NO ÉRAMOS DIOSES. DIARIO DE UNA PANDEMIA #68

Conviene crispar

17/06/2020 - 

VALÈNCIA. Cuando eche la vista atrás, no todo habrá sido malo en esta pandemia, por raro que parezca. Recordaré, entre los aspectos positivos, mis paseos en soledad por un polígono que está cerca de casa. Los primeros días que se podía salir con horario restringido veía a mucha gente caminando o haciendo deporte. Ahora rara es la persona con la que me cruzo. Lo prefiero. La única señal de vida me llega cuando paso por delante de un gimnasio donde se practica boxeo. Se oyen los jadeos, los golpes secos de los púgiles, los gritos del entrenador. El resto es silencio.

Los grandes de la empresa española se han reunido para ver cómo se endereza la nave, en el caso de que la nave no esté para liquidación y derribo. Ruegan al Gobierno que no aplique su plan fiscal de subida indiscriminada de impuestos, y que respete la reforma laboral.

No me explico por qué piden y no actúan. Si el presidente maniquí sigue en su puesto es porque ellos lo permiten. Si Ana Patricia, Pallete, don Amancio y el resto de grandes empresarios y financieros quisieran, este Gobierno no duraba una semana. ¿Quién lo financia? ¿Quién paga las campañas electorales del PSOE?

Este Gobierno de coalición entre socialistas y comunistas ha sido posible porque las élites, en especial las económicas, lo han permitido. Tal vez tengan razón cuando piensan que el Ejecutivo, más allá de su retórica peronista, nunca tocará las reglas del juego y se limitará a aplicar su proyecto de ingeniería social.

Mientras la izquierda admita su derrota en el plano económico y laboral, y se centre en buscar la victoria en el mercadillo de baratijas culturales, las élites dejarán hacer porque no tienen nada que temer de estos progresistas de gatillazo.

Casi nada será como antes 

Mi madre está harta de la mascarilla. De hecho sale a la calle lo imprescindible porque se ahoga. No le ayudan sus crisis de asma. Me insiste en su idea de que nada ya será como antes. Creo que tiene toda la razón. Entre los chinos —que acaban de alertar de un rebrote en Pekín— y este Gobierno infame nos han jodido la vida. Formaremos parte del pelotón de perdedores.

Mi madre debe ser consciente de que la mascarilla/bozal cumple una doble función: los días impares le sirve para protegerse del virus, y los pares para no abrir la boca más de la cuenta. Cuando pasen unos meses y nos parezca extraño no llevar la mascarilla, habremos interiorizado que de nuestra boca tapada no puede ni debe salir ninguna crítica hacia quienes nos ordenaron que nos la pusiéramos.

Acabo de corregir mi último relato. Un conato metaliterario. Es el más largo que he escrito: alcanza los dieciocho folios.

Estoy a la espera de que el asesor me comunique cuánto tengo que pagar a Hacienda en la declaración de la Renta. Da miedo pensarlo. Entretanto, el maniquí sigue tirando de chequera —del dinero que nos saca a los contribuyentes que sostenemos su tinglado— para anunciar, con el aparato propagandístico que le caracteriza, ayudas para la compra de coches.

Y yo me pregunto, como Josep Pla cuando contempló los rascacielos al llegar a Nueva York: “Y todo esto, ¿quién lo paga?”.

Casado tiene al enemigo en casa

La oposición no está en su mejor momento. Alguna alegría puede apuntarse, como la de que las últimas encuestas de la prensa amiga otorgan una subida al PP de Pablo Casado. El líder conservador lo tiene difícil. El enemigo está en casa, con esos barones autonómicos —Feijoo y otros tres dirigentes blanditos— que parecen militar en el ala derechista del PSOE. Andan pidiendo moderación y evitar la “crispación”. Le compran el discurso al Gobierno pinocho. Para ellos ejercer de oposición es “crispar”. Sería un error que Casado les hiciese caso. Ahora lo que nos conviene es que haya tensión.

Cuando creíamos que nos habíamos librado de él, el siniestro Zapatero reaparece soltando alguna de sus gansadas. ¿Qué extrañas conexiones debe de haber entre el expresidente y la dictadura de Maduro? ¿Cómo explicar que el político leonés medie en favor de una tiranía contra toda evidencia democrática? A lo mejor el señor Morodo tiene la respuesta.

Los hoteles están reabriendo en la fase 3. La semana pasé por delante del Rey Don Jaime, y seguía cerrado. A falta de un nuevo modelo productivo, del que patronal y sindicatos llevan hablando desde hace treinta años, con resultados bien conocidos, València debe tirar de turismo. Ver un hotel reabierto es una señal de esperanza. Algunos tendrán que tragarse sus palabras contra los turistas, yo el primero.

 La economía del conocimiento tendrá que esperar. Lo nuestro seguirá siendo el pincho de tortilla y la tumbona en la playa. Y hay que dar gracias de que el sol nos salga gratis.

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