VALÈNCIA. Hay en los cuentos de hadas un reverso sombrío que ni Disney, con todo su edulcorante es capaz de disimular. Su veta oscura, con lobos disfrazados de abuelas, bosques amenazantes y casas donde la salvación nunca está garantizada, resuena con fuerza en Parecido a un asesinato, la película escrita por el guionista afincando en Valencia Rafael Calatayud. A través de la inversión de los arquetipos a los que nos acostumbran los relatos de infancia, el autor nacido en Caracas explora la fragilidad de los personajes y las expectativas de la audiencia.
La madrastra de esta película de suspense no es la villana de la trama, sino una Caperucita atemorizada por los recuerdos traumáticos de un pasado donde el lobo adopta la forma de un exmarido posesivo y violento. El bosque ya no es liberación sino amenaza; la mansión en los Pirineos, un refugio que se convierte en prisión. Incluso aparece el eco de la rueca de La bella durmiente, aquí transformada en piedra.
Este imaginario no es gratuito. Calatayud bebe de esa tradición porque al igual que los cuentos populares, el género del thriller funciona como una mirada distorsionada a los miedos humanos. “Todos los personajes de esta película quieren, pero quieren mal y la manera en que lo hacen precipita el drama. Del mismo modo, cada protagonista tiene dos caras, como el interpretado por Eduardo Noriega, que se presupone príncipe, pero esconde algo”, explica.
El amor destructivo, la necedad de poseer al otro y la ceguera emocional son monstruos que, como en los relatos de Perrault y los hermanos Grimm acechan detrás de promesas de felicidad.
Deudor del efecto Rashōmon

Si en la novela original de Juan Bolea la narración avanzaba de manera lineal, Calatayud y Hernández decidieron quebrar esa estructura. El guionista no esconde su predilección por el despiece narrativo: “Mi tendencia natural es intentar hacer estructuras distintas, siempre que la historia lo pida”.
En Parecido a un asesinato, protagonizada por Eduardo Noriega, Blanca Suárez, Claudia Mora, Tamar Novas, ese juego consiste en desplegar diferentes versiones de la misma historia. Cada personaje se convierte en narrador parcial, con su visión sesgada, su sentimiento de culpabilidad y sus motivaciones El resultado remite de manera directa al efecto Rashōmon, bautizado a partir de la célebre película de 1950 de Kurosawa, que mostró cómo la verdad es un espejo roto en múltiples fragmentos en función del punto de vista de cada uno de sus protagonistas y testigos.
Así, lo que podría haber sido un thriller convencional, protagonizado por una mujer acosada por el pasado, atrapada en un lugar aislado, se transforma en una exploración coral de percepciones y actos. El espectador nunca pisa terreno firme: lo que parece obvio se disuelve al verse desde otro ángulo. El quién habitual de los whodunnit pierde relevancia frente al cómo y el por qué. Lo importante no es el misterio policial, sino el drama íntimo de un grupo de personajes traumatizados, marcados por heridas emocionales que modelan sus decisiones.
El auge contemporáneo del true crime no le es ajeno a Calatayud, quien recuerda que la fascinación por el crimen real tiene más de siglo y medio de tradición. Sin embargo, su interés no está en reproducir el expediente policial, sino en ofrecer al espectador una válvula de escape. “Es una manera voyeur de abordar los problemas, así el espectador entra en entramados muy oscuros que en su vida cotidiana no existen”, afirma.
Ese deseo de interpelar al público conecta con los cuentos de hadas en su versión más antigua: relatos que no eran solo entretenimiento, sino advertencia y espejo. Así, Calatayud se sitúa en una tradición que entiende la ficción como un laboratorio emocional donde se ensayan miedos y dilemas que en la vida cotidiana resultan insoportables, pero pueden encararse a través de la ficción en el libro o la pantalla.

El bosque, la casa, la trampa
Las localizaciones en Parecido a un asesinato funcionan también como metáfora. La mansión en Madrid, la casa en el Valle de Heco, el bosque que promete libertad y termina por cerrarse como una cárcel invisible: todos los escenarios se vuelven protagonistas. El guionista señala que, aunque la película es “abierta en sitios”, los personajes viven una experiencia claustrofóbica, atrapados no solo entre muros y la frondosidad del bosque, sino en la estrechez de sus propios puntos de vista.
El público reconoce aquí un eco de la casa perdida en el bosque o el castillo encantado que en los cuentos representan siempre un tránsito hacia la prueba, nunca un refugio seguro. Ese riesgo latente refuerza la tensión narrativa y coloca al público en un terreno inquietantemente familiar.
Nacido en Caracas en 1969 y afincado en Valencia desde niño, Rafael Calatayud estudió Filología Hispánica antes de orientarse al guion. Su trayectoria combina películas como En fuera de juego y The Other Shoe, trabajos en series de ficción como Singles o En l’aire, y literatura infantil, disciplina en la que ganó en 2003 el Premio Ala Delta con su libro Niñogramas. Su primera incursión en la novela negra fue La vida te matará, un mosaico de historias cruzadas en 24 horas, donde ya se insinuaba su interés por estructuras fragmentadas y narraciones corales.
Ese gusto por lo narrativamente “desmontable” reapareció en la película Puntos suspensivos (David Marqués, 2024), thriller escrito durante la pandemia con pocos personajes y un único escenario, concebido como un homenaje al clásico protagonizado por Laurence Olivier y Michael Caine La huella (Joseph L. Mankiewicz, 1972). Allí ya se exploraba la identificación con personajes cuya verdad se revela mutable.
Otros referentes en su modo de encauzar el género son Memento (Christopher Nolan, 2000), a la que adjetiva como “deslumbrante”, y la francesa Solo las bestias (Dóminik Moll, 2019), donde hay varias historias contadas individualmente, pero interconectadas. En novela cita El gran reloj, de Kenneth Fearing. “Es un recurso muy usado, pero en España no lo ha sido tanto”, explica.
Calatayud reconoce que el thriller es un terreno saturado, los espectadores cargan con un histórico inmenso de series y películas, lo que les hace capaces de anticipar cada giro. Frente a eso, su apuesta consiste en deconstruir la estructura y recuperar la densidad dramática de los personajes, en vez de apoyarse únicamente en la sorpresa.