Se acaba de celebrar el 19º Congreso del Partido Comunista Chino, quinquenal puesta en escena del poder del gigante asiático y que, entre bambalinas, permite observar el pensamiento real de sus dirigentes
Este pasado día 18 se celebró la periódica reunión, cada cinco años, del partido único de China, el Partido Comunista, en la que la puesta en escena transmite de forma muy estudiada, depurada y perfectamente ejecutada los mensajes positivos y propios de su buenismo que inundan todo ese gran teatro que encarna la gran representación política del congreso comunista en el que se reajusta o no el liderazgo del partido y se comunican las principales líneas de acción política y económica del siguiente periodo.
Todo empezó tras el triunfo de la revolución comunista en China en 1949. Mao Zedong, en su intento de transformar la economía agrícola en una moderna economía industrial, implementó una serie de reformas entre 1958 y 1961, que se denominaron el Gran Salto Adelante, cuyo resultado fue una hambruna con millones de muertos, y la sustitución temporal del Gran Timonel por Liu Shaoqi. Después con el fallecimiento de Mao, se abrió un periodo de incertidumbre en la que se produjo una pugna entre el heredero designado por Mao, Hua Guogeng, contra la Banda de los Cuatro, organizadores de la temible Revolución Cultural y en la que estaba Jiang Qing, mujer de Mao.
Posteriormente, otro periodo de importes reformas, se abrieron a partir del encumbramiento al poder de Deng Xiaoping en el XI Congreso del Comité Central del Partido Comunista de China en diciembre de 1978. Una de las máximas de este dirigente y que evidencian su pragmatismo es su celebre frase "da igual que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones", con esa política ecléctica se inició un gran despegue económico, cuyo gran tropiezo fue la crisis política de la Plaza de Tiananmen en 1989, revuelta en la que se reclamaban más libertades, curiosamente en el mismo año de la caída del muro de Berlin.
Y ya llegados al actual momento histórico se produce, con este décimo noveno congreso, la consolidación del poder del presidente chino, Xi Jinping, en el que proclamó “una nueva era” para China (sobre todo para su liderazgo), consiguiendo algo inaudito y que demuestra su poder, ha conseguido que su ideario del “sueño chino” se recoga en la constitución del partido con su nombre, al igual que los otros grandes lideres del partido Mao Zedong y Deng Xiaoping.
Xi Jinping, por otra parte ha sido un gran impulsor de reformas para proyectar la economía china, aunque hayan tenido un corte occidental, haciendo caer a China en los mismos errores especulativos capitalistas (inmobiliarios y bursátiles), aunque gracias al control de su divisa y de la economía, y por supuesto de la sociedad, no han generado grandes problemas políticos, o por lo menos éstos no se han visualizado.
Asimismo, la economía no pasa por sus mejores momentos, el PIB esta en clara desaceleración y aunque las cifras globales oficiales reflejan insignificantes disminuciones (una decima) en este tercer trimestre, los componentes desagregados de la economía contabilizan mayores reducciones. La divisa por su parte parece que seguirá depreciándose, según muchos analistas, a medida que la economía se ralentice. Por todo ello y para congratular al resto de la economía mundial, ha llegado a afirmar que permitirá que los tipos de interés y de cambio de su divisa estén más basados en el mercado, también ha prometido más peso a las fuerzas de ese mercado con la apertura de las empresas públicas (ver para creer).
En esta “nueva era” el presidente Xi ha insistido en la exigencia de continuar con las transformaciones económicas dado el exceso de capacidad productiva industrial china, y la necesidad de apostar por una economía basada en la innovación. Por otra parte también insistió en continuar con la lucha contra el cambio climático y trabajar por un entorno con menos polución, intentando sustituir las energías tradicionales como el carbón por energías más limpias y renovables. Puso de manifiesto el gran esfuerzo en inversiones en más de 60 países del proyecto ONE BELT ONE ROAD, o nueva Ruta de la Seda, de la que aquí en Valencia tanto oímos y sabemos (aunque no sé si lo aprovechamos) pues somos el punto y final de la ruta terrestre euroasiática, todo ello gracias al liderazgo personal de José María Chiquillo. Todo lo anterior, por supuesto, sin abandonar el liderazgo del partido y del pueblo así como el deber de “mantener el marxismo" como ideología, huyendo de copiar otros sistemas políticos
Respecto a la política exterior, su estrategia como potencia, así como la potencia militar que las haga posibles, nada halagüeño para sus vecinos, potenciales victimas de su deseado espacio vital (o lebensraum) en el mar de China, pues ha utilizado cierta terminología nacionalista, con mensajes tan claros como ser una nueva gran potencia, que ocupe un puesto “orgullosamente entre las naciones” a mediados de siglo, o tener un Ejército poderoso de alto nivel mundial, para acabar, por ejemplo, con los separatistas terroristas, y radicales religiosos (claro mensaje a los Uigures y todo el Yihadismo Islámico), aunque eso si todo ello por un futuro compartido con la humanidad.
Como resumen, más control y más intervencionismo por parte del partido comunista chino para subsanar los defectos y problemas generados por el liderazgo económico en el ámbito interno, y más potencia militar en sus ejércitos para alcanzar el liderazgo mundial en el 2050; por lo que como consecuencia, para los que sólo piensan en local y no en global, el problema del trilingüismo (esperemos que no dure hasta entonces) ya se habrá arreglado, pues entonces habrá el tetralingüismo, al tener que incluir al chino como idioma curricular, así como también, como derivada local de gran relevancia, una posible mayor influencia del gobierno chino en nuestro puerto, tras la compra de la principal terminal de nuestro puerto a través de su naviera COSCO. ¿Seguirán más compras?