VALÈNCIA. Los problemas de Ciutat Vella se han convertido en uno de los principales quebraderos de cabeza del Govern de la Nau. Es aquí donde quizás mejor se perciben los conflictos por descoordinación que están lastrando al Ayuntamiento de València. Pasado el ecuador de la legislatura, la situación lejos de mejorar empeora a marchas forzadas. El último divorcio ha venido de la mano de la reforma de la Plaza de Brujas. Se trata de un nuevo episodio en un relato que no hace sino que crecer. Entre la “decepción” y el “hastío”, algunos vecinos del centro histórico sienten que no existe por parte del consistorio un plan claro para el barrio, más allá de la reordenación urbana. Por su parte, en el Ayuntamiento de València se extrañan ante la acritud de los vecinos. Ejemplo de ello, en una reunión el concejal de Movilidad Sostenible, Giuseppe Grezzi, les aseguró a los miembros de la Coordinadora de Entitats que le tenían “manía”, algo que les sorprendió a sus interlocutores.
1. Falta de visión global. Lo explican desde la Coordinadora de Entitats de Ciutat Vella: la mayoría de las concejalías que se les dirigen lo hacen hablando de barrio a barrio, sin tener presente que los seis que componen el distrito del centro histórico, el espacio que antiguamente estaba dentro de las murallas, son una entidad global. “Nos hablan de El Carme, de Sant Francesc… No se dan cuenta de que en Ciutat Vella los barrios están interconectados unos con otros”, explica Martín García, de la coordinadora. Esta ausencia de una visión de conjunto es lo que explicaría porque muchas de las medidas que se aplican no funcionan; parece que se hayan planteado soslayando esta peculiaridad del distrito: que es un barrio en sí. De hecho las 26.679 personas que según el último padrón viven en Ciutat Vella, no son muchas más que las que residen en algunos de los barrios más poblados de València, como Aiora (25.079 empadronados) o Ruzafa (23.921).
2. Movilidad. Si la Movilidad Urbana se empleará como el metro de platino iridiado con el que medir el parecer de los vecinos, los de Ciutat Vella no pondrían una buena calificación; especialmente los de El Mercat y Velluters que llevan meses protestando contra los bucles de tráfico diseñados por Movilidad Sostenible. Creados con la finalidad de acabar con el tráfico oportunista, los vecinos protestan porque, según dicen algunos, en realidad no han servido más que para hacerles la vida imposible. Actualmente, tal y como está diseñado el tránsito, a lo que se perjudica es al uso del coche, así, sin distingos. Son tantas las dificultades que estos vecinos tienen para desplazarse en su día a día (cortes de calle, obras, peatonalizaciones blandas…) que algunos creen que se les quiere echar del barrio para favorecer al turismo. A esto hay que unir los problemas que estas medidas de movilidad causan al comercio del centro, desde la restauración hasta las tiendas de alimentación. En este sentido fue muy significativa la reunión del pasado día 9, en la que representantes de la sociedad civil plantearon sus críticas y reclamaron una información más detallada. “No se tiene en cuenta que hay una actividad comercial muy importante en el barrio”, aseguraba un representante vecinal, “que el Mercado Central es como tener un Bonaire en medio de la ciudad”.
3. Plaza de Brujas. Lo que tendría que haber sido un proyecto de consenso y que contara con el apoyo mayoritario de los vecinos, se ha vuelto en contra del consistorio. Los miembros de la Coordinadora de Entitats ya han presentado sus alegaciones. Su mayor crítica es que el proyecto, tal y como está impulsándolo ahora el alcalde Joan Ribó, hará que lo que actualmente hay en la Plaza de la Reina, con ese punto de encuentro de autobuses, se traslade a la Plaza de Brujas. Así, en lugar de ganar un espacio para los vecinos se ganaría un espacio para el transporte público. Igualmente critican que la apuesta consistorial pase por el empleo de autobuses diésel y no priorice la entrada ya de autobuses híbridos y eléctricos. Ciutat Vella está “contaminada”, aseguran los vecinos y no necesita “transporte contaminante”, agregan. En el escrito de alegaciones presentado esta semana entre otras cuestiones los vecinos reclaman para Plaza de Brujas una conexión con la vecina Plaza Juan de Vilarrasa, su peatonalización casi completa y la limitación del transporte público en la zona a autobuses eléctricos. Sus peticiones entran en colisión en ocasiones con las de, por ejemplo, los vendedores del Mercado Central, que apuestan por aumentar las zonas de carga y descarga. Y, en este difícil equilibrio, el silencio municipal no contribuye a aclarar las cosas. Por ello y como señal de protesta, al aliento de “la plaza es nuestra”, representantes vecinales dispusieron este miércoles carteles por todo el vallado de obras reclamando una plaza “limpia, verde y segura”.
4. Ruido. De todos los problemas centrales del casco antiguo de la ciudad, el que parece que mejor solución está teniendo es el de la convivencia. Este martes noche se celebró una reunión sobre el problema de las terrazas en la que participó la Federación de Vecinos. Desde la Federación matizan que el problema es general, ya que consideran que Valéncia es “una ciudad ruidosa”. Así, advierten que los problemas de masificación de terrazas y botellón tan habituales en Ciutat Vella “se están extendiendo a zonas como Patraix o Cabanyal y afectan a la práctica totalidad” de la capital. Para la entidad, el problema de base es que “ha faltado en los últimos años una planificación a la hora de ordenar el ocio nocturno en cuanto a concesión de nuevas licencias, lo que ha dado lugar a la actual situación de colapso en muchas zonas como Ruzafa, Ciutat Vella, Cánovas, Cedro, Honduras, etc…”. Admiten, eso sí, que desde el actual equipo de gobierno se ha empezado a tomar medidas para controlar las terrazas, y que han notado también “buena predisposición por parte de los hosteleros” para ordenar y regular la actual situación. Con todo se echan de menos “más medidas globales contra otros focos de ruido como botellón, apartamentos turísticos, músicos, despedidas de soltero, etcétera”. Por el momento el Ayuntamiento les ha anunciado que va a aplicar a las zonas más masificadas de Ciutat Vella y Russafa los criterios de esponjamiento que se han ejecutado en la zona de calle Ribera y adyacentes. Sin embargo, a pesar de los parabienes, desde varias asociaciones han criticado la lentitud en la tramitación de las sanciones y la premiosidad para ejecutarlas, consecuencia de la falta de personal.
5. Marginalidad. El regreso de la heroína es un hecho. La prostitución, endemia de Velluters, ha degenerado y ahora se realiza “en condiciones higiénicas deplorables”, dicen los vecinos, con riego de evidentes problemas sanitarios. Las criticas hacia la Delegación de Gobierno por su inacción son constantes. Sin embargo el viernes pasado los vecinos tuvieron una buena noticia y es que se procedió al desalojo y clausura de un edificio que se usaba para distribución de droga, con un agravante y es que se trataba de un edificio público. El inmueble, sito en Tejedores esquina Plaza Viriato, para más inri se hallaba muy próximo a un centro educativo. La Entidad de Infraestructuras de la Generalitat reaccionó al recibir una petición de la Coordinadora refrendada por 2.140 firmas y ordenó tapiar la puerta. Desde la Coordinadora felicitaron al EIGE por haber actuado. Los barrios de Ciutat Vella, dicen, son ahora “un poco más seguros”. Toda piedra hace pared.