La historia reciente del Valencia C.F. es una historia de resistencia. Y pese a la épica que acompaña esta palabra no es un escenario deseado. Resistir implica hacer frente a una fuerza contraria que, subida a la corriente dominante en el fútbol y no sólo en el fútbol, trata de borrar el rastro de lo que había. Lo del Valencia tiene notas de contracultura. De movimiento frente al camino trazado por la mercantilización de las identidades colectivas.
No podemos obviar que esta resistencia es romántica, como se sintió el sábado, pero la resistencia no es sencilla. De hecho, la anomalía del valencianismo es haber llegado al sábado vivo. En un mundo en el que La Liga se preocupa más del no fichaje de Mbappé y el daño que hacen los clubes Estado a ese club humilde y necesitado de ayuda institucional como es el Real Madrid. En este mundo donde esa misma Liga se posiciona, en público y en privado, a favor de un inversor que está llevando al riesgo de desaparición a uno de los equipos históricos de su propia competición. En el que los poderosos, incluso cuando se enfrentan entre ellos, tienen legiones de defensores a uno y otro lado, pero no hay tantas voces que ayuden a defenderse de ellos. Aquí y ahora lo del valencianismo es una preciosa singularidad.
Por tanto, pongámonos en valor. No hay muchas aficiones que no hubieran bajado ya los brazos. Que no se hubieran rendido a golpe, no sólo de decepciones o empequeñecimiento, sino de la certeza de que las decisiones que se tomen mañana en el club empeorarán las que ya se han tomado. Lo sencillo habría sido rendirse o dejarse llevar, porque también en toda historia de resistencia siempre hay quienes prefieren posicionarse del lado en el que puede aprovecharse de las migajas. Toda contracultura ha intentado desarticularse desde dentro y no somos una excepción. Hay quienes se han dejado.
Por eso, no sería justo poner a todas las personas que hoy se indignan en el mismo plano. Están quienes han mantenido la llama de esta resistencia encendida: asociaciones y colectivos, una parte de los medios de comunicación y periodistas, miles de aficionados y aficionadas. Estos, que luchan siempre, son en palabras de Bertolt Brecht, los imprescindibles. También los hay legítimamente sorprendidos con los audios de Anil porque de buena fe pensaron que el nivel de degradación no podía ser tan amplio. Estos siguiendo al poeta alemán serían los buenos. Y, por último, los que lo sabían todo y ahora fingen la sorpresa. Especialmente aquellos que se encuentran en posiciones de responsabilidad política o mediática, sabían todo y aún así actuaron como lo hicieron. Estos son los colaboracionistas.
Ha habido quienes han hecho de portavoces de Meriton, quienes han protagonizado campañas de desprestigio, vetado de las reuniones a quienes esta empresa consideraba incomodas, quienes han tomado decisiones para impedir el freno a los planes del máximo accionista e incluso obstaculizado la defensa del cumplimiento de la legalidad. Fechas de inicio de obras presentadas en la sede de todos los valencianos y valencianas, entrevistas con autoridades donde se manifestaban contrarios a seguir el camino marcado por la propia abogacía de la Generalitat, defensa pública de unos avales económicos que luego desacreditó el Instituto Valenciano de Finanzas. Y esta no es una lista exhaustiva.
Nos pueden convencer a todos y todas de que es mejor remar a una, pero nos deberán explicar porque remaban consciente y organizadamente en el sentido contrario. Podemos ser conscientes de que lo más inteligente es darles la bienvenida, pero no sólo Anil o Meriton deben dar explicaciones. Y, sobre todo, deberán demostrar que más allá de este momento vergonzante han cambiado, sinceramente, de bando. Porque hoy es fácil hablar, pero vendrán decisiones y momentos más difíciles. Caducidad de la ATE, suspensión de los derechos urbanísticos a Meriton, ejecución de las obras… escenarios en los que habrá que mojarse más allá de fingir indignación.
Llegarán y no tardarán mucho esos momentos. Ahí como fuera de Mestalla se jugarán los partidos más importantes. Tristemente. Porque nos gustaría poder hacer historia en el verde y no sobre el asfalto o en los papeles. Pero hoy, permitámonos disfrutar de la imagen del valencianismo dando la vuelta al mundo en los diferentes medios internacionales. De tener la contracultura che, la de los imprescindibles y los buenos, como símbolo de resistencia frente a un futbol y un sistema en el que se asume que por tener mucho dinero tienes el derecho a borrar lo que se ha sido o a decidir, sin tener en cuenta a nadie más, lo que seremos.
Porque no minusvaloremos lo que significa para una ciudad y una sociedad como la nuestra el Valencia. Quien no entienda que va más allá de una S.A.D o de un juego, ni entiende esta ciudad ni a esta sociedad. La manera en la que nos comportemos frente a Meriton, defendamos el interés general y dignifiquemos lo que somos es nuestra forma de tomar posición ante este mundo. Porque tampoco en el fútbol rendirse ante la mano invisible, y menos colaborar de la mano de los poderosos, es una buena idea. Amunt.