Circulaba hace unos años un chiste que decía que la corrupción era como la paella, que se hacía en todas partes, pero en ningún sitio como en Valencia. Y así era, lamentablemente para nuestra tierra. Escándalos ha habido en todo el país y casos más graves que los de la Comunidad Valenciana, también.
Sin embargo, lo que aquí ocurrió durante la década de los 90 y los 2.000 tenía ingredientes irresistibles, unos protagonistas difícilmente explicables y una tímida respuesta social por parte de los valencianos. Ningún caso, por escandaloso que fuera, parecía afectar directamente al día a día de los ciudadanos, más bien al contrario. La percepción en la calle, alimentada por unos medios que comían y bebían en la mesa de los políticos, era que la fórmula nos beneficiaba a todos.
La Justicia avanzaba muy lenta mientras la corrupción iba en Ferrari, como ilustra de la mejor manera el periodista Rodrigo Terrasa en La ciudad de la euforia, probablemente el libro que más acertadamente ha sabido plasmar lo que representaba la Comunidad Valenciana del momento. En las últimas semanas, y tras cinco años de investigación, el Juzgado de Instrucción número 13 de Valencia ha acordado el levantamiento de parte del secreto del caso Azud, una causa en la que se investigan los delitos de tráfico de influencias, prevaricación, cohecho, falsedad documental, blanqueo de capitales, asociación ilícita y organización criminal, y en la que figuran como investigadas 50 personas, entre empresarios, funcionarios y políticos tanto del PP y PSOE.
Como, una vez tras otra, los encargados de poner nombre a las operaciones judiciales demuestran un conocimiento del lenguaje que ya quisieran para sí muchos académicos, diremos que un azud es una presa que desvía parte o todo el caudal de un río de su curso natural, una metáfora tremendamente afilada y acertada para lo que se hizo con el dinero público de diversos ayuntamientos durante al menos quince años.
Al izar el secreto del sumario, los valencianos recordamos unos tiempos que no fueron como para estar orgullosos y nos damos cuenta de que los años han pasado, pero la corrupción no. Creíamos habernos librado de esa lacra, pero, lamentablemente, parece que a los ciudadanos de esta tierra nos va a perseguir la sombra de la vergüenza como si de una maldición bíblica se tratase. O eso es lo que algunos querrían hacernos creer. Los valencianos ni somos especiales ni llevamos un estigma, solamente estamos teniendo que soportar con estoicismo y bastante educación lo que algunos jetas le han hecho a los caudales públicos en esta tierra maravillosa. Que se lo pregunten, si no, a los Rubio, Vera, Mayor o Bellver, algunos de los cuales sigue ocupando un cargo público a día de hoy pagado por todos los valencianos.
Otras, como la vicepresidenta Oltra, se encuentran a un paso de ser imputadas por el juez, aunque su presunto delito en este caso no haya sido enriquecerse a costa de los demás, pero sí vulnerar, supuestamente, los derechos de una menor tutelada. Recordemos que la señora Oltra también es Consejera de Igualdad en el gobierno de Ximo Puig, y que ha enriquecido su discurso político vendiendo ética al por mayor y abroncando a quien no piensa como ella. Sea como fuere, también continúa cobrando mes a mes gracias al contribuyente y al beneplácito del señor Puig. Total, si la doblemente imputada Ada Colau sigue en el cargo, por qué razón habría ella de ser menos, si ambas son las estrellas del nuevo proyecto político impulsado por Yolanda Díaz, nuevo de siglas, pero con los viejos vicios y la vieja hipocresía de siempre.
Para esto, querido lector, han quedado Podemos y sus satélites. Venían a regenerar la democracia y se han convertido en la peor de las castas. Por el camino, unos, otros y los de siempre nos han dejado solos a quienes apostamos y garantizamos la transparencia en la gestión.
Ciudadanos es, hoy por hoy, el único partido que defiende la regeneración democrática, la transparencia y la lucha contra la corrupción, el único proyecto político que se mantiene firme para apartar a estos sinvergüenzas de la vida pública. Así lo hemos demostrado allá donde gobernamos, obligando, por ejemplo, a Chaves y a Griñán a tener que dejar la política, eliminando los aforamientos o con unas ambiciosas leyes contra la corrupción. De Cs podrán decir muchas cosas, pero nadie nos critica nunca que gobernemos mal o que tengamos un solo caso de corrupción, porque no es cierto ni creíble.
Estos señores de la corrupción no se merecen representar a ningún valenciano y, si les quedara algo de decencia, lo que deberían hacer sería mirar a la cara a los valencianos y pedirles perdón. Si de Ciudadanos depende, no tengan dudas de que les obligaremos a hacerlo. Quienes creemos que una Comunidad Valenciana honrada, libre, tolerante, pionera en derechos sociales puede y debe ser el futuro pulmón económico de España no toleraremos que se vuelva a hacer ningún chiste sobre el honor de esta tierra y de sus ciudadanos.