pressions, no vam deixar de ser rebels, transgressores, i això sens dubte tenia molt a veure amb el feminisme en què ens anàvem implicant... i fins ara mateix que seguim involucrades en la reflexió, l'activisme, l'associacionisme, la política. Sens dubte, el feminisme va canviar les nostres vides, els nostres entorns i les societats en què vivíem, amb repercussions en un món globalitzat sobretot a partir de la Conferència de Beijin del 1995, a la qual vaig tenir la fortuna d'assistir, quan es va declarar solemnement que els drets de les dones són drets humans. Per cert, recordeu que la impulsora de la Declaració Universal dels Drets Humans va ser Eleonor Roosvelt.
"Hemos demostrado la fortaleza del feminismo en las manifestaciones frente a los intentos de retroceso"
Me siento afortunada por haber vivido el nacimiento de las primeras asociaciones y grupos de mujeres a principios de los 70, de haber pertenecido a la Asociación de Mujeres Universitarias, a la Asamblea de Mujeres de Valencia, celebramos ahora 40 años de les primeras jornadas feministas en el País Valenciano, reivindicábamos la despenalización del adulterio, del aborto, la independencia económica, la igualdad salarial, debatíamos sobre la doble militancia, una sexualidad diferente, el divorcio, la trasformación de las familias, de los vínculos amorosos, repitiendo que sin las mujeres no hay revolución, quiero caminar tranquila, mi cuerpo es mío. Asistimos a las Jornadas de Barcelona y de Madrid. Ya éramos imaginativas y atrevidas. A nivel institucional fue importante el Servei de la Dona que se transformó en el Institut de la Dona. Políticas públicas ejemplares que fueron interrumpidas por los cambios políticos. Me alegro de colaborar con la Asociación de Mujeres Progresistas, Clásicas y Modernas, el Cercle Feminista. Hemos vivido no solo el crecimiento de las asociaciones y la toma de conciencia de la discriminación, además hemos demostrado la fortaleza del movimiento en las manifestaciones frente a los intentos de retroceso y de restricción a la libertad de las mujeres.
Por otra parte, me asombra el alto nivel de investigación feminista en todos los campos, desde la salud, la economía, el urbanismo, la biología, la antropología, sociología, filosofía, historia, la tecnología, el derecho. A ello han contribuido el Institut Universitari d’Estudis de la Dona y la Unidad de Igualdad. Por supuesto no me olvido del trabajo realizado dentro de los partidos, las rosas reivindicativas. Hemos avanzado, aunque todavía existen las brechas y los infiernos. Para acabar con ellos y partiendo de la Constitución, hemos impulsado leyes, convencidas de su capacidad de trasformar la realidad, leyes como la Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres de 2007, la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género de 2004. Fue la primera y creo que única vez que lloré en el Congreso.
Hemos ido elaborando conceptos, términos, priorizado principios y valores, resignificando el lenguaje como diría Celia Amorós, intentamos ser coherentes. Somos conscientes de la importancia del lenguaje, la importancia de nombrar.
Aplaudimos los logros, los premios, que además del justo reconocimiento que suponen nos empoderan a todas y nos benefician a feministas y no feministas. Nos cuesta mucho admitir la sinrazón de la discriminación, de las desigualdades, obvias y difusas. Nos emocionamos, gritamos, nos concentramos y manifestamos, nos sentimos impotentes ante la violencia y nos preguntamos cómo podemos convivir con ello.
Escribimos y hablamos desde lo que somos. No soy especialista, me mueve la pasión por el conocimiento y por la formación feminista. Me siento afortunada por haber podido dedicarme a lo que más me importa.
Hace años, a finales del siglo xx, Francoise Giroud, ministra de la Igualdad francesa, dijo: “Es como si las mujeres hubieran decidido que tienen derecho a la felicidad y que esta es más importante que el sacrificio o el sufrimiento”. Hemos escuchado a Alessandra Bochetti decir que la búsqueda de la felicidad por parte de las mujeres es revolucionaria.
"Seguimos viendo demasiadas imágenes en las que las mujeres estamos ausentes, especialmente en los espacios de poder, en los templos del saber"
A veces pensamos que somos demasiado pacientes. Nos desesperamos por la lentitud de los avances, cansadas, con cierto sentimiento de frustración que a menudo superamos cuando nos juntamos, porque el feminismo nos retroalimenta. El feminismo no se sufre, se disfruta. Carol Vance escribió: “No basta con alejar a las mujeres del peligro y la opresión, es necesario moverse hacia algo, hacia el placer, la acción, la autodefinición”. El feminismo debe aumentar el placer y la alegría de las mujeres, no solo disminuir nuestra desgracia.
Seguimos viendo demasiadas imágenes en las que las mujeres estamos ausentes, especialmente en los espacios de poder, en los templos oficiales del saber. Y demasiadas imágenes que reflejan la trágica situación de las mujeres que sufren las violencias. Partidarias de la audacia. Sabemos que acertamos cuando somos valientes.
El empuje y la capacidad movilizadora y crítica demostradas por el feminismo radican en que ha sabido pensar la situación de las mujeres en toda su riqueza y complejidad, escribí a principios de los noventa. Sigo pensando lo mismo.
