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EL MURO / OPINIÓN

Círculo de sospechas

Después de su tortuoso final ahora ha “desaparecido” una parte importante del patrimonio mueble del Círculo de Bellas Artes. Un asunto que no se debe dejar pasar por alto

11/10/2020 - 

El caso en sí, tal como lo cuentan, no tiene muy buena pinta. Al menos, hasta que se aclare en toda su extensión y sepamos la absoluta verdad. Pero sí resulta  sospechoso, morboso y excesivamente triste -todo muy cinematográfico- conocer o ser testigo de cómo ha terminado el Círculo de Bellas Artes de Valencia: sin patrimonio, asfixiado por las deudas, sin patrimonio, sedes prestadas, casi desatendido, ansias de poder, denuncias, mucho ruido interno y además supuestamente expoliado, como contaba estos días Las Provincias.

Porque después de años a la deriva y con un final agónico, sólo le faltaba a la institución haber “perdido” el control de gran parte de su colección artística donada por los creadores que formaron parte de esta organización centenaria o tuvieron algún tipo de relación con ella,  entre ellos grandes firmas de la Historia del Arte valenciano y español.

Y es que ahora ha saltado a la luz pública un nuevo escándalo, esto es, conocer el destino y paradero de gran parte de su colección.  Con ella intentó tapar su deuda millonaria con la Administración autonómica tras perder el coqueto y caro palacete que tenía como sede y una de sus directivas se empecinó en adquirir cuando ya los tiempos pintaban grises. Colección que ahora ha sacado a subasta un juzgado de lo Mercantil en plan liquidación o saldo. En muy mala época, además, para la compra-venta de obras de arte en un mercado globalizado que no consigue ver la luz y del que nadie se fía ya como apuesta económica o de revalorización.

En fin, nos quedamos sin sociedad civil. Y no es que el Círculo fuera ejemplo de presencia o presión en los últimos tiempos, que ya no lo es nadie en esta ciudad si no está manejada políticamente o subvencionada. Sólo hay que ver el reparto de ayudas a todo aquel  -antes y ahora-que se acerca y acepta la pleitesía de rigor. Hoy casi nadie es nadie por sí misma si no recibe una ayuda o una subvención pública, como le sucedió al Círculo de Bellas Artes y le condujo a su situación final. 

El Círculo jugó un papel protagonista en la Valencia de entre siglos desde su creación a finales del siglo XIX. Por el pasaron artistas como Agrasot, Sorolla, Benedito, Muñoz Degraín, Pinazo, Benlliure, Rusiñol o la Generación de la República, entre otros muchos.

No son buenos tiempos para aquellas entidades que crearon sociedad civil en su momento y actuaron como baluarte de la cultura, el arte, la economía, la reflexión o el pensamiento. Al menos no lo son en esta sociedad tan cainita en la que suele primar lo político o el yo frente a lo nuestro.

Jamás defenderé las actuaciones o decisiones de algunas de sus últimas directivas -aunque defendí en su momento la supervivencia de la entidad - que sólo atendieron a maniobras de compra venta inmobiliaria y autobombo personal. Si, ya sé que ese tipo de sociedades están en desuso, aunque también podrían tener un gran uso como foros de intercambio e identidad social si hubieran sido bien llevadas más allá del oportunismo pasajero o la vanidad. Un ejemplo es el Ateneo Mercantil o el Círculo de Bellas Artes de Madrid, ambos reflotados en su día de una posible desaparición y que van haciendo camino, como lo hicieron en su día y lo mantienen a duras penas las sociedades filarmónicas.

Pero lo gordo de este asunto o la constatación de la mala gestión o uso fraudulento del organismo es ser conscientes de que si bien su patrimonio mueble catalogado en 2007 contaba con 200 obras de arte con las que se intentó avalar su deuda, ahora se conoce que de ese catálogo general han desaparecido cerca de 90 piezas, según han narrado los medios.

De confirmarse la presunta “desaparición” o “venta a particulares” de las obras sin mayor conocimiento de los socios por muy entidad privada-pública que sea, habría que abrir una investigación más que urgente y profunda. No sólo judicial o policial sino también administrativa porque el Círculo hace años que no vivía de las cuotas de sus socios, algo inviable con el paso del tiempo, sino que lo hacía gracias a las aportaciones públicas, las mismas que salen de nuestros impuestos y recibió en su día con gracia política.

Pero también sería necesaria una depuración absoluta de responsabilidades entre los cargos políticos que las concedieron, ya que jamás por lo visto supervisaron sus cuentas, el destino de ese capital, deudas o supuestos agujeros que se tapaban con dinero público. Esto no puede quedar así ya que lanza una sombra de sospecha sobre todas las organizaciones o instituciones privadas que reciben ayudas públicas, pero no dan información de su destino.

¿Nadie controla el final del dinero público ni efectúa o ha efectuado auditorías sobre su utilización? Va siendo hora de que se reclame un mejor control de las subvenciones y no simplemente una justificación del gasto. Hay que cambiar los mecanismos de control. No se pueden dar subvenciones a fondo perdido si nadie las controla. Tenemos un ejemplo perfecto para reflexionar. Ya está bien de  repartir fondos en función muchas veces de no se sabe qué.

Es una pena la forma en que ha llegado o llegó hasta nuestro nuevo siglo el Círculo. Sí. Pero también debe de ser objeto de control e investigación exhaustiva. Es de rigor.

 

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