Palau de Les Arts Reina Sofía. 12/02/2021 Recital lied Obras de Schumann, y Debussy Barítono, Christian Gerhaher Pianista, Gerold Huber
VALÈNCIA. Sobrecogidos quedaron ayer viernes en el Reina Sofía los amantes del lied, tras escuchar cómo las teclas del piano eran tratadas por el gran Gerold Huber, y cómo declamaba los textos el estupendo barítono Christian Gerhaher. Ambos son grandes músicos, pareja artística habitual, verdaderos especialistas del género, y pusieron todos sus recursos al servicio de la canción.
El repertorio elegido por los alemanes, -poco habitual como el propio barítono advirtió al público al final del concierto-, dejaba claro de inicio las intenciones de los intérpretes. Habría gustado más unas canciones conocidas por el público, pero el recital estaba planteado más que para el lucimiento y la alharaca, para la exquisitez sin concesiones. Tampoco es habitual fusionar al puramente romántico Robert Schumann del XIX con el impresionista Claude Debussy del XX, pero ambos lenguajes musicales están unidos por la conjunción de la música y la poesía, y por los temas literarios, como esencia liederística.
En cualquier caso, lo que no es nada frecuente es escuchar un lied tan excelente y puro como el ofrecido por Gerhaher y Huber. El lied es poema cantado. Es introspección musicada. Y ellos hicieron magia conjunta con ello. Rondaron la perfección con el piano, la voz, para un lied de belleza condensada y justa. El tándem voz y piano se basó en la calidad individual, y en una cohesión férrea de estilo e intención. Gerold Huber fue un pianista elegante, capaz de expresar sus frases llenas de color, extraordinariamente sutil, seguro, de pleno control, minucioso, y conocedor perfecto de la técnica del acompañamiento.
Christian Gerhaher es un experimentado barítono lírico de timbre bello y dulce, que destina todos sus recursos a la expresión a través del texto. Su voz no es grande, y carece de graves, pero el alemán es un sabio cantante que basa su canto soplado y natural, en la perfecta colocación en la máscara, rozando por momentos la bella nasalidad krausiana, lo que le permite proyectar su todavía fresca voz de manera segura y eficaz.
Recita como nadie, utilizando por momentos una especie de canto parlato muy adecuado para la expresión sobre el texto. La dicción y fraseo de Gerhaher son ejemplares, con utilización expresa del permanente apoyo en las consonantes. Sus menguados resonadores convierten en planas algunas notas, como los pianos, pero sus agudos son plenos y seguros. Ejecuta los matices como un maestro, y transita por los registros sin perder la homogeneidad tímbrica, aportando un color de sutil variedad. Su canto es musical, compensado, elegante, sabio, y comedido.
Los dos ciclos seleccionados de Debussy fueron los coloristas Trois chansons de France, de armonía sencilla y tonalidad clásica, y los Trois poèmes de Mallarmé, de texto más simbolista y metafórico, y de música más inclinada hacia la ruptura tonal. Christian Gerhaher mostró sus grandes dotes expresivas en el primero, y sedujo al público con sus cuidadosos pianos y acertada ejecución de los matices en el segundo, afrontando con verdadero acierto la difícil partitura del francés, de acompañamiento entrecortado. También Huber, quien acompañó al barítono desgranando cada sílaba, -como haría también con Schumann-, se implicó en la sensibilidad impresionista, mostrando su alta calidad interpretativa.
La incorporación de las canciones francesas rompió la monotonía del recital, que se centró en las piezas del autor alemán, buena parte de las cuales los intérpretes han dejado grabadas recientemente como parte del integral Schumann que se han propuesto recoger. De Debussy, se llegó al Schumann más tardío con textos del romántico más tópico salidos de la pluma de Goethe, Eichendorff, Platen, Ullrich, Mörike, Heyse, Kintel, Schöff, entre otros.
Con las melancólicas Sechs Gesänge, Op.107, Gerhaher inició su recital algo frío y tímido, acometiendo las dinámicas de forma extraordinaria. Se superó con los Lieder und Gesänge, Op.96, donde lució sus seguros agudos, -junto al piano decidido y justo de Huber-, y su perfecta técnica del canto controlado. Especial mención merece su Nachtlied recitada con momentos de excelsa concentración. Los rítmicos Vier Husarenlieder, Op.117 fueron dichos por el barítono con soltura y eficacia.
Siguió el concierto con el amoroso ciclo Sechs Gesänge, Op.89, destacando el barítono en la expresión más elegantemente contenida con la onírica Röselein, Röselein!, y Gerold Huber en Heimliches Verschwinden por la pulcritud y sutileza en las caricias de sus notas. Para acabar se interpretó el ciclo más espiritual: Drei Gesänge, Op.83, donde Gerhaher volvió a sobrecoger con el íntimo y funesto el Ermitaño, Der Einsiedler, por el gusto exquisito, el trabajo del canto apianado, y la palabra bordada en cada frase recitada. Soberbio.
Las dos propinas no podían ser de otro compositor: Schumann, con quien Christian Gerhaher demostró de nuevo en el coliseo del Jardín del Turia también, que es uno de los grandes liederistas de la actualidad. Junto a Gerold Huber, pianista capaz de recrear el ambiente de cada canción, consiguió hacer un lied de gran profundidad emocional. Ambos virtuosos se entregaron, y con un programa valiente y comprometido, consiguieron entusiasmar a los seguidores más forofos de la especialidad, quienes hacía tiempo no escuchaban algo de tanta calidad y exquisitez.