VALÈNCIA. En 2015 la Comisión Europea planteó la Estrategia de Economía Circular, una estrategia ambiciosa que pretende un cambio fundamental en el modo de vida de la ciudadanía basada en un cambio de paradigma económico más sostenible con el que todas y todos (presentes y futuros) salgamos beneficiados. Este paso de modelo económico lineal a otro circular debería suponer la puesta en marcha de acciones que afecten directamente a empresas y sus procesos de producción, pero sobre todo a las personas consumidoras y a sus hábitos de consumo.
Esta iniciativa de la UE, que a nivel español se ha marcado 2030 como horizonte, pretende apoyar el cambio a una economía que mejore sus resultados económicos al tiempo que se reduce el uso de los recursos naturales (materias primas, agua y fuentes de energía) garantizando la sostenibilidad del suministro, que identifique nuevas oportunidades de negocio impulsando la innovación y la competitividad, así como limitar el impacto medioambiental y luchar contra el cambio climático.
Hace unos meses, el President de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, incidía en este cambio de paradigma económico anunciando un Pacto de todos los sectores implicados en el modelo: empresarios, trabajadores y personas consumidoras. Estas acciones deberían tener como fin último un cambio de hábitos de consumo en la ciudadanía y una mejora sustancial en la sostenibilidad de nuestro planeta, no sólo en el plano medioambiental sino también en el económico y social.
Sin embargo, para la aplicación de este tipo de medidas que permitan un cambio en el concepto de consumo y producción aún queda mucho por hacer. Y una de las primeras, quizás la más importante, será la concienciación ciudadana sobre los cambios de hábitos de consumo, hábitos que muchas veces vienen impuestos por modelos económicos lineales que sólo buscan el beneficio económico de unos cuantos y para nada buscan la transformación social y la sostenibilidad de nuestros modos de vida.
Las Administraciones deberían incidir de manera determinante en el ámbito educativo dando a conocer a los más jóvenes acciones sociales en los distintos ámbitos de la vida, también en el ámbito . De todos es sabido el papel de prescriptores que tienen los más pequeños para incidir en los hábitos de consumo. Sin embargo, las campañas de concienciación ciudadana para el cambio social (en este u otros ámbitos) siguen siendo una asignatura pendiente del Consell, como también ocurre con otras administraciones públicas, que priorizan actividades puntuales que no acaban de incidir en la sociedad y en el cambio de hábitos que otras más ambiciosas.
Por otra parte, el sector empresarial debería priorizar acciones de promoción a través de programas de RSC (Responsabilidad Social Corporativa) que vayan más allá de acciones puntuales destinadas a campañas sociales asistenciales, sino que prioricen aquellas que tienen como fin último la transformación social y la incidencia en el cambio de hábitos de consumo de la ciudadanía. Hay empresas, por ejemplo, que siguen sorprendiéndose de que una organización de personas consumidoras solicite colaboración para realizar campañas conjuntas de concienciación ciudadana. Este hecho sólo se entiende desde el desconocimiento de la incidencia que estas acciones pueden tener en su cuenta de resultados, ya que las personas consumidoras son, en definitiva, los clientes de sus productos o servicios, y que sin ellos no tendrían ningún beneficio posible.
El cambio de modelo es necesario, y para ello aún queda mucho por hacer. No vale con acciones puntuales o puesta en marcha de proyectos sostenibles que al final no llegan a ninguna parte. El cambio en los hábitos de la ciudadanía se consigue informando, educando, concienciando y poniendo en marcha políticas públicas coordinadas entre todas las administraciones y en las que la ciudadanía tenga un papel fundamental a través de sus reivindicaciones y su tejido social. Para ello, tienen que ser escuchados no sólo en mesas de trabajo o foros testimoniales, sino con programas coordinados y consultas que sirvan para facilitar acciones que sean resolutivas y sirvan para generar actuaciones claras y contundentes que tengan al ciudadano en el foco del problema.
La economía circular es un modelo económico claro y contundente. Este puede ir más allá de acciones medioambientales como la reutilización o el reciclado, sino otras que permitan cerrar el círculo de la economía, como aquellas acciones que tengan en cuenta las necesidades de las personas consumidoras y su capacidad económica que tanto preocupa a nuestros hogares. Sólo así, con la implicación de administraciones públicas, empresas y consumidores, podremos conseguir cerrar el círculo de la economía y dar paso a un modelo donde todas y todos nos veamos beneficiados.
Vicente Inglada Alcaide. Secretario de la Unión de Consumidores de la Comunitat Valenciana