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EL MURO / OPINIÓN

Cómplices de la deuda

Nuestra realidad es la que es, con una deuda histórica galopante y sin que nada parezca cambiar de color. Somos cómplices de la situación por consentir o silenciar lo que no está escrito

26/08/2018 - 

Casi al mismo tiempo que conocíamos que la Unión Europea había decidido levantar su pie del cuello de Grecia, tras años de severa condena y dolorosísimos ajustes, casi casi lo mismo que por aquí aunque bajo otro disfraz argumental, nos ponían al corriente de nuestra deuda pública. Y esa cifra sí es para continuar temblando. Nuestra economía es un desastre, digan lo que digan. O mejor dicho, nuestras cuentas públicas. 

Dicen que hemos salido de la crisis y vemos la luz al final del túnel. Pues con una deuda histórica de 1,1 billones no sé qué quieren que idealice. Con tanta gente con problemas sin solución y las carencias y precariedades salariales de nuestros jóvenes estaré cegato. Me gustaría conocer cuántos hijos de nuestros exgobernantes y actuales disfrutan de esa dicharachera movilidad geográfica que calificó la nefasta Fátima Báñez. Sobre todo ingenieros, investigadores, médicos, arquitectos, enfermeras…hasta periodistas huyen para trabajar de camareros. 

Ya no sé si será la cantidad de la deuda pública el 100% del PIB, o no. Lo que sí tengo claro es lo que un amigo economista me comentó cuando pedí su opinión: “Esto ya no tiene arreglo”. 

Y es que efectuando cálculos mentales, añadió, cada unidad familiar salimos a casi 30.000 euros de esa deuda pública si repartimos a escote. Al fin y al cabo va a ser vía impuestos directos, indirectos, subjetivos y hasta elípticos o gimnásticos. Seguro que encuentran una definición. Me gusta mucho la de impuestos equilibrantes o motivadores, que mi amigo economista me ha sugerido. Igual crean un nuevo modelo de factura al aire por respiración minutaria para salir al paso. Son las luces que nos acompañan. 

Estaremos, según predicciones y como esto no se tuerza aún más, hasta el año 2060 apoquinando intereses más los añadidos por demora. Mal lo tienen nietos y biznietos si no espabilan y acaban vendiendo, a fondos buitres o de inversión, o a los millonarios saudíes todos esos proyectos inútiles con que nos regalaron durante la crisis, muchos de los cuales no están terminados o se encuentran abandonados. Como esa Ciudad del Circo de Alcorcón -ya me dirán ustedes para qué- inconclusa. Se comió 100 millones de euros y va a terminar comprada, al menos se lo está pensando, por una universidad privada. Igual regalan másteres para hacer caja. Todo es posible. Aquí, por ejemplo, aún estamos a la espera de conocer qué va a pasar con la Ciudad de la Luz de Alicante, recuperada por la Generalitat como parte de su patrimonio pero sin destino conocido tras un despilfarro -nada de eufemismos- de 400 millones de euros.

Si realmente alguien se cree que nuestra economía tira de la locomotora europea es que vamos apañados. Por suerte, esos datos han salido en pleno mes de agosto, etapa poco periodística, lo que ha evitado más disgustos.

Y es que si una conclusión extraigo de estos años en los que vividores campaban a sus anchas y nos creíamos los reyes económicos del universo es que pueden haber acabado en la cárcel muchos corruptos, saqueadores de bancos, conseguidores, políticos y todo lo que ustedes quieran añadir, pero ¿cuántos gestores de los dineros públicos han terminado sentados en un banquillo o inhabilitados por su mala gestión?  

Eso lleva a preguntarnos, por ejemplo, quién realmente controla con celo el destino de nuestros impuestos. O las arcas públicas que ha gestionado tanto manirroto. También, si realmente algo ha cambiado o todo continúa casi igual. Los agujeros autonómicos y estatales dan auténtico miedo.

Uno también creía que después de lo visto y la experiencia vivida los cambios llegarían incluso a las propias estructuras orgánicas de las formaciones de nuevos gobiernos, esto es, el despojo de asesores y enchufados, la reducción de instituciones, la  supresión de otras o al menos su profunda reestructuración. Pero tampoco. El aparato crece.

No puedo ser optimista sobre  nuestro futuro, aunque a peor es casi imposible ir. Pero, poco parecen haber aprendido de la lección. Miren si no nuestra cámara autonómica. Está deseando cambiar los sillones del arco parlamentario por otros más coquetos a 2.000 euros la pieza, lo que asciende a un total de 268.000 euros por esa nueva comodidad de sus señorías. Y qué me dicen de sus gastos de kilometraje. Ni siquiera responden al Sindic de Comptes cuando alerta a sus señorías que deberían ser claros en los pluses por desplazamiento y justificarlos, aunque sólo sea un poquito. Nadie lo hace. No existe documentación al respecto. Algunos diputados hasta han movido el mapa de sus residencias para rascar un poco más. Tampoco justifican con detalle los 3.5 millones que los grupos de la Cámara se reparten en forma de subvenciones anuales. Y eso que no es la primera vez que lo reclaman quienes han de poner orden en el desorden que nadie atiende pero corre a cargo de nuestras conciencias. 

¿Quién controla a quién si hasta se desoyen a las propias instituciones con las que nuestros gobiernos se han dotado para su extremo control y transparencia?  Aún nos pasa poco. Pero no lo olviden, tolerar por conveniencia convierte en cómplice y el silencio no exime de responsabilidad.

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