Y a pesar de las tensiones que evidentemente existen, de las rivalidades, nos respetamos, vamos pactando y cada vez es mayor el reconocimiento de la diversidad y hablamos de feminismos. Se superaron diferencias entre distintas corrientes. Y en estos momentos las más mayores estamos felices por la participación de las mujeres jóvenes. Nos alegramos mucho sin paternalismo de que haya distintas generaciones implicadas, hay historia, hay presente y hay futuro. Al mismo tiempo estamos preocupadas por los ataques a veces virulentos, otras veces sofisticados contra las feministas o el feminismo.
Si antes hablaba de El segundo sexo, hay dos libros cuyos títulos y contenidos se han convertido en auténticos lemas del feminismo. Lo personal es político, recogido en Política sexual, de Kate Millet, y La habitación propia, de Virginia Woolf.
Creo que no podemos tener una verdadera habitación propia sin libertad, pero es preciso tener una habitación propia si queremos librarnos de la violencia. Coinciden Miguel Lorente y Marina Subirats, entre otras, en que la educación no está entrando en el fondo de este problema. No se está trabajando lo suficiente ni con profundidad. Todos los estereotipos dirigidos a la juventud, series, publicidad, películas, videojuegos, canciones, están cargadas de machismo. El diez por ciento de nuestra infancia, dice Lorente, vive en hogares donde el padre maltrata sistemáticamente a la madre. Tenemos que replantearnos las políticas dirigidas a la juventud y a la infancia educándolos desde la guardería, la escuela infantil. No se puede tratar el machismo y los micromachismos como algo normal. La justicia, la medicina, la psicología, el derecho están impregnados de machismo y es que el machismo es una cultura, no es un insulto, es una descripción, dice Lorente. La profesora Marina Subirats viene insistiendo en la importancia de la coeducación y considera que la no violencia debería estar en el centro del feminismo. Afortunadamente, cada vez hay más medios, más especialistas, profesionales, investigaciones, pactos entre los partidos, acuerdos parlamentarios. Cada vez hay también más hombres cómplices que se desidentifican con el machismo, crean sus propios grupos, quieren dejar de ser machistas. El profesor Octavio Salazar decía que es necesario y urgente que los hombres levanten la voz, pero no para ser los protagonistas. Como lo han sido siempre. Sino para dejar claro que no “nos identificamos con una masculinidad hegemónica que produce víctimas”. Es necesario deconstruir un modelo de masculinidad basada en la conjunción terrible de poder y violencia.
"Ha habido y hay políticas ciegas al género. Las políticas neoliberales del capitalismo están expropiando derechos a las mujeres"
Llevamos años discutiendo sobre el poder, la importancia del poder y de otra forma de ejercerlo. El poder político, económico, científico (académico, cultural) y de los micropoderes. Se decía que a las mujeres no les gustaba el poder, y que al poder no le gustaban las mujeres. No estaba bien visto tener ambiciones y menos aún confesarlo, se nos transmitía que lo nuestro era lo privado, los sentimientos, la maternidad, ser madresposas exclusivamente. Se nos consideraba outsiders, el poder nos tentaba, pero nos resistíamos a entrar en un mundo tan competitivo, además habíamos recibido generalmente una educación que no nos preparaba para ello, educadas en la obediencia, la sumisión, no estaba bien visto hablar en público ni levantar la voz. Decía Kate Millet: “Mientras nosotras amábamos, ellos gobernaban”. El sistema, el patriarcado, se resistían y se resisten. Había que superar muchos obstáculos, algunos más evidentes que otros, resulta difícil renunciar a privilegios y compartir el poder y, sobre todo, cuando se pretende alterar las reglas, cuestionar actitudes, el funcionamiento de las instituciones, tener voz propia, cambiar valores centenariamente asentados. Nos da fuerza descubrir a antepasadas y coetáneas gloriosas que lucharon y se comprometieron con unos ideales. Fuimos conscientes de que era muy difícil conseguir la igualdad, cambiar los desequilibrios estructurales sin estar en los espacios de poder formales e informales (el viejo club de los muchachos), llegar a ellos fue arduo… y nos gustó. Porque vimos que podíamos avanzar si había muchas mujeres comprometidas con la causa. Sabiendo que el feminismo no es mujerismo, como decía Amelia Valcárcel, y que los varones también deben comprometerse porque la igualdad no es cuestión solo de mujeres. También somos autocríticas. Nawal El Saadawi dice: “No me gustan las mujeres que cuando acceden al poder se vuelven patriarcales”. Nos emocionamos cuando vamos descubriendo que detrás de un nombre, dos líneas, hay vidas apasionantes, talento, creatividad y, también, mujeres exhaustas. Y cuántos silencios. Convendría imaginar cómo sería nuestra vida, la vida de las mujeres, si no se hubieran sucedido las distintas olas del feminismo. Y no olvidamos la potencia del patriarcado del machismo. Ha habido y hay políticas ciegas al género. Las políticas neoliberales del capitalismo están expropiando derechos a las mujeres. Tenemos que estar vigilantes ante la reacción, los retrocesos que sin duda existen, apuntados entre otros organismos por la Cedaw. A pesar de los avances, se van incorporando a la agenda pendiente la agenda sobrevenida, los debates sobre la prostitución, no me resisto a no citar a Rosa Cobo y los vientres de alquiler.
Sabemos también que la consecución de la igualdad no es una cuestión de tiempo. La igualdad de género implica un gran cambio cultural. Un trabajo incesante de reconstrucción del mundo.
