VALENCIA. Cuando hablamos de inversión a largo plazo nos referimos a esa serie de activos que metemos en nuestro balance familiar o empresarial que representan inversiones de nuestro capital tanto en bienes raíces, tales como el piso en el que vivimos, la oficina de nuestra propiedad desde donde ejercemos de abogados o unos terrenos; acciones, bonos y participaciones; o el propio dinero en efectivo que etiquetamos como ahorro porque no pretendemos tirar mano de él a corto plazo, o eso nos gustaría. Por tanto, si el tiempo es lo que da naturaleza al largo plazo no es menos relevante la propia actitud con la que se hace una u otra inversión. De hecho, éste último aspecto es fundamental cuando proyectamos el futuro ya que las inversiones que hacemos hoy para obtener resultados dentro de más o menos años se diferencian principalmente del resto de inversiones en la actitud con la cual están hechas.
La cuenta de inversión a largo plazo difiere en gran medida de la cuenta de inversión a corto plazo en que las inversiones a corto plazo lo más probable es que sean vendidas, mientras que las inversiones a largo plazo se realizan con la finalidad de mantenerlas. Por ejemplo, una inversión a largo plazo común sería aquella en la que una empresa invierte en otra para detentar una posición significativa sin tener la mayoría de las acciones con derecho a voto. En ese caso la inversión se anotaría como inversión a largo plazo. De la misma manera cuando una persona adquiere una vivienda para residir o para veranear se realiza a largo plazo, como también podría ser el caso de adquirir una plaza de garaje en una zona que vemos que se está saturando de vehículos por lo que prevemos que durante los próximos años podríamos recibir rentas del alquiler de la misma.
Existen dos documentos que me parecen especialmente dignos de comentar cuando hablamos del largo plazo. La decisión sobre si debe imputarse la inversión como corto o largo plazo tiene consecuencias relevantes en lo que se refiere a la valoración de dichos activos en el balance, que se trata de un informe financiero que refleja la situación económica y financiera de una persona o una empresa en un momento determinado como puede ser un año. Es decir, un documento en el que reflejo la posición de lo que tengo y de qué manera lo he financiado. En segundo lugar y de la misma manera, la cuenta de resultados nos facilita gestionar nuestro patrimonio familiar o de nuestro negocio y permite calcular los beneficios o pérdidas que se generan. En este caso, empieza por los ingresos y a partir de ahí le sigue un vía crucis de gastos que tras ser restados nos ofrecerán el beneficio con el que podemos contar para ahorrar o invertir. Este segundo documento cubre generalmente un período más corto que el del balance.
Para que ese balance y es cuenta de resultados nos saque una sonrisa en vez de reflejar una situación negativa la clave es que los activos en los que depositamos nuestras esperanzas y a los que destinamos nuestros beneficios se corresponda con la calidad esperada y para ello no existe más consejo que el de trabajar duro y adquirir muchos conocimientos para lo que necesitaremos una estrategia que a diferencia de la táctica siempre se realiza en el largo plazo. Solo así se entiende la importancia del asesor o gestor profesional y solo así se alcanzan los resultados consistentes en el tiempo. Sin duda, aquella persona que disponga de tiempo, conocimientos y ganas puede llegar a alcanzar con el tiempo resultados satisfactorios, pero para el resto de los mortales cuyo tiempo, conocimientos y ganas son limitados la figura del asesor y del gestor financiero se convierte en el salvavidas adecuado para llegar con éxito hasta el final de la travesía.
De hecho, con el paso del tiempo esa filosofía basada en el sentido común, en el largo plazo y en el análisis fundamental se ha puesto de moda y eso es una buena noticia. Y eso ha sido en parte porque el tiempo le ha dado la razón. Cuando vemos los resultados a largo plazo de inversiones realizadas aplicando esos criterios se entiende el porqué. Lo que refuerza la importancia por entender dónde metemos nuestro dinero y nuestro tiempo buscando activos siempre a largo plazo, estables, que nos den seguridad y con retornos coherentes. Lo cual queda bien ilustrado en las palabras de Peter Lynch aplicado al análisis de empresas: “¿Qué es lo que hace que una empresa tenga valor? Para mí, esto siempre depende de los beneficios y de los activos. Principalmente de los beneficios. En ocasiones el precio de las acciones tarda mucho en alcanzar el valor de la empresa, y los periodos bajistas duran tanto que los inversores comienzan a dudar si realmente ocurrirá alguna vez. Pero el valor siempre acaba ganando, o al menos en un número de veces suficiente para que valga la pena creer en ello”.
Miquel Boix es director comercial de Buy & Hold Asesores EAFI