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el cudolet / OPINIÓN

Conversaciones con Bukowski: censura a la valenciana

16/11/2019 - 

La perla del Turia amanecía una taciturna mañana confundida entre una niebla cerrada y escocida por un frío polar, impropio lenguaje del habitable clima californiano que arrastra la ciudad. Pasadas las horas y tras la forzosa salida de un radiante sol naciente, en una terraza del lujosos arquitectónico bajo Ensanche, en su diagonal, me reúno con Andrés Gimenéz, bajo la espumosa y fría mirada de dos cervezas acompañadas por una tapa de altramuces azucarada por una cucharada de sal fina. Con estos figurantes gastronómicos, la conversación suele ser más amena y distendida. Andrés y yo, mantenemos una dulce amistad. Nos presentó un viejo amigo que ambos teníamos en común. Aquel hombre, testarudo, tertuliano, filacterio, cascarrabias pero buen tipo, se lo llevó por delante una amarga enfermedad. La vida es un mal viaje. Sentados en una mesa redonda, despojados de todos los hábitos, ubicados los bártulos, iniciamos una charla a tres bandas, aunque no interactuemos directamente ni por videoconferencia con Charles Bukowski, literalmente está muerto, literariamente sigue vivo. 

Andrés es de esos tipos que no ha roto nunca un plato en su vida. Curioso, lo palpa todo. A diario, después de finalizar la jornada laboral, sale de caza, vagabundea por recónditos lugares de la ciudad en busca de imágenes. Las presas del Indiana Jones valenciano son las librerías de lance, mercados, rastros. Lo que hoy en día un chaval captura a través de un click en Instagram, a él le cuesta años. Pensativo, reflexivo, nada líquido, se desplaza siempre con un diario bajo el brazo. Temporero de retratos, recolecta en clave valenciana imágenes de color sepia. El cazatesoros de la instantánea es un devorador de papel viejo, un filósofo local. Conoce al dedillo el tullido y magullado callejero despellejado por la desmemoria víctima de la piqueta. Un erudito de la trastienda del rótulo. Andrés es seguidor culé pero no puede ocultar una clara filia levantinista, aunque el fútbol queda al margen de la tertulia, dañaría la esencia de la misma. A sus espaldas, carga en la mochila con el peso de cuatro títulos publicados, tres de la saga La Valencia desaparecida, y otro, en  memoria de la joya del modernismo, el Mercado Central: cien años de historia, todas ellas en compañía de Ángel Martínez,  su pareja literaria.

 Andrés, leí por la prensa, con el proyecto entregado el pulso mantenido con la Concejalía de Cultura por el retraso en el lanzamiento de vuestro próximo libro. Me sorprendió mucho atender la noticia provinente de la esfera de una generación del prohibido prohibir que por lo testeado, os exigían reducir parte de la publicación  elaborada, haciendo hincapié en retirar unas imágenes publicitarias de índole taurina. Aunque he de decirte, que tiempo atrás, había leído una columna de un fijo colaborador del valencianismo diverso sobre la revitalización de la Feria de Julio ocultando las actividades taurinas. Antes de arrancar, advertir al lector que ninguno de los dos tertulianos jamás hemos pisado una plaza, ni corrido delante de un toro, ni no somos espectadores de la Fiesta Nacional. Pese a ello, no podemos obviar la narración y veracidad de los hechos. 

He tenido que recurrir a una brillante cita de Bukowski. El escritor sufrió la censura del alto Tribunal de la Santa Inquisición, al caer uno de sus excepcionales relatos de los estantes de una biblioteca pública norteamericana. Así respondió al expolio cultural, sin ningún exabrupto, demostrando una gran inteligencia emocional. La censura es la herramienta de ocultar realidades ante si mismos y ante los demás. 

Mira Pedro, no se puede ocultar la realidad, dar la espalda a la historia, negar los hechos. Ser negacionistas por principios. Hay que resaltar que vivimos otra época. Muchos de los intelectuales de otros tiempos, por poner un ejemplo, hoy Hemingway encajaría desde otra perspectiva sus gustos taurinos. 

Si recuerdas, Woody Allen, en uno de sus largometrajes, Midnight in París, reflejaba la vida de un torero alineado al círculo intelectual de la ciudad del Louvre sin por ello ser motivo de aspavientos, ni dañar la vista a los espectadores. Tengo entendido por otra secuencia que se ha resuelto favorablemente la sórdida situación y el libro finalmente verá la luz.  

Si, aunque no es del todo cierta la versión posterior ofrecida por el  Ayuntamiento sobre la eliminación de imágenes taurinas. El libro por una cuestión de paginación debía adelgazar, pero siguiendo nuestro criterio, lógicamente. Y al Ayuntamiento se le entrega debidamente adelgazado y según los criterios que se nos fijaron.

¿Esa respuesta no supone una intromisión a vuestro trabajo? 

En efecto, así lo vemos los responsables del proyecto València Ephemera y Publicidad. 

Andrés, sigue la cita ¡pide por favor dos cervezas más! Su miedo es solo su incapacidad para hacer frente a los que es real. 

Totalmente de acuerdo, no podemos dejar de refrendar el hecho histórico de una fuerte tradición del mundo taurino en la ciudad. No ensalzamos lo taurino, pero tampoco la ocultamos, y lo hacemos participe en el cómputo global mediante un muy limitado porcentaje de ilustraciones, entre las cientos de imágenes publicitarias del pasado valenciano seleccionadas e insertadas en libro. 

Andrés para finalizar así concluye el verso y no puedo expresar ninguna rabia contra ellos, fueron protegidos contra la totalidad de los hechos de nuestra existencia. Solo se les enseñó a mirar de una manera, cuando existen muchas maneras.  

No siento rabia ni rencor, algo de desazón, pero hemos aprovechado la oportunidad, integrando en el trabajo todas las aportaciones a nuestro pueblo, tanto propias de nuestra tierra como venidas de fuera. La verdad debemos estar satisfechos por la rectificación, en apenas tres meses València Ephemera y Publicidad saldrá al mercado. Al final, el Ayuntamiento ha sabido “lidiar” el asunto. 

Me alegro mucho, los valencianos disfrutarán de una memorabilia recolectada durante muchos años. La pena, acercándose las tradicionales fiestas navideñas, época de alto consumo, de grandes fastos, no lleguéis a tiempo a estar presentes en los escaparates de las librerías. Andrés, cuando lo tenga en mis manos, lo ubicaré en la estantería al costat de Bukowski.

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