Conviene recordar que el acceso a la educación que planteó Mary Wollstonecraft en 1792 en Vindicación de los derechos de la mujer, y a la cultura, la reflexión crítica, la lucha reivindicativa en pro de la libertad de las mujeres ha producido un gran impacto social y cultural, con las consiguientes trasformaciones vitales. Se ha impulsado la modernidad y democracia partiendo de nuestras reivindicaciones legítimas, deseos, anhelos, afanes, desde nuestra propia experiencia y subjetividad que siguen reclamando la libertad, la dignidad y la ciudadanía de las mujeres. Tenemos mucho que aportar desde nuestras visiones del mundo. En parte sigue pendiente la reparación de injusticias que ya se planteó en Seneca Falls en 1848. Sigue siendo necesaria tanto la mirada crítica sobre el mundo como las utopías a las que a veces nos vamos acercando y que a su vez van impulsando alternativas sociales, nuevas exigencias y propuestas que afectan al conjunto de la sociedad. Deberíamos ser capaces de convencer a la mayoría de los beneficios de la igualdad. Decía Marta Nussbaum que el pensamiento político y económico debe ser feminista, atento entre otras cosas a los problemas especiales que afectan a las mujeres a causa de su sexo en todas las naciones del mundo, problemas sin cuya comprensión no pueden afrontarse los temas de la pobreza y el desarrollo. Los cambios sociales se producen a partir de la trasformación de las ideas y de las prácticas. Nos estremecemos cuando vemos a tantas mujeres que viven en países donde no tienen ni siquiera la igualdad legal reconocida, las más pobres, las más analfabetas que, sin embargo, rentabilizan las ayudas con mayor eficacia, es imprescindible la solidaridad con las más cercanas sin olvidar que la sororidad no debe tener fronteras. Las Mujeres de Negro saben bien cómo sufren las mujeres las guerras y cómo son ignoradas en los procesos de paz. Capaces por otra parte de mediar para llegar a acuerdos.
El feminismo es una política, una ética y una crítica, dicen nuestras amigas filósofas, no exento de épica, basta recordar a las sufragistas. Decía recientemente Agnes Heller que el cambio de la condición de la mujer “es la única revolución que no considero problemática, porque no es una movilización contra un periodo histórico sino contra todos los periodos”. Es la única revolución que no tiene zonas oscuras, una causa que contribuye a mejorar el mundo, ya que la equidad beneficia al conjunto de la sociedad, es tan amplio, tan intenso como todo aquello que puede contener uno de los lemas fundamentales: “Lo personal es político” al que me he referido anteriormente. El feminismo, al cuestionar dogmas, ha abierto espacios de innovación. Ha abierto caminos que hay que ensanchar, seguir sembrando, decía Clara Campoamor; yo puse la semilla, otras mujeres vendrán.
"El feminismo, al cuestionar dogmas, ha abierto espacios de innovación. Ha abierto caminos que hay que ensanchar, seguir sembrando"
Me parece pertinente referirme a la cultura, como recurso económico y derecho, y también como conjunto de valores predominantes en la sociedad, importantísima en la construcción de la igualdad de género. Pertenezco a una generación en la que muchas personas queríamos cambiar el mundo, lo decía antes, anhelábamos la libertad y la cultura nos permitía conectar, conocer. Pero también es un territorio en el que existen las desigualdades. Afortunadamente, vamos avanzando, han proliferado las asociaciones que impulsaron la ley de igualdad y reclaman su cumplimiento, trabajan intensamente en la visibilización y denuncia de las desigualdades en el mundo de la cultura y plantean proyectos muy interesantes vinculados a la aplicación y desarrollo del artículo 26 de la ley, reclaman, reclamamos, que se cumpla la ley, también la Ley de Cinematografía y la Ley de la Ciencia y por supuesto la Ley de Violencia. Asociaciones como Clásicas y Modernas, Cima, Dones en Art, Mujeres en las Artes Visuales, así como diferentes plataformas.
La cultura de la desigualdad crea desigualdad. Viendo la tele generalista unos minutos, percibimos que los profundos estereotipos de género siguen pesando y por eso es importante que en lugar de reproducir estereotipos caducos que no se corresponden con la realidad, a través de las distintas manifestaciones culturales, se aliente la igualdad y la diversidad, se refleje a mujeres reales.
Decía Alma Schindler, más conocida como Alma Mahler, que quería hallar el cielo en la tierra a través de la música, no sé si queremos hallar el cielo en la tierra, queremos tener una vida justa, digna y respetable, y sobre todo queremos que todas aquellas mujeres que tengan voluntad, vocación y talento para crear arte puedan hacerlo y además que su arte sea considerado.
Cada vez se acrecienta el empeño por conocer y reconocer a las mujeres protagonistas de la cultura y agentes de cambio, lo cual supone un replanteamiento de la historia de la cultura. En el Museum of Women se declara: “Nosotras afirmamos que el conocimiento centrado en las mujeres es esencial para comprender las fuerzas que han modelado el desarrollo humano, cultural y social”.
A muchas valiosas mujeres el reconocimiento no les llega individual o colectivamente hasta después de la muerte Se trata de corregir los olvidos pasados, pero además su ejemplo y su trabajo ilumina nuestras vidas. Les debemos nuestra gratitud por abrirnos caminos. Como se expresaba en la exposición Memorables, insignes e intrépidas. Sus ejemplos nos tienen que dar fuerza para hacer frente a los nuevos retos que nos esperan.
