Tengo la sensación de que esta semana fallera va a ser de récord. Es un pálpito. Pero en todos los sentidos: público, beneficios, descontrol, bullicio, fiesta, algarabía… Y eso que esta columna está escrita apenas ha comenzado la fiesta. Pero se ve venir de lejos. Se huele en el ambiente. De repente, saldrán de todos los rincones y dejaremos una ciudad para el olvido.
Existen también otros muchos factores que así lo apuntan. Por un lado las fechas, que coinciden con fin de semana y fiesta en la meseta, líneas de transporte abiertas las veinticuatro horas y la precampaña electoral, lo que se presume como una garantía de que va a existir cierta o más bien extrema, por no decir completa, permisividad, al respecto para que nadie se sienta molesto. Es tiempo de fiesta y eso está muy bien siempre desde el respeto.
Aunque el día que se publique este texto aún quedarán horas para la cremá estoy convencido de que en las posteriores horas cuando todos comiencen a hacer balances inmediatos nos van a dar cifras desbordantes pero al tiempo preocupantes. Porque, si bien las recaudaciones aumentarán, también los problemas de movilidad, basura y molestias para los vecinos que no tengan la oportunidad de poder huir de una ciudad que va a estar tomada por la periferia lo harán. Simplemente con ver lo que he podido ver ya apunta a una locura colectiva que va a demostrar si nuestro ayuntamiento ha hecho los deberes o como con Nerón le da igual que le peguen fuego a lo que haga falta con el fin de contentar a la jauría humana.
Pondré un simple ejemplo. A las puertas de mi casa, muy céntrica, ya no sólo no queda nada más por cortar sino que de un puesto de churritos hemos pasado a toda una ristra de gastronomía en la que los puestos de fritos y dulces -el lunes ya íbamos por más de 400 inspecciones de Sanidad y Consumo, y suerte que el funcionario cumple pero el político huye- han acabado convertidos en todo tipo de oferta gastronómica y de bebidas. Vamos, lo que se dice bares ambulantes al aire libre y todo tipo de comida rápida. Entiendo el clamor de los comerciantes que pagan impuestos todo el año pero les han montado en su puerta un carrito de helados con andamio incluido o fritanga. En pleno centro.
Debe de ser muy rentable para nuestro consistorio cobrar las tasas correspondientes porque de otra forma no se entiende este despelote autorizado supuestamente de puestos ambulantes sin freno, mercadillos -ellos que quieren acabar con las tradiciones dominicales junto al Mercado Central- y mercados de pieza a un euro que llevan una semana ocupando calles y barrios de la ciudad. Por ocupar, hasta hemos ocupado/alquilado los paseos tradicionales peatonales. Con este caos de mercadeo demostramos que la progresía está con lo sostenible cuando le interesa.
Esa es la idea que tenemos de la fiesta. Por suerte no me han puesto una bancada de urinarios en plena Gran Vía, aunque todo aún sea posible. A ver cómo le explica alguien al Ayuntamiento de Valencia o a estos concejales de cortas miras y menos horas en el cargo que se juegan hipotecas, colegios y primeros puestos de trabajo que una cosa es la fiesta y otra la sanidad, el respeto común y la salubridad.
Esto parece ser que no hay nadie que consiga controlarlo, por muchos bandos que nos dicten, aunque nadie atendamos. Estamos confundiendo la fiesta de barrios y comisiones por un desmadre colectivo.
Claro que hay que reclamar, aunque sólo sea durante Fallas, una tasa turística. Por supuesto. Al menos para aliviar unos gastos que se nos escapan y un ayuntamiento que está más pendiente de aparecer en el balcón de la mascletá que de coger el toro por el rabo.
Miedo me dan con preaviso las fiestas junto a edificios históricos o nuevas plazas. Ya veremos los resultados y el número de sanciones y licencias. Espero con frenesí el balance anual. Pero de hecho, la recientemente plaza abierta y reurbanizada junto al mercado de Ruzafa ya mostraba en el inicio de los actos festeros sus nuevos e incómodos bancos sucios, llenos de restos de explosivos falleros y otras lindezas callejeras propios de una ciudad tercermundista. ¿Para eso urbanizamos? ¿Es ese el sentido de Valencia, Ciudad de Plazas?
Por lo visto, y ya presenciado, vamos a pasar de ser ciudad del diseño de talonario fácil y esnobismo, que aún nadie ha explicado cuales han sido sus verdaderos resultados objetivos y las cuentas fidedignas del festín, a ciudad de récord en acumulación de despropósitos e inmundicia.
Eso sí. Tendremos nuevo título que lucir. “Cuanto peor mejor”. Señal inequívoca de que algo falla. Y eso que, teóricamente, somos “Patrimonio de la Humanidad”.
Fiestas claro que sí, pero también razón.
‘Una vez se quema, comienza la falla del próximo año’, dice la leyenda. Algunos de los artífices de los monumentos más icónicos sobre el espacio urbano cuentan qué hay de la resaca (emocional)