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'Maspalomas': Vejez, homosexualidad y represión 

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VALÈNCIA. La exploración de la vejez y la homosexualidad en el cine español no se había explorado, hasta el momento de una forma tan importante como se hace en Maspalomas, la más reciente propuesta del colectivo Moriarti —Jon Garaño, Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi—, que ha sido presentada en el Festival de San Sebastián y se estrena esta misma semana. 

En esta ocasión, los cineastas abordan un territorio poco transitado: la vida sexual y la identidad de los mayores LGTBI, despojando la narrativa de eufemismos y enfrentando los tabúes con una sinceridad que, según han manifestado los propios creadores, constituye una auténtica declaración de principios.

El relato se centra en Vicente, un hombre mayor que, tras haber disfrutado de su libertad sexual en Maspalomas, se ve obligado a regresar a su ciudad natal en Euskadi después de sufrir un ictus y quedar sin recursos tras una separación. 

Este retorno implica su ingreso en una residencia de ancianos, un entorno donde la identidad sexual se diluye y la represión resurge, convirtiéndose en una metáfora de lo que podríamos considerar una “vuelta al armario”, debido al rechazo y la homofobia que aún persisten.

La residencia en la que Vicente debe convivir con personas afines a Vox (su compañero de habitación) se transforma en un microcosmos social, donde la pérdida de derechos y la presión por la homogeneización se hacen evidentes. Este espacio simboliza una “especie de violencia estructural”, en la que los armarios no desaparecen, sino que se reconfiguran de manera constante.


La estructura narrativa de Maspalomas se divide en dos partes claramente diferenciadas. La primera, ambientada en la localidad canaria, muestra sin tapujos la vida sexual y la libertad de su protagonista, adoptando un tono lúdico y desinhibido. La segunda parte, tras el regreso a Euskadi, se caracteriza por una austeridad reconocible en el cine de los Moriarti, reflejando la represión y el conflicto interno de Vicente. Esta dualidad permite a los directores explorar tanto la plenitud como la vulnerabilidad de la vejez homosexual, evitando los clichés y apostando por una mirada honesta y política sobre el presente.

La película también invita a reflexionar sobre la autocensura y la presión ideológica que domina la actualidad. El origen de Maspalomas se remonta a un viaje de Goenaga a la localidad canaria, donde percibió un ambiente de libertad novedoso y hasta extraño. Posteriormente, al conocer testimonios de personas mayores obligadas a ocultar su orientación sexual en residencias, identificó en esa situación una “metáfora cruel de este tiempo en el que se pierden derechos”.

El trabajo interpretativo de José Ramón Soroiz, quien da vida a Vicente con una combinación de arrojo y emoción, resulta sobresaliente. El reparto, junto a una puesta en escena que alterna lirismo y crudeza, convierte a Maspalomas en el proyecto más logrado de sus directores.

En el trasfondo de la película se plantea una reflexión sobre la resistencia y la libertad en tiempos de retrocesos sociales.

Al igual que en su momento lo hizo La ley del deseo de Pedro AlmodóvarMaspalomas busca abrir un espacio en la mirada del espectador y desafiar los estigmas que aún rodean a la vejez y la diversidad sexual.

La película se presenta como una obra que, desde la sinceridad y la valentía, reivindica el derecho al placer, la identidad y la visibilidad de los mayores LGTB, y lo hace con una contundencia irrefutable. 

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