Me parece conveniente recordar un fragmento del informe de la Unesco de 2014: “No es posible hablar de acceso universal a la cultura y protección de la diversidad cultural si permanecen mayoritariamente excluidas las mujeres, como tampoco es posible lograr ese cambio de mentalidades y valores que parece necesario para remover las estructuras patriarcales si las mujeres no hacen cultura”.
Estamos convencidas de que somos al menos la mitad del talento, por ejemplo las calificaciones académicas lo demuestran. Hemos hecho previsiones que evidencian la insoportable lentitud de los progresos si no se plantean acciones positivas. Y siempre tenemos que hablar del techo de cristal, que a veces es tan duro como el diamante. Una participación equilibrada de mujeres y hombres puede sin duda generar ideas, valores y comportamientos que vayan en la dirección de un mundo más justo y equilibrado. La cultura, la literatura, no solo reflejan la realidad sino que la trasforman.
"Hay que hacer visible lo invisible, y no es magia, es investigación y pedagogía, incluyendo a las mujeres en los libros de texto, a través de exposiciones que las rescaten del olvido"
El empoderamiento necesario se construye individual y colectivamente a través de distintos cauces y entre ellos incluimos la genealogía, insistir en el lenguaje, el canon, cómo se va formando el canon, lo que muchos niños y niñas leerán en la escuela. En definitiva, el reconocimiento del talento y la autoridad de las mujeres. Laura Freixas plantea brillantemente este tema. Hay que hacer visible lo invisible, y no es magia, es investigación y pedagogía, incluyendo a las mujeres en los libros de texto, a través de exposiciones que las rescaten del olvido.
El empoderamiento es necesario para combatir los persistentes mensajes que propician la cosificación de las mujeres, su consideración como un objeto que propician y bendicen la desigualdad, incluso la violencia. Lo visibiliza de manera impactante en su trabajo Yolanda Domínguez. Son muy interesantes las manifestaciones plásticas sobre el tratamiento del cuerpo, la mirada sobre nuestros cuerpos. Recuerdo algunas obras sobrecogedoras de Louise Bourgeois sobre la maternidad.
Y una pregunta recurrente: ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas? Genias. Lo estudiamos con pasión, siempre lejos de la gran obra, de la genialidad. La explicación no hay que buscarla en las hormonas, decía Notklin, sino en las instituciones y en la educación recibida. La libertad, aunque sea limitada, el mito de la libre elección, como plantea Ana de Miguel, es necesaria para crear. La creación es el territorio de la libertad. Y la libertad se aprende ejerciéndola, en palabras de Clara Campoamor. La creación requiere, como decía Matilde Salvador respecto a la composición musical, gran concentración, dedicación casi absoluta, y entonces ¿quién cuida? Hablábamos del techo de cristal, pero no podemos olvidar el suelo pegajoso, la atención y la responsabilidad de las mujeres en torno a las tareas del cuidado. Tan bien estudiado por Soledad Murillo en El mito de la vida privada.
No estamos obsesionadas ni nos inventamos una realidad, no voy a traer las cifras de la desigualdad ni los porcentajes de mujeres en las reales academias, ni en los rectorados. En el último Informe Global sobre la Brecha de Género 2016 se expresa que la igualdad económica entre sexos podría tardar unos ciento setenta años. Dice Álvarez que es urgente acabar con las dinámicas de promoción que privilegian a los hombres. Tiene que haber más transparencia en los procesos de selección. Desde la batuta a la dirección cinematográfica. Y si miramos otros entornos como la magistratura…, las magistradas rubrican más de la mitad de las sentencias pero la cúpula, de nuevo la cúpula, es masculina, de setenta y ocho integrantes del Tribunal Supremo solo once son mujeres, el Tribunal Constitucional solo ha tenido seis mujeres. Es una anomalía democrática, dice la magistrada Gloria Poyatos.
Queda también pendiente que se considere la escasa presencia de mujeres en puestos directivos como un problema social y económico porque implica un desperdicio de capital y de talento, la mitad del talento, y afecta a los contenidos de sectores tan importantes como el audiovisual. Cuando mujeres y hombres compartamos el poder, las obras dramáticas narrarán la vida y los sueños de los hombres pero también de las mujeres.
En una reciente exposición sobre las 48 mujeres galardonadas por el Premio Nobel, se declaraba como propósito dar a conocer a mujeres que han luchado por un ideal y se han convertido en referentes mundiales en distintas disciplinas, así como destacar los frutos del estudio, el esfuerzo, el trabajo, el trabajo en equipo, la generosidad, el compromiso social y la solidaridad. Afortunadamente, hay muchos espejos en los que mirarnos, inspirarnos. Tenemos que aprender y desaprender, trabajar el cómo y seguramente ser más eficaces. He insistido en la relación de las mujeres y la cultura como ejes vitales, donde se centran buena parte de mis pasiones y responsabilidades.
