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'LA CIUDAD Y SUS VICIOS'

Conversión en el Tinglado número 2: el rescate ciudadano al almacén que no quería ser gourmet

21/05/2016 - 

VALENCIA. En mi casa siempre se ha hablado en términos de ‘tinglado’ cuando se armaba un pifostio de padre y muy señor mío. Y en Valencia ocurrió que en los estertores del éxtasis marino -ese fútil espejismo- allá por finales de los 2000, el Tinglado número 2 de la Marina, en mitad de una desolación, tenía una vida inusitada. Los vecinos, los paseantes de aquí y allá, patinadores, skaters y viceversa lo habían hecho suyo. Un amplio fondo vacío, pista perfecta para lubricar socialmente una tarde. Los mejores analistas de la ciudad resaltaron el hecho: sin que nadie lo hubiese planificado, la gente le había dado un uso a un espacio que solo cumplía las veces de solar.

El Tinglado, levantado en un año y proyectado durante quince años (tras disputas encarnizadas por ver quién y cómo lo construía y quién y cómo lo pagaba) para ser almacén del puerto, apeadero de las descargas. Ha resplandecido en la geografía del mar como un broche bello desperdiciado con ahínco; de cuando en lugar de vivir de espaldas al mar se vivía dándole la espalda al mar y a la herencia marinera de una Valencia con tendencia a quitarse el olor a salitre para cubrirse de perfume de señora con cardado.  

Dice el activista urbano Fernando Mafé (una hormiga recorriéndose la ciudad de palmo a palmo para hacerla más lista) del Tinglado: “es un espacio que la gente ha hecho suyo de manera admirable y que además ha consolidado su uso para una actividad muy concreta. Siempre hay gente patinando, pero en determinados días (especialmente festivos) sorprende su dinámica concurrencia”.

Esta semana el nuevo regente de la Marina, Vicent Llorens, explicaba sus planes: “tiene que ser el tinglado de la gente”, en una búsqueda por sostener lo que ya es. 

La del Tinglado ha acabado en prueba del algodón. Del ensueño del mercado gourmet (no hay cosa más desfasada que gourmetizar los espacios; quizá añadirles una tuna) a confirmar un uso que sus usuarios, asilvestrados y sin recibir instrucciones de nadie, se habían conferido tan a gusto.

¿Por qué el Tinglado 2 es importante?, ¿cómo imagináis su futuro?, le pregunto a la experta en patrimonio industrial Diana Sánchez Mustieles, a los arquitectos David Estal, Merxe Navarro y Carmel Gradolí y a la agitadora Marta Borcha (Cabanyal Íntim).

Carmel Gradolí: Tiene un valor histórico y artístico destacable como pieza del modernismo y de la arquitectura industrial de Valencia. Y una cualidades compositivas, espaciales y paisajísticas únicas en la ciudad. Salvando las distancias temporales y estilísticas, lo podríamos comparar con el Pabellón que hizo Alvaro Siza para la exposición Universal de 1998 en Lisboa. 

Diana Sánchez Mustieles: Es uno de los tres tinglados que quedan en el puerto, originalmente habían seis. Es un ejemplo de patrimonio portuario de gran belleza y con un enorme valor por sus posibilidades como posible dinamizador del entorno

David Estal: Su situación estratégica, el constante paso de la brisa y su tradición de uso ciudadano lo hace especial.

Merxe Navarro: Como la mayoría de antiguos espacios industriales, con un gran espacio diáfano, facilita que puedan absorber gran diversidad de usos. Otro aspecto relevante es su ubicación en relación no solo con el propio puerto si no también con la ciudad. Hace que sea un punto estratégico del que partir a la hora de desarrollar toda la zona. 

Carmel Gradolí: Debemos considerar al tinglado como una plaza de la ciudad: una plaza cubierta que se ha de destinar para usos cívicos y que, si un día está sin un uso definido, no pasa nada, porque vale para estar, pasear, contemplar, jugar, relacionarse... las cosas que hacemos en las plazas. Sus usos tienen que mantener la transparencia hacia el mar.

David Estal: De manera espontánea han acontecido tantas actividades y apropiaciones en su interior que sería impropio definir un único uso. Este es un Espacio Multiusos Libre que permite tanto una actividad lúdica, como reivindicativa, como de intercambio (tipo mercadillo) o simplemente pasar un rato en compañía, fresquito y con la cena en la mano. Es más relevante todo lo que se haga o no se haga en su entorno y el carácter que vaya tomando el puerto antiguo (la Marina), porque puede expulsar usos que ahora se dan, como ya pasó con la American’s Cup, o simplemente porque dejará de apetecer estar allí. Me conformaría con que no entraron las marcas de bebidas alcohólicas que invaden los museos, los festivales y la cultura en general.

Marta Borcha: Dadas sus infinitas posibilidades se podría crear un calendario en el que cada día, semana, mes o estación se destinara a albergar una actividad concreta que transformara el espacio para que sea un lugar vivo, de tránsito y de encuentro. 

Diana Sánchez Mustieles: Lleva años sin un uso específico, pero eso no significa que no lo tenga. Y necesita una restauración, es una clara muestra de dejadez y falta de mantenimiento que no se debería permitir. La cubierta tiene zonas de filtración y los elementos laterales están vallados y cubiertos por mallas para la protección de los viandantes. 

Merxe Navarro: Tiene sentido convertirlo en la puerta de acceso a nuestra fachada marítima, que sirva de charnela entre los diferentes frentes que confluyen.

¡Qué tinglado se ha montado!

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