VALÈNCIA. Una sudadera -jamás- prestada que nunca vuelve, un secreto entre dos niñas del que nunca se enterarán mamá y papá, una fiesta en la que una cubre a la otra y horas y horas de llantos y risas compartidas. La hermandad femenina puede tener cientos de caras y no todas ellas son agradables, pero sí que cuentan una historia de dos personas que están intentando ser: solas y en conjunto. Uno de los miles relatos que se puede contar sobre la historia de dos hermanas es el que encapsula la directora valenciana Alba Crespo en su cortometraje Las niñas mayores no tienen miedo, que podrá verse el viernes 24 de octubre en el festival Quartmetratges y los días 24 y 27 de octubre en el Festival Ciutadà de Cinema Compromès.
En apenas trece minutos, Crespo cuenta una historia de autoficción en la que se apoya en las hermanas y actrices valencianas Nadia y Natalia Risueño, que conservan sus nombres originales en esta historia, que no habla de ellas, pero podría hacerlo perfectamente. En Las niñas mayores no tienen miedo, ambas se reúnen en Alcublas, el pueblo de Crespo, para reencontrarse en unas fiestas de pueblo que parecen no tener final. En una larga noche que pasa entre cubatas y reproches, ambas hermanas discuten sobre su vida separadas, sobre ser referentes la una de la otra y sobre estar perdidas en la entrada a la vid adulta.

Un relato que para Crespo encapsula también su experiencia como hermana y como mujer mientras lleva al espectador a las calles de su pueblo para que lo conozca porque es el único espacio que puede acoger una historia tan personal que navega por “sus calles y la casa de sus amigas en las que solía dormir de niña”. “En Las niñas mayores no tienen miedo cojo directamente frases que podrían haber salido de discusiones mías con mis hermanas, recupero ideas de momentos en los que he estado agobiada o triste y les doy una nueva forma”.
“Comprendo la figura de la hermana mayor como una persona que parece que se rige como referente, aunque también puede estar perdida y veo un espacio en el que a las mujeres se les demanda mucho. Analizo las historias que se quedan enquistadas entre hermanas y les doy una nueva forma”. Con motivo de dar un toque de realismo a este relato común Crespo explica también que decidió contar con las hermanas valencianas Risueño para grabar y que aunque su cortometraje estuviera pensado para unas hermanas y personajes llamadas Alejandra y Carmen quiso permitir que ambas se llamaran con sus nombres propios.

“Durante el rodaje vimos que las hermanas actuaban con más honestidad si se interpelaban entre ellas con sus propios nombres. Da un toque de realismo único”, explica la directora de la pieza, que tal vez incluya los nombres de Alejandra y Carmen en alguna otra de sus piezas. Con la idea de reflexionar sobre la conexión entre las hermanas habla de la complejidad de esta relación, de los reproches que existen entre una que se va y otra que se queda en el pueblo y los procesos de despedida que surgen cuando las distancias separan a dos niñas que de pequeñas siempre corrieron de la mano por las calles del pueblo. Con una sudadera robada de la otra, con un secreto que no contar a nadie y con el objetivo de atesorar muchos ratos de risas y lloros entre ambas antes de cualquier noche de fiesta.