"Me indignan los gobiernos que desprecian la cultura y recortan los recursos necesarios para fomentar la creación y para que se pueda adquirir una adecuada formación"
Quiero dar las gracias a quienes confiaron en mí, primero nombrándome directora general de Cultura, del Ivaecm, del Ivam, y a los diferentes equipos con los que tuve la suerte de trabajar, de poner en marcha proyectos apasionantes como el Ivam, supusieron mucho esfuerzo, tensiones, disgustos, pero cantidad de satisfacciones y alegrías. Pudimos desarrollar la creatividad en nuestro trabajo, incluso haciendo política que concibo siguiendo a Simone Weil como el amor y el cuidado del bien común y el arte de estar juntos. Intentamos facilitar el acceso a la cultura, apoyar la creatividad y a quienes con ella nos enriquecen al emocionarnos, despertando nuestra imaginación, a quienes remueven nuestros sentimientos y nos dan a conocer otras realidades. Agradezco haber tenido la posibilidad de conocer a personas cuya creación admiro.
Me indignan los gobiernos que desprecian la cultura y recortan los recursos necesarios para fomentar la creación y para que se pueda adquirir una adecuada formación.
La cultura es un invento de los seres humanos impulsados por la necesidad de convivencia y comunicación, escribía Emilio Lledó. Elemento esencial para desarrollar la ciudadanía democrática, para afrontar el reto de progresar justamente. La cultura tiene también un componente subversivo por su capacidad de poner en tela de juicio a la sociedad de manera permanente. Estamos iniciando una nueva era, nos recordaba, entre otros, Sami Naïr, una civilización diferente, un mundo globalizado en el que se visibilizan tremendas desigualdades y aparecen nuevas brechas, y en este tiempo la educación y la cultura son fundamentales. Por eso hay que garantizar el acceso a la cultura y la educación, vinculadas a la calidad de vida y a la igualdad. Y provocar el deseo, la curiosidad.
Con frecuencia decimos que la educación es la clave. Tememos con razón la reacción, los retrocesos. Por ello hay que afianzar permanentemente los avances y los valores porque, como dice Ángel Gabilondo, el conocimiento sin valores es inquietante.
Marta Nussbaum afirma, con preocupación, que estamos ante una crisis educativa mundial. La capacidad de pensar y crear, comprender e incorporar a los otros se ve resentida por una educación tecnocrática que en nombre de la eficacia propone formas más o menos sofisticadas de docilidad. Necesitamos una educación atenta a lo humano como un derecho esencial que debe ir más allá de lo rentable en su sentido más burdo. Una educación pública y universal, abierta a la cultura y a la libertad, una paideia verdadera.
Escribió Natalia Ginzburg que lo que debemos realmente apreciar en la educación es que a nuestros hijos no les falte nunca el amor a la vida. ¿Y qué es la vocación de un ser humano sino la más alta expresión de su amor a la vida? La mejor ayuda en la búsqueda de una vocación es tener nosotros mismos una vocación, conocerla, amarla y servirla con pasión porque el amor a la vida genera amor a la vida.
Se pregunta Marina Subirats qué capacidades van a ser necesarias en los próximos años, qué cambio debe operarse en la educación. Bauman propone, utilizando el símil de los proyectiles, pasar de los balísticos a los proyectiles inteligentes, capaces de cambiar de dirección durante el vuelo, adaptarse a las circunstancias variables, un arma capaz de detectar inmediatamente la movilización del blanco, ya que el blanco no para de moverse. ¿Es posible educar en un mundo crecientemente anómico? La educación debe ser permanente pero diferente. Subirats plantea el símil del cesto que se construye en la edad temprana y en el que luego se depositan los conocimientos. Se trata de preparar a la persona para que sea capaz de configurar su proyecto vital y profesional. Porque no solo ha cambiado el mundo laboral, hay que prepararse porque los empleos evolucionan o desparecen, se devalúan, aunque los títulos universitarios siguen constituyendo una cierta defensa. Delors en un Informe de la Unesco: “La educación encierra un tesoro”, afirmaba que había que aprender a conocer, aprender a ser, aprender a hacer. La profesora Subirats quizás tenga razón al plantear que la prioridad sería aprender a ser.
"Las instituciones educativas ya no alientan la imaginación ya no alientan el pensamiento por sí mismo y el libre ejercicio de la imaginación"
Rousseau decía que la escuela debería ser el ámbito donde se diera rienda suelta a la imaginación y la reflexión. La imaginación es considerada por Manguel como una actividad creativa esencial que se desarrolla con la práctica no a través de los éxitos, que son finales, “sino a través de los fracasos, de los intentos fallidos que requieren nuevos intentos”. Historia llena de fracasos enriquecedores. Fracasa mejor, decía Beckett.
A propósito resultan inquietantes algunas afirmaciones de Manguel en el maravilloso libro Una historia natural de la curiosidad, cuando dice que las instituciones educativas ya no alientan el pensamiento por sí mismo y el libre ejercicio de la imaginación, los sistemas educativos están interesados poco más que en la eficacia material y la ganancia económica.
A Rita Levi-Montalcini, Premio Nobel de Medicina, cuando cumplió cien años le preguntaron cuál era su secreto y contestó: “Tener activo el cerebro, tener curiosidad y preocuparme por los demás”. Recuerdo sus palabras constantemente.
Tener activada la capacidad de conocer, de observar, de adquirir conocimientos y disfrutar de la cultura. La capacidad de relacionarnos.
Me parece oportuno y casi inevitable citar a Bauman: “Todo es fácil en la vida virtual, pero hemos olvidado el arte de las relaciones sociales y de la amistad. Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien hecho. Lo que se consume, lo que se compra son solo sedantes morales que tranquilizan tus escrúpulos éticos”.
