VALÈNCIA. Hace diez años, David Trueba publicó Blitz y, ahora, se ha encargado de adaptarla él mismo al cine. En ella, intentaba explorar el paso del tiempo en las relaciones sentimentales, el dolor de la ruptura y los prejuicios sociales en torno a la edad.
Lo hace a través de Miguel (David Verdaguer), un arquitecto paisajista que, durante un viaje a Bélgica para presentar un proyecto, descubre de manera abrupta que su pareja, encarnada por Amaia Salamanca, ha decidido dejarle por otra persona.
Este acontecimiento marca el inicio de un año de crisis personal, en el que el protagonista se enfrentará a la soledad y la desorientación, hasta que la aparición de Olga, interpretada por Isabelle Renauld, le ofrecerá una inesperada oportunidad de redescubrirse. La relación entre ambos, que comienza como un vínculo accidental, irá adquiriendo profundidad y sentido, mezclando amistad, necesidad de compañía y una dimensión sentimental y sexual que desafía los estereotipos sobre el envejecimiento y la belleza.
La película se desmarca de los tópicos habituales de la comedia romántica para ofrecer una visión más compleja y matizada del desamor y la reconstrucción personal. El tono inicial, que puede resultar pedante y marcado por diálogos impostados, da paso a una narrativa que sorprende por su capacidad para romper tabúes y mostrar con ternura la evolución emocional de su protagonista.
Así, la obra se convierte en un romance intergeneracional que brilla especialmente en las escenas compartidas por Verdaguer y Renauld, destacando la naturalidad y delicadeza con la que se representa la intimidad entre ambos personajes. La película, sin embargo, no renuncia a un cierto patetismo cómico, mostrando a Miguel como un perdedor con suerte que, a pesar de sus fracasos, logra evolucionar a lo largo de un año marcado por la incertidumbre y la búsqueda de sentido.
La historia de Miguel se desarrollará en un entorno marcado por la frialdad y la hostilidad, tanto en el clima como en las relaciones humanas. El protagonista, aislado en un país extranjero y sumido en una ruina emocional, iniciará un proceso de aceptación que le llevará a atravesar distintas etapas hasta alcanzar una cierta recuperación. La luz y el ambiente invernal de la película refuerzan la sensación de melancolía que impregna cada detalle, incluso en los momentos de humor.
Siempre es invierno es una película que se erige como una especie de anti-comedia romántica que, a través de la historia de un hombre perdido y una mujer que desafía los prejuicios, invita a reflexionar sobre la aceptación del paso del tiempo y la posibilidad de empezar de nuevo.