La pasión por el descubrimiento, la reflexión, la interpretación es tan antigua como la humanidad, nos recordaba Saskia Saasen, doctora honoris por nuestra universidad. Es un viaje que no termina nunca y dentro de la pasión por el conocimiento incluyo conocer al otro, a la otra.
El conocimiento de la otra, del otro, y el reconocimiento, la atención, la consideración es el hecho humano constitutivo. Opina Todorov que el ser humano no se conforma con la conservación, apartar a los rivales y su satisfacción material, aspira a un reconocimiento de su valor que solo puede venir de la mirada del otro. Según Adam Smith nuestro acceso a la humanidad consiste en la mirada que nos dispensamos unos a otros.
Y nos miramos en y desde distintos espacios y por supuesto las nuevas tecnologías colaboran, las redes han adquirido una nueva dimensión. Compartir conocimientos y reivindicaciones. Entre el ciberentusiasmo y el ciberescepticismo, creo que debemos estar allí y extender nuestra capacidad de influencia.
Me parece justo citar aquí a Dona Haraway, investigadora vanguardista, y a Ada Byron, Linda Lovelace, la brillante y poco conocida hija de Lord Byron, aislada, lánguida y creativa, pronto se sintió fascinada por la ciencia, desafió a la moral victoriana acudiendo a los ambientes científicos… Su padre se relacionó con el padre de Mary Shelley, que posteriormente alumbró a Frankestein. Coincido con Emilio Lledó cuando dice que los libros sirven para amistarnos los que escribimos, los que leemos.
La amistad ocupa un lugar muy importante en mi vida y en mis libros. La cultivo, la alimento, la disfruto. He tenido la fortuna de conocer en mi vida a personas muy valiosas, nos hemos ido eligiendo. Se ha generado otro tipo de confianza y de lealtad, de intimidad.
Suscribo lo que dijo Alejandra Soler: “Durante toda mi vida la amistad ha embellecido los tiempos difíciles e inciertos, llenándolos de esperanzas y buenos augurios”.
"La amistad ocupa un lugar muy importante en mi vida y en mis libros. La cultivo, la alimento, la disfruto. He tenido la fortuna de conocer a personas muy valiosas"
Tus amigos se convierten en tus cómplices, decía Ana María Matute. Cada uno muestra lo que es en los amigos que tiene. Nos hemos ido eligiendo.
En mi caso, la política también ha sido una gran fuente de amistades, debatimos, discutimos y algunas veces nos enfadamos, pero procuramos resolver los conflictos con celeridad, porque nos queremos como somos y nos respetamos.
Con los años se va constituyendo una particular relación a partir de la certeza de que el amigo o la amiga me acepta como soy y me reconoce. Y esa certeza reconforta y refuerza. Nos sentimos libres para expresar emociones, deseos y temores, por lo que en principio se puede hablar de todo, aunque sin estar necesariamente de acuerdo. Aunque a veces nos distanciamos, eludimos ciertos temas de conversación porque conocemos las posiciones de nuestros amigos. En situaciones extraordinarias, las distancias y los silencios se pueden acrecentar.
La verdadera amistad no debe suponer una amenaza contra el carácter y el pensamiento propios. Maite Larrauri: “Si aceptamos la verdad sobre nosotros cuando nos lo dice un amigo, podemos salvarnos juntos de la ignorancia y de la infelicidad”.
La confianza juega un papel esencial y es necesaria para que la amistad sea liberadora.
Y si en cualquier época de nuestra vida la amistad es importante, en la madurez y en la vejez es imprescindible o todavía lo es más. Paul Auster lo denomina La ética de la madurez, se comparte cierta sensación inexpresada de cómo hay que vivir. Aprendemos a compartir el placer y el dolor. El cuidado del alma, el consuelo. Nos acompañamos en las despedidas, en la desaparición de seres queridos. Decía Oliver Sacks cuando ya sabía que su muerte estaba cerca: “Me siento increíblemente vivo y deseo y espero estrechar mis amistades, despedirme de las personas que quiero”.
Nos escuchamos y reforzamos nuestra autoestima y nos cuidamos. Cuidarse significa escucharse, entenderse, respetarse y ser capaces de compartir nuestras alegrías, inseguridades, éxitos y fracasos, amores y desamores (sobre todo cuando eres más joven). Nos convertimos en compañeras de la vida. Nos consideramos necesarias. Nos sentimos afortunadas por habernos encontrado. Siempre hay alguna sombra que nos entristece, pero siempre recurrimos al carpe diem. Por cierto, habría que educar en el cuidado, que debería estar en el centro de la política.
Complicidad entre mujeres cargada de matices, de experiencias y conocimientos compartidos. Tenemos vínculos diferentes porque somos diversas. Creamos vínculos personales y sociales muy interesantes, lo cual podemos comprobar simplemente mirando a nuestro alrededor. Bolen: “Nunca en los anales de la historia ha existido tal cantidad de mujeres con tanta capacidad, experiencia, independencia y recursos que han aprendido a confiar en sí mismas y en las demás”. Cuando veo envejecer a mis coetáneas me doy cuenta de que entre ellas hay mujeres maravillosas, especiales, únicas, pero a todas les unen ciertos rasgos comunes, han alcanzado un nivel de aceptación del yo que les permite mostrarse como son, poseen espontaneidad y muestran una enorme generosidad. Se sienten más libres. Creo que hemos detectado el origen de muchos de nuestros malestares y algunos los hemos superado procurando trasformar la culpabilidad en responsabilidad. Hemos dedicado tiempo y energía en nuestra formación feminista y procuramos poner en práctica lo que debatimos, estudiamos, tejemos a través de las redes y accedemos a hermosos escritos sobre la amistad entre las mujeres, y sobre la tribu a la que podemos pertenecer mujeres de distintos lugares del mundo.
"El diálogo, el debate, acerca de lo que nos inquieta, lo que sucede en el mundo, sigue siendo estimulante y produce buenos resultados intelectuales"
La amistad fuente puede ser fuente de creatividad como la capacidad de vislumbrar y rescatar la novedad. Asociamos ideas, concebimos proyectos, incluso podemos tener una feliz idea, cumplir un sueño.
Hanna Arendt y Mary McCarthy mantuvieron una interesante correspondencia que dio lugar al libro Entre amigas, en el que la correspondencia se refiere a la trasformación de un mundo lleno de caras familiares.
El diálogo, el debate, acerca de lo que nos inquieta, lo que sucede en el mundo, sigue siendo estimulante y produce buenos resultados intelectuales. Fue el caso John Berger y Juan Muñoz, Victoria Camps y Amelia Valcárcel, Cezanne y Zola, Paul Auster y Coetze, por citar algunos nombres completamente diferentes. No olvido las complicidades en los grupos y movimientos artísticos. El libro de Rosalía CornejoEntre mujeres: política de la amistad y el deseo en la narrativa española contemporánea es un interesante análisis de las relaciones intelectuales y afectivas entre algunas de las escritoras españolas contemporáneas. Las sin sombrero representan un ejemplo excepcional de mujeres audaces, inteligentes, preparadas, que en 1914 lucharon por los derechos de las mujeres, un interesantísimo grupo en el que se integraron maestras y discípulas pertenecientes a las generaciones del 14 y del 27 que compartieron además de espacios e ideas procesos creativos. Ejemplo también del injusto olvido. Los varones de la generación del 27 fueron recuperados, ellas no. Ahora empieza a conocerse su talento.
Cada día aumentan las maestras amigas y el número de maestras y discípulas. Entre las cuales existen enriquecedores intercambios y admiración. En otros tiempos María Cambrils, socialista y feminista valenciana, confesó una gran admiración por Clara Campoamor, que prologó su libro Socialismo y Feminismo.
La amistad a veces se manifiesta a través de las correspondencias, sobre todo en otros tiempos. En la exposición Mujeres en vanguardia, en torno a la Residencia de Señoritas, pudimos ver cartas muy interesantes. Nos podemos imaginar las conversaciones entre Maruja Mallo, Concha Méndez o Josefina Carabias. O hacer cartografías. Es apasionante ver que hay tanto por descubrir y por relatar.
Afortunadamente, tengo también excelentes amigos de distintas generaciones con los que me siento vinculada porque compartimos valores, experiencias, gustos, placeres, confidencias, complicidades privadas y públicas. Disfrutamos discutiendo, haciendo planes, alrededor de una mesa o recogiendo olivas. Poseemos diferentes perspectivas, diferentes habilidades.
Me gusta pensar que la madurez o la vejez puede ser la edad de la comprensión. Comprendemos la debilidad de los demás y por supuesto las propias y otorgamos más valor a la empatía, al entendimiento mutuo y a la amabilidad. Practicar la compasión, padecer con en los días o en los momentos sombríos. Y por supuesto las alegrías.
A veces comentamos que hemos estado al borde y ahora que somos más conscientes de nuestra vulnerabilidad aspiramos o al menos yo aspiro a la serenidad, al equilibrio entre el compromiso, la actividad y el descanso, la pasión. Necesitamos al menos una causa y cierta épica.
En definitiva, quisiéramos poder decidir cómo queremos vivir, qué sociedad queremos. Sostiene Vallespín que “no hay un único mundo posible y en nuestras manos está el decidir cómo queremos vivir”. Pero para saberlo tendremos que poder entendernos. No negar las evidencias fácticas, tolerar a los disidentes en vez de demonizarlos y calificarlos de indignos desde posiciones de superioridad moral y respetar las opiniones de cada cual.
"Es necesario convertir la paridad en marchamo de legitimidad de toda iniciativa de regeneración democrática"
Desde hace años venimos planteando la necesidad de un nuevo contrato social y, ante la futura y necesaria reforma constitucional, quisiéramos un compromiso fuerte con la igualdad. Es necesario convertir la paridad en marchamo de legitimidad de toda iniciativa de regeneración democrática y hacer un esfuerzo para contrarrestar el poder de la inercia y la inercia del poder patriarcal, según sostiene la profesora Blanca Rodríguez.
Me parece sugerente la idea de Rifkin de que “somos una especie básicamente empática porque poseemos neuronas espejos que permiten a los seres humanos sentir y experimentar situaciones ajenas como si fueran propias”.
Sabemos desafortunadamente que el dolor y el infortunio existen y que conviene practicar el buen trato, la resiliencia, el proceso por el cual las personas aprendemos a afrontar el estrés y la adversidad desde la fortaleza interna y generar las habilidades para enfrentarlas. Aprender a vivir las desgracias con calma y con valentía. Crecer en la adversidad. Y practicar el cuidado. Que incluye el cuidado de la ciudad, el cuidado de lo público.
El talento y la práctica de las virtudes laicas asociadas a la ética influyen en la ciudad. Y quizás hoy son más necesarias que nunca si aspiramos a una democracia avanzada.
Nuestra libertad de autocreación es seguramente ahora mayor que nunca, ahora cuando se han acabado tantas certezas, cuando tantas instituciones muestran sus flaquezas es el momento de hacer de nuestras ciudades, siempre inacabadas, siempre en construcción, como nuestras propias vidas, una obra colectiva para el buen vivir, para la vida digna. La ciudad educadora en su más amplio sentido debería proporcionarnos las oportunidades, los aprendizajes que permitan desarrollar nuestras capacidades. Es una responsabilidad del buen gobierno porque el talento para fructificar necesita entremezclarse como solo puede hacerse en el marco de convivencia de una ciudad. La buena ciudadanía está en estado de educación democrática permanente. Se trata, como dice Victoria Camps, de educar el sentimiento a fin de que los ciudadanos y ciudadanas sientan orgullo por los comportamientos cívicos y democráticos y vergüenza o culpa por los comportamientos que empañan la imagen de la democracia. Sigue siendo necesario defender la libertad y la verdad frente a la manipulación. Y es necesario tener políticos y políticas virtuosos porque en ellos depositamos la dirección y gestión de los asuntos públicos, porque de ellos depende nuestro bienestar, se aumenta la confianza y la credibilidad, y por la tendencia a imitar a la que ya se refería Maquiavelo, lo que hace el señor lo imitan muchos, hacia él se vuelven las miradas. Hace falta fortaleza y valentía, justicia, templanza y prudencia.
Quiero dedicar mis últimas palabras a la universidad. Núcleo de la ciudad, inspiradora, fuente de prestigio, acogedora de movimientos ciudadanos, me refiero a La Nau (especialmente), espacio de rebeldía y escuela de ciudadanía. La consideramos nuestro lugar. Proporciona sentido de pertenencia y alberga enorme talento que sin duda repercute muy positivamente en la ciudad y en la sociedad, aunque seguramente no es suficientemente conocido. Si aspiramos a la sociedad del conocimiento, la universidad jugará un papel esencial. Por cierto, en los años que he estado fuera de la universidad he echado mucho de menos el contacto con el alumnado, con los y las jóvenes, de los que aprendía y que me permitían tomar el pulso de las inquietudes de una parte importante de la juventud.
Decía Carlos López que la ciencia revela la verdadera belleza del mundo. Decíamos que estamos en una época de frontera. Se está preparando en las universidades para un mundo que se va en lugar del que viene. Es preciso que se valore la ciencia y el conocimiento y que se reconozca su importancia a nivel político y social. Dicho de otra manera: hay miles de personas investigando, como es sabido, una extraordinaria capacidad investigadora que no está valorada ni apoyada debidamente. Los avances pueden ser maravillosos o amenazadores. ¿Estamos a tiempo y en condiciones todavía de pensar que las nuevas tecnologías generarán sociedades más equitativas? ¿O que a las tremendas y crecientes desigualdades se añadirá la desigualdad biológica? ¿Confiamos más en los algoritmos que en nuestros propios sentimientos?, plantea Harari.
"Me preocupa que la emoción que se propaga con mayor rapidez por las redes sociales es la ira"
Me preocupa leer en alguna investigación la facilidad con la que circulan las emociones negativas o que la emoción que se propaga con mayor rapidez por las redes sociales es la ira seguida a mucha distancia de la alegría. Sorprende la velocidad con la que prende el odio, aunque por supuesto existía con anterioridad a las redes.
Insistimos en la importancia de tener criterio ante un camino incierto, resulta difícil entender y explicar la complejidad, y esto nos produce inquietud, necesita tiempo y vivimos en una época del aquí y ahora. Época en la que las palabras siguen siendo necesarias porque expresan las cuestiones fundamentales de la vida y del arte, belleza, inspiración, fervor, dice Adam Zagajewsky, podríamos añadir otras, en nuestro fuero íntimo sabemos muchos de nosotros que nombran sensaciones, experiencias que son los dones mayores de nuestra vida y que por eso han de ser tratadas con pudor y respeto, incluso con cautela para que no atraigan sobre nosotros la burla de quienes lo saben todo. Las palabras, el silencio y la belleza que como dijo Clara Janés en su ingreso en la Real Academia de la Lengua: “La belleza es lo que nos salva de este caos y maremágnum, de estos movimientos apocalípticos que hay en la actualidad. Lo que nos queda es la belleza que en el fondo es la armonía”.
Me parece que siguen teniendo vigencia las palabras de Bertrand Russell al decir que por sombrío que se presente el futuro de la humanidad logrará salir adelante si adquirimos la sabiduría que necesita el nuevo mundo. Creo que siguen teniendo vigencia.
Busquemos la felicidad privada y la pública. Y que nadie olvide que amamos a los hombres (bueno, no a todos) y no tratamos de competir con ellos sino de configurar un planeta 50/50 más equitativo y más feliz. Y procuremos no perder el buen humor y la ironía.
Tengo presente a Virginia Woolf cuando afirma que la belleza del mundo tiene dos filos, unos nos harán reír, otros llorar. Ambos nos parten el corazón. Pero, como dijo María Cambrils, ante las adversidades que constriñen nuestra acción serena, razonable y legítima no debemos desmayar jamás.